La científica Jing Li ya había sido galardonada por la NASA por su estudio del uso de sensores de nanotubos de carbono para detectar vapor orgánico y gases, pero sus esfuerzos han ido más allá y ha aprovechado esos nanotubos de carbono aplicándolos a la tecnología móvil actual para desarrollar una serie de sensores modulares.
La plataforma NODE+ ha sido diseñada de forma independiente al teléfono, y no como parte de él, algo que permitirá desarrollar futuros sensores de forma más sencilla. En un cilindro del tamaño de una pequeña barra de pegamento contamos con sensores capaces de reaccionar a elementos químicos peligrosos y a compuestos volátiles como el benzeno o el tolueno, y sus opciones van mucho más allá.
Sensores con mucha proyección
Li se asoció para este proyecto con George Yu con el que ha creado una nueva empresa llamada Variable, y éste último indicaba cómo estos sensores pueden integrarse de forma rápida en segmentos como el de la gestión de la cadena de suministros, el transporte o la logística. Daba un ejemplo con la industria farmacéutica: un sensor embebido en uno de los paquetes con sustancias como la penicilina puede monitorizar temperaturas y vibraciones y enviar esa información a un smartphone.
Esos sensores pueden ser útiles también para que por ejemplo los bomberos detecten fugas de gases tóxicos y para acordonar zonas de seguridad para que los ciudadanos no estén expuestos a esos gases. Y eso, indican, sin necesidad de utilizar más que estos pequeños sensores y los smartphones a los que se envía la información.
Ya tienen sensores de todo tipo: termómetros infrarrojos, colorímetros, sensores de movimiento, lectores de códigos de barras, los citados sensores de gases tóxicos, y otros más genéricos como los que permiten medir la luz ambiente, la temperatura ambiental o la humedad, por ejemplo. Y todo, gracias a esos singulares nanotubos de carbono que han encontrado su camino en estos entornos prácticos.
Vía | NASA