Suecia apostó por medidas suaves para salvar su economía, dos meses después ni la economía ni la salud pública han resistido

La pandemia mundial ocasionada por el COVID-19 ha obligado a los países a tomar medidas fijando un dial, como el de ajuste de volumen, entre el 0 (priorizar salvar vidas y evitar contagios tomando medidas drásticas para la economía) y el 100 (priorizar la economía a costa de comprometer la salud pública). La mayoría escogieron medidas más cercanas a lo primero que a lo segundo, pero Suecia fue uno de los que tendieron más hacia tratar de salvar la economía mediante medidas más débiles que la de sus vecinos europeos, una decisión que iba más allá de la capacidad de decidir: la constitución sueca no permite confinar al país en tiempos de paz.

Esas medidas iniciales del mes de marzo, cuando Italia o España ya habían ordenado confinamientos duros, fueron tales como limitar las concentraciones públicas a quinientas personas, pero nada de cerrar los colegios ni los comercios. Ni siquiera los gimnasios. Unas semanas después, su tasa de muertos por coronavirus respecto al total de su población es una de las más altas de Europa y está muy por encima de la de sus vecinos escandinavos.

Sin confinamiento, con recomendaciones

Anders Tegnell siendo entrevistado por la prensa sueca en abril. Imagen: Wikimedia Commons.

No es que Suecia haga oídos sordos a la pandemia. Desde las autoridades se ha instado a los ciudadanos a actuar con cautela teniendo al virus en mente, a lavarse las manos con mucha frecuencia y a aislarse si se notan los síntomas propios de COVID-19. Se apelaba a la responsabilidad individual y a las medidas de prevención voluntarias. No hizo oídos sordos, aunque en pocos países se han visto medidas tan laxas y que pusieran la prevención higiénica en manos de la ciudadanía.

Suecia fue noticia internacional por su suave estrategia frente a la pandemia, pero sus cifras de muertos están más cerca de España e Italia que de sus vecinos escandinavos

Al cargo de esta estrategia está el epidemiólogo estatal, Anders Tegnell. Por hacer un paralelismo, "el Fernando Simón sueco", que lleva en el cargo desde 2013. Encabeza un equipo de quince profesionales científicos que se reúne cada mañana y reporta al gobierno dos veces por semana. "El número de muertos nos ha sorprendido", dijo Tegnell. "Nunca calculamos un número de muertes tan alto". Casi 4.000 muertos (a fecha de 21 de mayo) en un país de algo más de diez millones de habitantes.

Como en España, una gran parte de sus fallecidos murieron en residencias de ancianos. Su predecesora en el cargo, Annika Linde, criticó la estrategia del gobierno diciendo que "quizás no ha sido la más inteligente" y explicando que si se pudiera ir atrás en el tiempo, se habrían tomado medidas más duras y mucho antes.

No es la única voz local de la comunidad científica crítica con el gobierno. Más de 2.000 científicos suecos firmaron una carta abierta en abril mediante la que pedían un confinamiento como el de la mayoría de países europeos y criticaban la inacción del gobierno. Tegnell llegó a decir que "cerrar fronteras es ridículo".

Aunque su constitución impida un confinamiento al mismo nivel que el visto en otros países, sí hubiese sido viable endurecer las medidas tomadas, fijando aforos más reducidos o imponiendo el uso de mascarillas, medidas cada vez más unánimemente reconocidas como apropiadas para prevenir contagios. Mientras tanto, algunos epidemiólogos nacionales defendían el no-confinamiento al considerar que "la pandemia era igualmente incontrolable".

El propio Tegnell defendió incluso a finales de abril que los contagiados asintomáticos no suponían un gran riesgo, y que quienes sí presentaban síntomas eran quienes debían acaparar los esfuerzos de aislamiento para evitar que contagiaran a ciudadanos sanos. Precisamente a principios de abril fue cuando la tasa de fallecidos por COVID-19 por cada 100.000 habitantes empezó a dispararse y a despuntar frente a las de Dinamarca, Noruega o Finlandia.

Algo que tampoco ayudó a contener el virus fue la estimación del gobierno sueco, que cifraba en torno a un 30% la población que creían que había pasado el virus, y por tanto, se había inmunizado contra él. Eso fue a finales de abril. Unas semanas después, muestras serológicas revelaron que tan solo el 7,3% de los suecos presentaban anticuerpos contra el virus, muy lejos de las estimaciones previas y aún más lejos de la inmunidad de rebaño, y en una horquilla similar a la de muchos otros países, como la propia España.

