La carga inalámbrica en smartphones: así funciona y estos son los estándares

La utopía de la oficina sin cables no acaba de cumplirse, pero desde luego existen esfuerzos para lograr que al menos cada vez contemos con menos cables recorriendo suelos, mesas o paredes. Y entre esas tecnologías que ahorran en cables están los sistemas de carga inalámbrica, que desde hace años llevan tratando de imponerse en el segmento de los dispositivos móviles.

Hemos visto cómo los cargadores inalámbricos han sido protagonistas en varios lanzamientos en los últimos años en este terreno, y varios de los últimos modelos de dispositivos de gama alta cuentan con esta opción integrada de serie. Entre los ejemplos más claros están los Google Nexus 5 y Nexus 6, los Lumia 930 o 1520 o los Samsung Galaxy S6/Edge, pero además hay un buen número de dispositivos que a pesar de no integrar soporte para carga inalámbrica de serie sí pueden ser cargados de esta forma gracias a carcasas que habilitan esa opción.

Una solución a la espera de ganar popularidad

En realidad los cargadores inalámbricos lo son solo en parte, claro. Necesitaremos conectarlos a un enchufe para que las tecnologías de carga por inducción funcionen de la forma debida. El proceso es relativamente sencillo, y consiste en el uso de un campo electromagnético para transferir energía entre dos objetos.

La base de carga inalábrica dispone de una bobina de inducción para crear un campo electromagnético que es aprovechado por el dispositivo receptor -nuestro smartphone, que también contará con una bobina de inducción- para recibir esa energía del campo electrómagnético y convertirla en corriente eléctrica para recargar la batería.

El sistema tiene grandes ventajas que desde luego aportan comodidad a todo el proceso, pero también tiene algún inconveniente. El principal es su eficiencia, sensiblemente inferior a la que tienen los mecanismos de carga alámbrica. Estos sistemas hacen que nuestros dispositivos tarden bastante más en cargarse, y tenemos un buen ejemplo en nuestro reciente análisis del Samsung Galaxy S6: con el cargador de corriente con cable tardamos 70 minutos en alcanzar la carga máxima, mientras que con el cargador inalámbrico ese tiempo se fue a los 152 minutos, algo más del doble.

En las últimas revisiones de estas tecnologías se tratan de minimizar esta y otras desventajas con el uso de bobinas ultradelgadas o de frecuencias más altas de trabajo, algo que permite lograr una carga inalámbrica más eficiente, y aquí la batalla tecnológica de estándares es la que permite animar el mercado. Porque hay una batalla, y bastante importante.

Qi contra PMA, pero hay más protagonistas

Hasta no hace mucho había tres contendientes en el mercado, pero recientemente dos de ellos unieron fuerzas y ahora son dos los grandes protagonistas del segmento de la carga inalámbrica para dispositivos móviles. En primer lugar está Qi, un estándar desarrollado por el Wireless Power Consortium que es especialmente popular y que se asocia habitualmente con este tipo de capacidad. Su tecnología se ha utilizado por ejemplo en diversos smartphones de última generación pero también en soluciones originales como las propuestas por IKEA recientemente.

En el caso de Qi, la carga se realiza a través de frecuencias muy altas y es necesario que el dispositivo esté casi literalmente pegado al cargador para lograr la mayor eficiencia, además de tener que estar colocado justo en el sitio adecuado para recibir esa carga correctamente. Es un requisito menor y que hace un poco menos cómoda la utilización de esta alternativa, pero eso proporciona teóricamente esa ventaja de la ganancia en eficiencia.

