Huawei se enfrenta a una amenaza brutal. El foco de todas las iras del Gobierno Trump en el panorama tecnológico se ha convertido en la gran perjudicada de una guerra comercial que ahora cobra nuevos tintes.
Google no licenciará Android en los móviles de Huawei, pero además Intel, Qualcomm, Xilinx o Broadcom tampoco venderán sus chips a Huawei "hasta nueva noticia". Las consecuencias podrían ser catastróficas para la que se había convertido en la nueva protagonista absoluta del mercado de la telefonía a nivel global.
Los antecedentes: ZTE pasó por lo mismo
En mayo de 2018 ZTE entró en colapso. El Gobierno de los Estados Unidos detuvo prácticamente toda la operativa de la empresa china al imponer una durísima sanción comercial.
Dicha prohibición iba más allá de los ataques que desde hace tiempo estaba sufriendo a nivel comercial Huawei, y afectaba no ya a la prohibición de que sus terminales se comercializaran, sino a que las empresas estadounidenses no podrían colaborar con ZTE.
En este caso la sanción se había impuesto por una supuesta razón de peso: ZTE había mantenido acuerdos comerciales con países como Irán o Corea del Norte, violando así los términos de sus acuerdos comerciales con Estados Unidos.
En realidad ya había violado ese pacto en 2016, cuando Estados Unidos amenazó con restringir el acceso a componentes fabricados en suelo norteamericano. ZTE acabó pagando una multa de 1.200 millones de dólares para evitar ese veto, pero las acusaciones se reactivaron en febrero de 2018.
Unos meses después la acusación se convirtió en una decisión formal escudada además en el potencial riesgo de espionaje: los productos de ZTE no eran seguros para el público estadounidense.
Se mencionaba a Huawei ya entonces, pero el ataque frontal era en ese momento contra ZTE, que de repente se vio acorralada y sin salidas: su negocio de fabricación y venta de móviles dependía en gran medida de los chips de Qualcomm o del software de Google.
¿Qué hizo la empresa? Volvió a asumir la culpa a pesar de tildar la decisión de "extremadamente injusta". En ZTE tuvieron que detener casi totalmente su operativa durante semanas, pero consiguieron llegar a un acuerdo y volver a operar bajo los términos de Donald Trump.
Un año después la historia se repite, pero con distinto protagonista.
(Parte de) El mundo contra Huawei
Todo comenzaba el pasado jueves 16 de mayo: Donald Trump firmaba una orden ejecutiva que otorgaba poder al Gobierno Federal para evitar que las operadoras del país compren equipos de telecomunicaciones de fabricación extranjera.
No había mención directa a Huawei, pero la empresa era claramente la principal afectada por una decisión de este tipo. El Gobierno de los Estados Unidos lleva años obstaculizando la venta de dispositivos de Huawei en este país, y con esta medida daba un paso definitivo para evitar a toda costa el uso de tecnología de este gigante en un ámbito tan relevante como la implantación de las futuras redes 5G.
La batalla con Huawei viene de largo, y en los últimos tiempos la crisis se agravó a raíz de un informe de Bloomberg en el que se indicaba que la empresa instalaba chips espía en servidores utilizados por empresas como Amazon o Apple.
Huawei siempre ha defendido su inocencia ante estas acusaciones realizadas por el Gobierno de los Estados Unidos. Las cosas se pusieron aún más tensa cuando las autoridades canadienses detuvieron a Meng Wanzhou, Directora Financiera y Vicepresidenta de la Junta Directiva de Huawei.
Wanzhou es además la hija del actual CEO de Huawei, y todo esto acabó con una situación enormemente compleja que hizo que la propia Huawei, que hasta ese momento había adoptado una actitud pasiva, pasara a la acción.
Interpuso una demanda ante el Tribunal Federal de Estados Unidos como contraataque, y en ella alegaba que la sección 889 de la Ley de Autorización de Defensa Nacional aprobada por el congreso —la misma que prohibe la compra de servicios y equipo s de Huawei a agencias del gobierno y contratistas— era anticonstitucional.