Pese al catastrófico desarrollo de los acontecimientos en Suecia durante las últimas semanas, un período de tiempo tan corto puede estar revelando solo una parte de la historia. Al fin y al cabo, si algo hemos ido asumiendo durante los últimos tres meses es que esta batalla será más larga de lo que podíamos pensar, y que las estrategias van variando a medida que sabemos más del virus y de cómo evitar una debacle sanitaria al mismo tiempo que se consigue la economía se resienta lo mínimo posible.

La propia Linde admitió que "hay tantas cosas sobre este virus que todavía no comprendemos que es imposible decir qué va a pasar. Parte de la sabiduría es ser lo suficientemente valiente para cuestionar tus propias suposiciones y reconocer ese hecho". La carrera contra la pandemia tiene más forma de carrera de fondo que de sprint, incluso con la celeridad que requiere salvar vidas.

Misma caída económica, mayor coste sanitario

Si uno de los argumentos del gobierno sueco para argumentar la negativa a endurecer las medidas semanas atrás fue salvaguardar la economía, la apuesta tampoco ha salido bien en ese sentido. Al menos de momento.

Pese a no haber podido confinar al país y haber tomado medidas laxas, la economía sueca cae al mismo ritmo que la del resto de la Unión Europea

Dinamarca, Finlandia y Noruega, que por cultura, latitud, población o clima son los países más comparables a Suecia, tomaron medidas mucho más duras. Y sin embargo, la economía de los tres países ha caído a niveles muy similares, solo que en Suecia lo ha hecho a costa de un coste en salud pública mucho mayor. O por decirlo de forma más directa: misma consecuencia económica, pero más muertes.

Las lecciones que han dejado los primeros meses de pandemia en los países escandinavos tampoco secundan la estrategia del gobierno sueco. Insistimos: de momento. Nadie puede prever cómo serán las cifras económicas y sanitarias dentro de un año. Los casos de Alemania o Japón y Singapur reabriendo tras confinamientos duros y experimentando rebrotes importantes son el recordatorio de que nadie ha inventado la fórmula mágica para resistir al virus hasta el día en que llegue una vacuna o una cura. Y menos aún si pensamos a largo plazo, donde las incógnitas se multiplican.

Martin Kolk, demógrafo de la Universidad de Estocolmo, reconoció las elevadas cifras de decesos respecto a las previsiones ante The New York Times, y dijo que "será muy distinto si seguimos viendo un exceso de mortalidad durante seis meses más, o si vuelve a los niveles normales en unas pocas semanas", refiriéndose con ese "exceso de mortalidad" a la cantidad de decesos por encima de lo habitual en esas fechas. Suecia está en torno al 25-30%, mejor que España o Italia, pero muy por encima de sus vecinos escandinavos, ubicados entre el 0% y el 5%.

Andreas Hatzigeorgiou, CEO de la Cámara de Comercio de Estocolmo, contó al medio local The Local -valga la redundancia- que "Suecia es un país pequeño que depende del comercio internacional y de la inversión" en referencia a que solo se podía tratar de mitigar el impacto de la pandemia. Christina Nyman, economista jefe del banco sueco Handelsbanken, explicó al mismo medio que el desempleo se había disparado hasta el millón de desempleados -la población activa habitual es de unos cuatro millones- y que esperaban un fuerte aumento del paro, aunque es muy pronto para sacar conclusiones.

El Banco Central de Suecia proyecta una caída del PIB sueco de entre el 7% y el 10%, misma horquilla en la que se encuentra la previsión de la Comisión Europea para la reducción de la economía de toda la Unión (un 7,5%). Cifras inéditas desde el inicio de la II Guerra Mundial.

A largo plazo podrán sacarse mejores conclusiones sobre la respuesta de cada país a la pandemia de 2020, pero el modelo sueco ahora queda tocado, pese a haberse llevado halagos hace unas semanas por parte incluso del gobierno estadounidense y haber sido apuntado como modelo a seguir por los manifestantes del país norteamericano. Ni se salvaron tantas vidas como en sus países vecinos, ni la economía corrió mejor suerte. El primer combate se ha perdido, pero la pelea continúa.

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