La ola de calor más temida de este comienzo de verano está ya aquí, y la tarea de mantenerse al fresco, incluso cuando estamos en el interior de nuestros hogares u oficinas puede complicarse notablemente. Los sistemas de aire acondicionado suelen ser una gran opción pero su coste en energía puede (aún) causarnos un susto a final de mes. Así que para mantenernos frescos debemos tener en cuenta todas las variables. Incluida la ropa que nos ponemos.
Y es que aunque uno de los objetivos de la ropa es el de mantenernos calientes cuando hace frío, la ropa puede también protegernos del calor. Puede jugar, incluso, un papel fundamental.
Para entenderlo conviene primero explicar cómo se transmite el calor. Existen tres vías. La primera es la conducción, que podríamos definir como la transmisión de calor por contacto directo. La segunda es la convección, la transmisión de calor a través de una corriente de un líquido o gas. La tercera es la radiación, o transmisión por ondas en el espectro electromagnético, que es como el Sol nos irradia su calor.
La ropa es especialmente efectiva a la hora de evitar que la radiación del sol llegue a nuestro cuerpo. Es por eso que tentemos a pensar que la ropa blanca y de tonos claros es más apropiada para el verano, puesto que esta refleja una mayor parte de la radiación solar que le llega comparado con la ropa oscura y negra. Esto es así, pero es tan solo una parte de la historia.
El motivo es que tan importante como el calor que recibimos es el calor que emanamos. Éste también lo podemos transmitir de distintas formas. En este sentido, la ropa clara puede resultar contraproducente, puesto que reflejaría esta energía de vuelta a nuestro cuerpo. Un efecto invernadero a escala humana. ¿Qué efecto predomina? Nadie está seguro del todo.
Sin embargo la principal vía por la que nuestro cuerpo se libera del exceso de calor tiene que ver con la convección. Se trata del sudor. Cuando sudamos, parte de nuestro calor sale de nuestro cuerpo en las moléculas de agua que expulsamos por los poros. Cuando estas moléculas se evaporan se van cargadas de esa energía térmica: nuestro calor pasa al aire.
La convección también es importante porque el aire es, contrario a lo que podríamos pensar, un aislante térmico. Para evitar que funcione como tal, la capa de aire entre nuestro cuerpo y la ropa debe poder circular.
Presente y futuro
La ropa de verano debe permitir que sudemos y que ese calor se evapore y se lo lleve el viento. Es por eso que dos tejidos suelen destacar cuando se habla de ropa de verano. El primero es el algodón, un tejido transpirable y absorbente. Esta absorbencia no sólo es importante para eliminar nuestro calor corporal sino también para que el tejido en sí no se caliente demasiado.
El segundo tejido a destacar es el lino. El lino es aún más transpirable que el algodón, lo que permite que el calor escape de nuestro cuerpo con falcilidad. El lino es algo menos permeable aunque también absorbe humedad.
Además de materiales naturales, la ciencia se esfuerza en crear textiles capaces de refrescarnos o, cuanto menos, protegernos del calor. En los últimos años hemos sido testigos de algunos avances en esta dirección.
Uno de ellos es un desarrollo basado en el electrospinning, un proceso que implica aplicar cargas eléctricas a un polímero que se une a otros compuestos conductores como el nitruro de boro para crear un material compuesto capaz no sólo de dejar transpirar el aire sino capaz también de repeler el agua.
Otro desarrollo un poco más reciente es el llamado Personal Thermal Management (PTM). En este caso el material utiliza láminas de ácido oxido-poliláctico para reflejar la máxima cantidad de radiación desde la infrarroja hasta la ultravioleta de vuelta al exterior.
Quizá el más innovador de los tejidos es el más reciente. Este otro mecanismo no sólo es capaz de mantenernos frescos en verano sino también calentarnos en verano. Este tejido experimental cuentra con un núcleo compuesto por un material capaz de cambiar de fase (en este caso alterna entre sólido y líquido). El compuesto absorbe o emana energía en cada cambio de fase haciendo que el tejido acumule o expulse calor en función de las condiciones exteriores.
La ropa que llevamos es más que una cuestión de moda y encaje social, también puede afectar a nuestro bienestar. A veces sin embargo etiqueta y confort térmico no van de la mano y vestirnos frescos no es una opción. Sin embargo, siempre tenemos a nuestra disposición algunas herramientas para que eventos como éste no nos hagan sufrir más de la cuenta.
Combatir el calor es una tarea que va más allá de la ropa. En olas de calor como ésta es importante recordar que hay que mantenerse hidratado, evitar salir a la calle a las horas más calurosas del día y evitar hacer ejercicio o realizar esfuerzos cuando el calor apriete. Conviene también recordar que estos eventos suelen venir acompañados de niveles altos de radiación solar, por lo que los protectores son un acompañante necesario.
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Imagen | Norbert Braun
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