Estados Unidos acusa de espionaje pero no muestra pruebas
Las decisiones tomadas por el Gobierno de los Estados Unidos se han basado en acusaciones de espionaje por parte de esos servicios y equipos —móviles incluidos— de Huawei.
El equipo de Donald Trump ha tratado de convencer de este argumento para que otros países en la Unión Europea tomen decisiones similares, pero jamás ha presentado evidencias y las investigaciones que han llevado a cabo las distintas agencias gubernamentales de esos países no han encontrado tampoco pruebas de este tipo de actividad.
No las han encontrado en el Reino Unido, no las han encontrado en Alemania y solo conocemos el caso de un empleado de Huawei en Polonia acusado de espiar, pero sin que esos hechos estuvieran "directamente ligados" a Huawei.
Lo más sorprendente es que ese mismo Gobierno cree que "no necesita mostrar pruebas de que Huawei es una amenaza" y que aprovecha sus servicios y productos para espiar a todo y a todos.
Estados Unidos asume que Huawei ya es culpable.
A pesar de ello otros países están ejecutando también ciertos vetos a la tecnología, productos y servicios de Huawei. Canadá está "reconsiderando" la introducción de infraestructuras 5G de Huawei, Australia tampoco quiere que entren en este ámbito en el país, e incluso operadoras internacionales como Vodafone detuvieron las compras de equipamiento de Huawei "por prudencia". Japón ha decidido vetar también esas adquisiciones de tecnología de Huawei, informaban en Reuters hace unos meses.
En Francia algunos asumen también que Huawei es inseguro porque "China no es como nosotros", decía Philippe Le Corre, exasesor del Gobierno francés. Allí Orange ha indicado que no usará equipos de Huawei en su red 5G por "una llamada de prudencia de las autoridades francesas. Stephane Richard, su CEO, afirmaba en una entrevista que "está la fantasía, en el sentido de que como son chinos, son espías; pero también está el principio de precaución".
Esa avalancha de decisiones comerciales que perjudican a Huawei sin pruebas ni evidencias se han visto colmadas con este último anuncio de varias empresas estadounidenses. Ayer Reuters revelaba que Google había revocado la licencia Android de Huawei. En un comunicado posterior la empresa confirmaba la noticia aunque aclaraba que Google Play seguiría funcionando en móviles Huawei:
"Estamos cumpliendo con la norma y analizando las implicaciones. Para los usuarios de nuestros servicios, Google Play y las medidas de seguridad de Google Play Protect continuarán funcionando en los dispositivos Huawei existentes".
A ese anuncio le seguía otro mazazo que revelaban hace unas horas en Bloomberg: Intel, Qualcomm y otros grandes fabricantes formarán parte de ese bloqueo a Huawei: la tecnología de los fabricantes de algunos de los chips críticos en el funcionamiento de sus equipos móviles y sus ordenadores no estará disponible para la empresa china.
Huawei se pronuncia con un mensaje cauteloso
Fuentes internas de Google han confirmado en The Verge esa decisión, y Huawei acaba de realizar las primeras declaraciones oficiales sobre unas medidas que ponen muy difícil que la empresa pueda operar no ya solo en Estados Unidos, sino en todo el mundo.
En esas declaraciones Huawei no ha dado demasiados detalles sobre el impacto de la decisión de Google y de hecho no se menciona el veto de otras empresas. Sin embargo explican que las actualizaciones de seguridad en sus móviles y tabletas (y las de su marca Honor) están garantizadas:
"Huawei ha contribuido considerablemente al desarrollo y crecimiento de Android alrededor del mundo. Como partner clave de Android, hemos trabajado conjuntamente con la plataforma de código abierto para desarrollar un ecosistema que ha beneficiado tanto a la industria como a los usuarios.
