Los ictus con episodios en los que la sangre, y por tanto el oxígeno, tiene problemas para llegar al cerebro. Proteger las células del más vital de los órganos se convierte en fundamental no solo para aumentar las probabilidades de supervivencia sino también para minimizar las consecuencias neurológicas del ictus.
ApTOLL. El tratamiento en cuestión recibe el nombre de ApTOLL, y se administra de manera intravenosa a pacientes que han padecido ictus en las horas previas. El objetivo del tratamiento, antagonista del receptor de tipo Toll 4 (TLR4), es evitar la respuesta inflamatoria y así proteger las neuronas durante el evento.
El tratamiento podría ser administrado durante el traslado al hospital del paciente, antes de la reperfusión, el tratamiento que se realiza para recuperar el flujo sanguíneo normal en la zona afectada del cerebro.
“Si la arteria lleva tapada muchas horas el infarto crece, y con el fármaco se logra frenar este mecanismo, provocando que la progresión de la enfermedad sea más lenta y se proteja el cerebro durante unas horas”, explicaba Marc Ribó, codirector del estudio, en declaraciones recogidas por Redacción Médica al presentar sus resultados en la International Stroke Conference.
Prueba multicéntrica. El tratamiento ha pasado satisfactoriamente una de las primeras pruebas clínicas, en fase Ia/IIb, es decir, tenía como objetivo comprobar la seguridad y la eficacia del tratamiento en distintas dosis. Para ello se establecieron dos grupos de control y dos de tratamiento a su vez con distintos niveles de dosis.
16 hospitales (12 de ellos españoles) estuvieron involucrados en el estudio, con un total de 151 participantes tomando parte en el ensayo.
Los resultados fueron positivos tanto en cuanto a la seguridad del tratamiento como respecto a su eficacia: la mortalidad se redujo del 18% en el grupo placebo al 5% en el grupo de tratamiento. El tratamiento también mostró promesa también a la hora de reducir las secuelas de estos accidentes. Estos últimos resultados aún deberán corroborarse en los futuros ensayos clínicos, que se espera se comiencen a finales de este año.
Ictus isquémico. El tratamiento tiene como objetivo combatir los efectos del tipo más común de ictus, el isquémico. Los ictus son emergencias en las que la sangre no alcanza nuestro cerebro. Cuando el episodio se produce por un coágulo o por un estrechamiento de la vía sanguínea hablamos de ictus isquémico. En contraste, el hemorrágico se produce por la rotura de un vaso sanguíneo en el cerebro.
El ictus isquémico es, con diferencia, el más común de los accidentes cerebrovasculares. Existen numerosos factores de riesgo que han sido relacionados con estos accidentes, como la hipertensión, el tabaquismo, colesterol alto o diabetes. También se encontró relación entre la infección por Covid-19 y el ictus.
Camino por delante. Aunque ya haya sido probado con éxito en estas primeras pruebas, el tratamiento es todavía una simple promesa. Los responsables del desarrollo del tratamiento afirman estar ya trabajando en el siguiente ensayo, que corresponderá a una fas 2b/3.
El objetivo en este caso sería encontrar la dosis óptima y ahondar en el análisis de la eficacia del estudio, a la vez que monitorizar sus posibles efectos adversos. Una vez logrado esto, o más bien si se da el caso, podría obtenerse la autorización de la Agencia Europea del Medicamento para un uso extendido del tratamiento.
Imagen | Mat Napo
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