Y llegó el Samsung Galaxy S6. Los responsables del gigante surcoreano que ya no lo es tanto siguieron un guión inesperado en el mundo de la tecnología. Uno en el que en mi opinión la propia tecnología dejaba de importar tanto y lo que primaba, el elemento clave de su producto, era el diseño.
Ese apartado fue con mucho el que más tiempo consumió durante la presentación de los nuevos Samsung Galaxy S6 y Galaxy S6 Edge. Para los responsables de la compañía parecía quedar claro que temas que habían sido estandarte en sus terminales eran sacrificables. Y eso puede ser aceptable para algunos, por supuesto. Para otros -y me encuentro en ese grupo- no lo es tanto.
Tengo buenas noticias...
Aquí dejo un poquito a un lado al Samsung Galaxy S6 Edge, un terminal que es un prodigio en ese apartado del diseño y que tendrá que demostrar, eso sí, que la pantalla curva realmente aporta ese valor diferencial (no solo a nivel de su factor "wow"). Aun siendo un dispositivo singular, el protagonista de esta reflexión es un Samsung Galaxy S6 que ha roto con ciertas normas no escritas en los productos de Samsung. En otras, afortunadamente, las cosas mejoran.
Es el caso de apartados como el de su nuevo SoC Exynos 7420, un verdadero monstruo del procesamiento móvil que acompaña a su CPU octo-core -eso sí, aún nada de los ARM Cortex-A72- con una GPU Mali-T760. La tecnología de fabricación FinFET de 14 nm sitúa a Samsung como pionera en el mercado y la posiciona un paso por delante (al menos, en algunos apartados) de competidores tradicionalmente omnipresentes como Qualcomm o MediaTek.
Los responsables de Samsung comentaban recientemente cómo esta escala de integración permite (teóricamente) velocidades un 20% mejores que los productos en 20 nm, además de un consumo energético un 35% menor y una ganancia de la productividad del 35%. Incluso Apple está un paso por detrás con sus A8 de los iPhone 6 y iPhone 6 Plus en este aspecto, ya que contamos con una escala de integración que de nuevo es de 20 nm.
A esa mejora en los procesadores le acompañan otras opciones muy destacables: el nuevo sensor de huella dactilar -nada de deslizar el dedo, aquí hemos ganado un mundo- tiene a priori un comportamiento excepcional, como también parece tenerlo la nueva cámara que se activa, enfoca y dispara más rápido y con mayor calidad que ningún otro terminal de la historia de Samsung. Aquí también desarrolla un papel importante el nuevo almacenamiento Flash UFS 2.0, que según la compañía es "2,7 veces más rápido que la memoria integrada común en los smartphones de hoy en día, la eMMC 5.0".
Sin olvidarnos de la nueva tecnología de carga rápida y, sobre todo, de ese soporte de carga inalámbrica que habilita una opción cada vez más popular entre los usuarios. Más incógnitas nos impone la integración del servicio de pagos móviles Samsung Pay, que parece prometedor por soporte de terminales y estándares de pago pero cuya implantación y prestaciones tendremos que explorar en profundidad.
... y malas noticias
Y aquí es donde empiezan los sacrificios y unas decisiones que siguen demasiado tendencias discutibles en el mercado. La primera de esas decisiones es la integración de resoluciones QuadHD. ¿Para qué en una pantalla de 5,1 pulgadas? Integrar esas densidades en estos dispositivos parece responder a un "y yo más" de Samsung que condiciona -y esto está demostrado- dos apartados muy valorados por los usuarios: la autonomía de la batería y la respuesta del procesador.
Los nuevos Exynos 7 Octa hacen que esas desventajas no lo sean tanto gracias a la nueva escala de integración, pero las pantallas de los Samsung Galaxy ya habían demostrado una calidad fantástica en anteriores generaciones y no acabamos de ver los beneficios de esas altas densidades y resoluciones en una diagonal que casi podríamos calificar como "compacta" si la comparamos con la tendencia del mercado phablet.
Otro de los grandes compromisos a los que renunciamos en estos dispositivos es el de la ausencia de ranuras Micro SD. Esa opción había sido una de las características clásicas de los anteriores Galaxy, y no contar con la posibilidad de ampliar la capacidad de almacenamiento con este tipo de tarjetas es decepcionante. Aún así, es cierto que las citadas memorias Flash UFS -cerca de 4 veces superiores a las velocidades de las Micro SD más veloces- y la disponibilidad de un modelo de 128 GB alivia esta limitación.
Tampoco podremos ya acceder a la posibilidad de utilizar baterías extraíbles y reemplazarlas a nuestro gusto si necesitábamos esa opción. En este apartado Samsung parece haber decidido que la carga rápida también relajaba el problema -la carga inalámbrica no compensa en ese aspecto- y que si había un tema no negociable en ese nuevo diseño con el cristal como protagonista era el de una batería extraíble que quizás solo aprovechaban unos pocos usuarios. Y sin embargo, que esta fuera una de las opciones clásicas de los Galaxy y que haya desaparecido de un plumazo con ese diseño como única excusa da pie a un claro debate.
Máxime cuando ese diseño del que tanto presume ahora Samsung -es el primer apartado que destacan en el sitio web oficial del producto- presenta esa protrusión para la cámara de fotos que condiciona el aspecto general del dispositivo. Como sucedía en los nuevos iPhone 6 -a los que los nuevos Galaxy S6 se parecen sospechosamente, por ejemplo en la parte inferior- la pregunta es clara.
¿Por qué no aprovechar para hacer el terminal algo más grueso y así contar con una batería de mayor capacidad? Una encuesta realizada en Xataka Móvil dejó claro que contar con móviles algo más gruesos y pesados compensa si se tiene mayor batería: el 94,5% de los más de 2.000 participantes preferían esa opción a esa tendencia de los fabricantes de apostar por terminales lo más finos posibles en perjuicio de la autonomía de la batería.
La resistencia al agua ha sido la última de las características sacrificadas por culpa de ese diseño, en el que la combinación de cristal y aluminio no hacían posible contar con esa opción. Curioso, máxime cuando Sony hace uso de esos materiales y logra certificaciones de protección que de hecho eran mayores que las que ofreció el Galaxy S5. La característica, sin ser un factor decisivo para la mayoría de compradores, sí era una opción muy interesante en muchos escenarios, y eliminarla así parece convertir a su inclusión en el S5 como un mero experimento. Y uno que personalmente me gustaba.
Lástima, porque el S6 simplemente podía haber añadido a todas esas buenas noticias de las que hablábamos -que las hay, y son interesantes- todas estas características que a priori no parecía tan difícil mantener. Aquí el ¿maldito? diseño -os animaría a leer nuestros argumentos a favor y en contra del plástico como material protagonista en estos dispositivos- nos ha jugado una mala pasada a todos los que seguíamos pidiendo a Samsung un teléfono fiel a su tradición. Y total, ¿para qué? Si queremos diseño, tenemos el espectacular Edge. Samsung, me gustabas más antes.
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