Cuando uno compra un smartphone, sabe a lo que se atiene: en 6 meses -máximo un año- su dispositivo se quedará atrás en su gama, sea la que sea, y aparecerán modelos más bonitos, más baratos, y más potentes. Nos atenemos a ello, pero una cosa es no poder competir en especificaciones, y otra cosa no poder hacerlo en la plataforma móvil.
Las actualizaciones software son un tema delicado, y por ahora ninguna de las grandes ha logrado resolverlo. Microsoft ha dado un paso adelante hace unas horas con esa actualización universal de WP8 a Windows 10, algo que podría darle un empujón a su cuota de mercado en el futuro. Y mientras tanto Apple y Google nos dejan con un panorama que sigue siendo preocupante en este apartado.
En Redmond quieren dar ejemplo
Hace algo más de dos años era precisamente Microsoft la que le echaba un jarro de agua bien fría a sus usuarios: la salida del sistema operativo Windows Phone 8 dejaba huérfanos a muchos dispositivos y a muchos usuarios: ninguno de los terminales con Windows Phone 7 que habían aparecido hasta entonces podrían dar el salto a aquella versión, y mantendrían una línea de actualizaciones propia que quedaría separada de la nueva plataforma en muchos apartados.
Aquella decisión probablemente fue difícil, pero necesaria: Microsoft explicaría poco después que la característica fundamental del WP8 era el uso de un nuevo kernel, unificado con la base que también se usaba en los sistemas operativos de sobremesa. Hasta ese momento la arquitectura software de Windows CE había seguido vigente, pero con Windows Phone 8 se daba el salto a los kernels Windows NT y eso permitía que muchos componentes fueran compartidos con Windows 8, un sistema que aparecería pocos meses después de WP8.
Puede que entonces no lo comprendiéramos del todo, pero Microsoft parecía tener clara ya su idea de que era necesario (para ellos) unificar plataformas y esfuerzos. Esa visión "One Windows" que tanto promete hacía necesaria ciertos sacrificios, y en este caso los sacrificados fueron todos los usuarios de Windows Phone 7.
Greg Sullivan, uno de los máximos responsables de Windows Phone, ya lo explicaba entonces con unas declaraciones en las que dejaba claro que ese salto generacional era demasiado importante para preparar a la plataforma móvil de Microsoft para el futuro:
Windows 8 es una evolución generacional, algo poco frecuente y que no nos tomamos a la ligera. No es probable que necesitemos hacer algo así de nuevo en el futuro.
Y parece que Microsoft ha hecho honor a esa promesa con el anuncio de hoy. La empresa garantiza que todos los teléfonos Windows Phone 8.x -Lumias, HTC 8S, 8X y Samsung Ativ S incluidos- se podrán actualizar al futuro Windows 10 (no Windows Phone 10, no, "Windows 10"), algo que representará un paso crucial en esa estrategia convergente a la que está dirigida Microsoft. Teniendo en cuenta que esa actualización probablemente aparezca a mediados de 2015, los actuales usuarios de la plataforma pueden estar muy tranquilos con el futuro a corto y medio plazo de sus terminales. Minipunto y punto para Microsoft. Por ahora.
Android, actualizaciones y fabricantes
El problema de las actualizaciones es especialmente preocupante en la plataforma Android de Google, aunque la culpa no es ni mucho menos solo de Google. De hecho, la responsabilidad es tanto de los chicos de Mountain View como de los fabricantes e incluso de las operadoras.
De hecho, el interés de unos y otros por mantener el catálogo de dispositivos Android actualizados es más bien nulo: Google tendría que dedicar tiempo y recursos a cada uno de los fabricantes y a sus distintas especificaciones hardware, mientras que en el caso de los fabricantes la razón, como explicaban en Xataka Android hace ya tres años, es aún más contundente:
Samsung, HTC o Motorola (hasta hace unos meses de la compra de Google) se dedican a construir teléfonos, son sólo fabricantes de hardware que reciben ingresos por cada venta de terminal pero ningún beneficio en mantener las actualizaciones constantes de cada versión que aparezca de Android
Así es. Ni Google incentiva a los fabricantes por mantener sus terminales al día, ni ellos tienen otro interés que el de seguir vendiendo más y más terminales. Ofrecer actualizaciones para dispositivos antiguos sería fantástico para los usuarios, pero lógicamente haría que éstos no cambiasen tan rápidamente de terminal.
Las operadoras, cuidado, tampoco ayudan: muchas de ellas son responsables de ofrecer esas actualizaciones en terminales adquiridos a través de nuevas contrataciones de líneas, pero antes de poder ofrecerlas deben añadir sus propias personalizaciones, a menudo innecesarias. El resultado es el mismo: las operadoras también imponen un retraso en la propagación de las nuevas versiones de Android.
El casi interminable proceso de actualización a una nueva versión de Android también fue claramente explicado con una infografía de la que también nos hablaban en Xataka Android hace casi un año. Los pasos por los que pasa este proceso son muchos y complejos, y hay demasiados actores implicados y todos se echan la culpa los unos a los otros: lo normal es que precisamente no podamos disfrutar de actualizaciones salvo para dispositivos de gama media y alta que además tienen que ser de última generación.
No parece que Google pueda plantear soluciones al problema, ya que la llegada de esas actualizaciones depende de demasiados factores. Únicamente los dispositivos con Android puro -una práctica que parece algo abandonada entre los fabricantes, y que nos deja con los Nexus como únicos protagonistas- se benefician de esas actualizaciones casi inmediatas, pero precisamente esa libertad que permite personalizar a los fabricantes (y a cualquiera) dejar Android a su gusto también es la causante de esa aparentemente inevitable fragmentación en Android.
