Un pueblo sin ondas: así es la vida sin conexión WiFi y sin móviles

El tema de la Hipersensibilidad Electromagnética (EHS) se ha puesto de moda en los últimos días, y hace poco ya analizamos en detalle este fenómeno que está siendo debatido en los medios. La teórica enfermedad no ha sido reconocida oficialmente en la Unión Europea, pero eso no ha impedido que hayan comenzado a aparecer sentencias favorables para los que dicen sufrirla.

Es el caso de una ciudadana de Toulouse que ha logrado que a través de una sentencia se le paguen 800 euros mensuales durante tres años por los efectos nocivos de su exposición a las ondas. Este caso podría sentar precedentes, y a ello se le suma la renovada popularidad de Green Bank, un pequeño pueblo en Estados Unidos en el que está prohibido usar el teléfono móvil o el uso de la conectividad WiFi.

Un telescopio, el causante de todo

Este pequeño pueblo está situado en una de las áreas calificadas por Estados Unidos como "National Radio Quiet Zone". Se trata de áreas geográficas en las que no se permiten transmisiones inalámbricas no controladas. En este caso el motivo queda a la vista nada más llegar a la zona.

Se trata del gigantesco telescopio Robert C. Byrd de casi 150 m de altura domina el paisaje y está muy cerca de este pueblo que pronto podría tener muchos más habitantes que los 143 con los que contaba su censo hasta hace poco: se está poniendo de moda para los que afirman sufrir esta dolencia o enfermedad que muchos califican como un problema de salud mental.

Ese telescopio en particular no "contempla" el espacio, sino que más bien lo "escucha". Su funcionamiento se basa en la recolección de la radiación electromagnética que emiten todo tipo de cuerpos celestes y que revelan cosas que las imágenes no pueden desvelar. Esa información debe estar limpia de contaminación electromagnética, y eso hace que este tipo de comunicación esté prohibida en las cercanías de esas instalaciones.

Nuevas migraciones, y nuevas xenofobias

En Green Bank la regulación es especialmente estricta: nada de teléfonos móviles y WiFi -de usarlos uno se enfrenta a las leyes estatales-, aunque eso sí, los habitantes del pueblo pueden usar teléfonos fijos y conexiones a internet por cable que según esos residentes son demasiado lentas.

Este tipo de medidas están siendo muy apreciadas por personas que afirman estar expuestas a la EHS, y las migraciones se están comenzando a producir, algo que no gusta a los habitantes de Green Bank, que están viendo cómo su tranquilo pueblo se convierte en foco de un fenómeno que no pidieron ni desearon nunca.

Se está produciendo un nuevo tipo de xenofobia: uno hacia las personas que afirman sufrir dicha enfermedad, exista o no realmente, y muchos se preguntan hacia dónde evolucionará una situación que genera polémica desde el primer momento y que desde luego debe seguir siendo estudiada para que se confirme si nos enfrentamos a un problema de salud (sea mental o no) o a un gran fraude.

¿Es posible la existencia de una ciudad no conectada?

El gobierno de los Estados Unidos ha tenido que aprender paso a paso las consecuencias de este tipo de restricciones. Cuando se creó esa zona libre de emisiones de radio el siglo pasado lo primero que se reguló fueron las emisiones de radio AM, y luego se pasó a coartar la utilización de pagers y de los primeros teléfonos móviles.

Pero esas transmisiones se han multiplicado. Todo en nuestro mundo parece estar destinado a estar comentado, y estándares como los que afectan a la conectividad WiFi, Bluetooth o NFC son solo parte de un problema que hace que en Green Park y toda la zona las restricciones tengan que ser actualizadas para que el telescopio pueda funcionar sin que exista contaminación.

La cosa ha ido a más incluso en el campus del observatorio, donde solo se permiten vehículos diésel -el mecanismo de encendido de los de gasolina provoca radiación que interfiere con los campos estudiados-. Incluso el microondas de la cafetería está encerrado en una caja especialmente desarrollada para evitar las radiaciones que emite.

El National Radio Astronomy Observatory (NRAO) que gestiona esa regulación ha tenido que crear un organismo específico para ir adaptándose a los nuevos tiempos. Los miembros del llamado Interference Protection Group afirman que su labor "es más un arte que una ciencia": se dedican a perseguir las ondas, averiguar su origen y tratar de evitar el uso de cualquiera que pueda afectar a las operaciones del observatorio.

Pero el reto es cada vez mayor: todo hoy en día quiere estar conectado, y muchas de esas conexiones dependen de las transmisiones inalámbricas. La presencia de esas ondas es casi permanente en nuestras vidas, y salvo que consideremos la vida en áreas despobladas o casi vírgenes, parece imposible pensar en la construcción o existencia de un pueblo o ciudad no-conectado que pueda ser viable. En Green Bank desde luego están afrontando ese reto.

Vía | Washingtonian

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