Hace unos años, los compradores de coches solo tenían que preocuparse por la mecánica. Hoy, una interfaz que va a tirones o una pantalla que tarda en responder puede arruinar por completo la experiencia de uso de un vehículo de 30.000 euros. Es importante mirar el procesador que lleva. Como al comprar un ordenador.
Por qué es importante. Pasamos más tiempo interactuando con las pantallas y sistemas digitales de nuestro coche que sacando jugo a su motor. Un procesador mediocre puede poner nuestra paciencia a prueba en cada viaje. Hasta los benchmarks de Android llegan a los coches.
En perspectiva. Este tipo de funciones y añadidos dependen directamente de la capacidad de nuestro coche. Su nivel resolutivo depende de la calidad del procesador, además de la interacción con las pantallas o los sistemas de voz.
El procesador del coche puede afectar a...
- La velocidad de respuesta de la pantalla táctil.
- La fluidez del sistema de navegación.
- El tiempo de arranque del sistema.
- La capacidad para ejecutar varias aplicaciones a la vez.
- La respuesta de cámaras y sensores.
- La calidad de la interfaz de usuario.
Entre líneas. Hay coches con buenos motores y acabados más que aceptables que luego se ven lastrados por interfaces lentas o sistemas que van a tirones. Buena parte del origen de esos problemas está en el procesador, que acaba siendo su talón de Aquiles.
Y los fabricantes han aprendido la lección. El anuncio del Snapdragon 8 Elite llegó junto al lanzamiento de las nuevas plataformas de Qualcomm para automóviles. Y reflejan esta realidad: los chips más potentes ya no solo se destinan a móviles y ordenadores, también a coches.
¿Qué mirar? Al comprar un coche nuevo cada vez más es momento de hacer preguntas hasta ahora limitadas a ordenadores y dispositivos móviles, como el procesador, su generación, la RAM disponible para el sistema de infoentretenimiento, la capacidad de actualización del software, la fluidez de la interfaz en una prueba real o las experiencias de otros usuarios sobre la respuesta del sistema.
No solo se trata de tener pantallas llamativas, sino un buen procesador que no genere un retraso en la respuesta de las cámaras al aparcar, o en la generación de rutas del sistema de navegación. O en el uso de Android Auto o Apple CarPlay sin lag.
En resumen. Una demostración completa y lo más realista posible del sistema de infoentretenimiento se añade ahora a la lista de tareas a completar antes de decidirnos por un coche. Una prueba de todas las funciones, abriendo y cerrando aplicaciones, comprobando la respuesta de las cámaras, etc.
Un procesador potente en el coche ya no es un lujo, sino una necesidad para una experiencia de conducción a la altura.
Imagen destacada | Qualcomm
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