En la otra esquina del ring tenemos a la Power Matters Alliance (PMA), que desde hace tiempo ya colaboraba con el tercer estándar en discordia (Alliance for Wireless Power, A4WP), y que ahora ha unido fuerzas con él para tratar de popularizar su alternativa en el mercado. El principio tecnológico de esta última es ligeramente distinto, y su tecnología Rezence de carga por resonancia magnética es algo menos eficiente, pero a cambio permite disponer de superficies de carga que pueden cargar varios dispositivos a la vez sin que estos tengan que estar colocados en una posición concreta para lograr la máxima eficiencia en esa recarga. En cambio, el estándar PMA se basa como el Qi en la carga por inducción, y esa es la razón de que por ejemplo el citado Galaxy S6 sea compatible tanto con cargadores Qi como con cargadores PMA.

La alianza de PMA y de A4WP hará que ambas empresas apuesten por la interoperabilidad, de forma que trabajarán en chips y soluciones que permitan que tanto los dispositivos móviles como las bases de carga puedan trabajar en uno u otro modo indistintamente. En realidad el propio Wireless Power Consortium ya indicaba que sus cargadores inalámbricos pueden funcionar tanto con resonancia magnética como con carga por inducción, y simplemente hay que definir el modo de operación en ese cargador. Así pues, parece que el mercado se dirige hacia un futuro en el que la interoperabilidad entre ambos modos será la norma.

Hay otras potenciales protagonistas en este terreno, y una de ellas es WattUp, la solución tecnológica de la empresa Energous -miembro de la PMA- que hace uso de una especie de "routers" que cargan nuestros dispositivos a mucha mayor distancia que la que ofrecen las tecnologías anteriormente citadas. De hecho, en WattUp prometen transmisiones de energía de entre 1 y 4 vatios a 4 dispositivos simultáneamente en un radio de unos cinco metros.

También tenemos a Cota, un desarrollo de la empresa Ossia Inc. que destaca por la posibilidad de cargar un dispositivo de forma inalámbrica gracias a conexiones WiFi y Bluetooth. Como en el caso anterior una de las grandes ventajas es la distancia a la que podemos cargar los dispositivos -teóricamente el alcance llega a los 10 metros-, y según sus responsables es posible lograr transmisiones de 1 vatio, que es normalmente una tercera parte de lo que proporcionan nuestros cargadores tradicionales de dispositivos móviles. Cuidado, porque en realidad ese dato no tiene nada que ver con los 10 vatios a los que opera la tecnología Quick Charge 2.0 de Qualcomm, que pueden llegar a ser 36 vatios en dispositivos compatibles con esa característica. El único requisito es contar con un pequeño chip conversor -que probablemente tenga que integrarse en carcasa a no ser que algún fabricante lo integre de serie en futuros modelos- pero como en el caso de WattUp es evidente que las alternativas son interesantes.

Un mercado aún en pleno desarrollo

La existencia de todas estas alternativas y de distintos modos de carga hace que la industria tampoco acabe de decidirse sobre la opción más adecuada. No hay solución perfecta para este tipo de aplicación, y en realidad cada una de las propuestas disponibles tiene sus ventajas y sus desventajas. No solo eso: varias de las alternativas han sido presentadas recientemente y no queda clara si la industria apostará por dichas opciones a la vista de estándares ya más maduros.

De momento parece más probable que tanto Qi como PMA apuesten por soluciones duales en las que los usuarios puedan decidir si quieren cargar un sólo dispositivo con mayor eficiencia (carga por inducción) o varios al mismo tiempo pero con menor eficiencia (resonancia magnética). Los dispositivos móviles también tendrán que integrar la circuitería necesaria para proporcionar ambas opciones, algo que por el momento no muchos fabricantes acaban haciendo.

Por supuesto la gran pregunta es si esa carga inalámbrica realmente compensa a los usuarios. ¿Es tan cómoda como para prescindir de una sencilla conexión Micro USB? Teniendo en cuenta además la introducción de las últimas tecnologías de carga rápida y la más que probable adopción del estándar USB-C en smartphones y tablets -con tiempos de carga aún mejores-, las dudas sobre estos estándares de carga inalámbrica vuelven a aparecer.

En Xataka Móvil | Cargadores inalámbricos: así está el panorama actual

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