Huawei seguirá proporcionando actualizaciones de seguridad y servicios postventa a todos los smartphones, tabletas y dispositivos Huawei y Honor, tanto a los que ya se hayan vendido como a los que siguen estando en stock en todo el mundo.
Seguiremos construyendo un ecosistema de software seguro y sostenible, para ofrecer la mejor experiencia a todos los usuarios del mundo".
Nada se comenta sobre otras plataformas como sus PCs, portátiles o su infraestructura 5G, y tampoco responde al veto del resto de fabricantes que han anunciado que lo seguirán junto a Google. Queda también por que todas esas empresas aclaren qué ocurre tras esta decisión, incluidos gigantes como Microsoft que proporcionan el sistema operativo Windows que gobierna los portátiles de Huawei.
De momento, eso sí, los usuarios pueden estar tranquilos: sus móviles Huawei no se van a convertir en un pisapapeles. Podrán seguir actualizando sus smartphones y seguirán gozando de la garantía y servicio técnico de la empresa.
¿Qué opciones tiene Huawei?
Son muchos los componentes software y hardware que forman parte de los móviles de Huawei, pero algunos de los más críticos están desarrollados por empresas norteamericanas que han confirmado ese veto.
El software es sin duda uno de los más cruciales: que Huawei no disponga de licencia para integrar Android en sus dispositivos es un problema catastrófico ya que todo el ecosistema software de sus teléfonos depende de la plataforma móvil de Google.
En Google han indicado que cumplirán "con los requisitos del Gobierno", lo que impedirá que Huawei pueda usar Android en sus futuros terminales. Eso sí: aclaran que Android seguirá funcionando en los actuales terminales y que también lo hará Google Play. Lo que no explican es qué pasará con las actualizaciones de Android y de esas aplicaciones.
¿Qué alternativa tiene Huawei aquí? Android está basado en AOSP, la parte Open Source del sistema operativo que es de hecho también pilar fundamental para el desarrollo de ROMs personalizadas como LineageOS para todo tipo de terminales.
Los usuarios de estos terminales podrían recurrir a estas ROMs, pero es que recientemente se ha sabido que Huawei tiene listo un sistema operativo propio basado en Android que le daría independencia de Google ante casos como el que acaba de suceder.
El CEO de Huawei, Richard Yu, confirmaba al diario alemán Welt la existencia de este proyecto que no solo afectaba a sus móviles, sino también a sus portátiles:
Hemos preparado nuestro propio sistema operativo. Si alguna vez ocurriera que ya no podemos usar estos sistemas (Android y Windows), estaríamos preparados. Ese es nuestro plan B. Pero, por supuesto, preferimos trabajar con los ecosistemas de Google y Microsoft.
Esa plataforma tendría además que reemplazar todos esos servicios y aplicaciones nativas que forman parte del ecosistema Android: Gmail, Google Maps, Calendar, Chrome o Drive son algunos de esos componentes software que forman parte de la experiencia de usuario y que en Huawei tendrían que reemplazar también, algo que no está claro como harían (o si podrían hacerlo en medida alguna).
En el ámbito hardware el problema es similar: Huawei desarrolla sus chips Kirin desde hace tiempo y por tanto su dependencia de chips de Intel o Qualcomm aquí es menor en sus móviles, pero sí que necesita esos chips en sus PCs portátiles o en ciertas funciones del móvil como el módem que permite las transferencias de voz y datos. Las implicaciones para sus infraestructuras de telecomunicaciones son también notables.
Las consecuencias para Huawei podrían ser fatales, pero es imposible conocer ahora el alcance de una medida con unas ramificaciones impredecibles no solo para la empresa China, sino para millones de usuarios y decenas de empresas que trabajan con Huawei.
Esto podría activar además la voz de alarma para todo tipo de empresas ante su dependencia de componentes hardware y software que no controlan. La situación es sin duda una de las más complejas y graves de los últimos tiempos en el ámbito comercial y tecnológico.
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