Apple y las leyendas urbanas
En todos sitios cuecen habas. Apple tampoco se libra del problema de las actualizaciones aunque aparentemente lo tenga perfectamente controlado. Que la empresa de Cupertino sea la única que pueda realizar modificaciones hardware y software sobre sus productos le da una ventaja fundamental en muchos apartados, y uno de ellos debería ser el de las actualizaciones.
Debería, porque aquí hay buenas y malas noticias. De hecho, hay buenas, malas y sospechosas. Pero vayamos por partes. Las buenas noticias primero: si eres poseedor de un smartphone de las últimas generaciones, normalmente tendrás garantizada la actualización a una nueva versión de iOS que aparezca a posteriori. De hecho, tu dispositivo suele estar soportado durante una media de tres años: el iPhone 4S salió al mercado con iOS 5.0 (ahí es nada), pero ahí lo tenéis: es compatible con iOS 8. Y algo similar ocurrió el año pasado con iOS 7, esa actualización con un diseño radicalmente distinto a anteriores ediciones de esta plataforma, y que estaba soportada en los iPhone 4 que aparecieron en 2010 y que estaban basados originalmente en un casi "antediluviano" iOS 4.0.
"¿Has visto? Apple no nos deja tirados", dirán los usuarios de iOS. Chicos, no tan rápido, porque llegan las malas noticias. Que puedas actualizar a una nueva versión del sistema operativo no significa que esa actualización sea necesariamente recomendable. De hecho, en muchos casos no lo es. Las malas noticias son también extensibles a actualizaciones en otras plataformas, desde luego: las nuevas versiones llegan con novedades, y algunas están asociadas a ciertas características hardware. Podrás utilizar parte de ellas, pero no todas. En el caso de iOS hay ejemplos clásicos como el soporte de TouchID, claro, pero esos ejemplos se extienden también a otros apartados. Pero como decimos, no solo hay malas noticias.
Porque están esos indicios sospechosos que nos hacen pensar en la filosofía de Apple, teóricamente destinada a ofrecer los mejores productos para sus usuarios. Pero atención: la empresa anuncia una nueva versión de su sistema operativo móvil en cada WWDC, pero ésta no estará disponible hasta meses después, cuando se prepara el lanzamiento de cada nueva generación de iPhones.
Pero no os preocupéis, porque somos tan majos que os dejamos probar una beta en vuestros dispositivos. Pongamos de ejemplo a iOS 8, cuya versión preliminar se podía instalar en los iPad 2 o en los iPhone 4S también. ¿Qué pasaba cuando lo hacías? Pues que la experiencia de usuario se degradaba claramente.
Tu iPhone 4S, que funcionaba relativamente bien con iOS 7 y mejor con iOS 6, se convertía de repente en un dispositivo lentorro. Eso tenía dos posibles consecuencias: que hicieras un downgrade y volvieras a instalar una versión anterior de iOS, o que ese mal funcionamiento te convenciese de que necesitabas un iPhone mejor.
Y claro, ahí surge Apple, justo a tiempo, para ofrecer sus nuevos y flamantes iPhone 6 e iPhone 6 Plus. Es el momento de actualizar, ¿verdad? Pero, ¿lo hubiese sido si no hubieras actualizado a la nueva versión de iOS en primer lugar? Ahí la tenemos: la leyenda urbana que nos dice que Apple ralentiza deliberadamente sus antiguos modelos antes de sacar nueva versión del iPhone.
Puede que todo esto no sea más que una teoría de la conspiración, y es evidente que cuando aparece una nueva versión del software Apple tiene la intención de que sea la mejor posible. Y para ello a veces hace falta aprovechar recursos hardware de los que no disponía anteriormente. La pregunta es: ¿por qué, ya que tienes control absoluto del software y del hardware, no sacas versiones "light" de iOS para dispositivos algo más antiguo? ¿De verdad queréis que me crea que una empresa con 160.000 millones de dólares en caja no es capaz de dedicar recursos a mantener lo más actualizados posibles sus antiguos dispositivos?
No me lo trago.
El dinero manda y se aprovecha de tu impaciencia
No hay mucho más que decir sobre este tema. Es cierto que el problema también afecta a otras plataformas como BlackBerry a la que tenemos un poco olvidada, pero en esencia la conclusión es la misma: la relación entre fabricantes y desarrolladores de sistemas operativos complica que los usuarios puedan disfrutar de la última actualización en sus dispositivos.
Aquí es evidente que los intereses comerciales son más poderosos que cualquier otra cosa. Si los dispositivos funcionasen siempre igual de bien no habría demasiadas justificaciones para renovar nuestro smartphone. Los fabricantes viven de vender terminales, así que básicamente estamos apañados en cualquier plataforma.
Así es: Google no tiene ningún incentivo para impulsar esas actualizaciones, y los fabricantes que producen terminales basados en Android, como ya hemos dicho, solo quieren vender el mayor número de smartphones posibles. Pero esa realidad es idéntica para Microsoft y para Apple.
La primera se ha convertido en una empresa mucho más cercana a Apple en su modelo de negocio que a Google tras la adquisición de Nokia, y al menos ha demostrado que su intención es la de mantener sus terminales actualizados. La promesa es fantástica, pero probablemente acaben asolándole los mismos problemas que afectan a la de Apple.
Y en cuanto a la plataforma de Cupertino, poco más que añadir: si yo fuera Tim Cook y más del 50% de mis ingresos procedieran del iPhone, me aseguraría de que esto siguiera siendo así. Y no lo lograría sin que la obsolescencia programada (o algo muy parecido a ella) hiciese acto de presencia.
El smartphone que te estás comprando hoy -sea de quien sea- tiene fecha de caducidad. Asúmelo y trata de vivir con ello.
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