No es ningún secreto: el coche es un símbolo de estatus y de clase social. Incluso se ha relacionado al tamaño del coche con la mala educación. No es casualidad que cuanto más grande o más deportivo sea el coche, tanto más caro es. Bien en el mercado global o dentro de la oferta de cada marca.
En un mercado que está saltando al coche eléctrico, tampoco es casualidad que las grandes firmas de lujo hayan presionado para que la Unión Europea haya mantenido un resquicio, una pequeña puerta abierta, a seguir fabricando motores de combustión.
No es casualidad que Porsche sea uno de los mayores impulsores de los combustibles sintéticos. La firma de Stuttgart sabe que el motor de combustión puede ser en el futuro un elemento de distinción, un aliciente más para comprar sus vehículos frente a la competencia. En resumen: gritarle a todo el mundo que tú tienes un Porsche.
Que no se vea
Y si yo soy consciente de este detalle, mucho más lo era Steve Jobs. Tal y como nos cuentan nuestros compañeros de Applesfera, el líder de Apple consiguió un suculento contrato escondiendo uno de sus tesoros más preciados: su Porsche 911.
La anécdota la contó Randy Adams, ingeniero de software, en Forbes. En 1985, Jobs había sido despedido de Apple y había fundado NeXT. Entonces, no formaba parte de la plantilla de los de Cupertino pero ya había ahorrado un buen dinero. Lo mismo le había pasado a Adams y los dos compañeros decidieron hacerse con un Porsche 911.
Con miedo a que cualquiera los rayara en el aparcamiento, Jobs y Adams siempre aparcaban sus preciados deportivos a la entrada, ocupando varios espacios para asegurarse de que nadie podía estacionar junto a ellos. Los Porsche 911 se convirtieron en habituales en la entrada de NeXT.
Pero, conscientes de que necesitaban un impulso para la compañía, Jobs cerró una cita con Ross Perot, un conocido empresario que también fue político en Estados Unidos. Pero, poco antes de la cita, Jobs recordó algo: sería mejor que Perot no viera los nueveonce en la puerta.
Jobs y Adams eran conscientes de que necesitaban el dinero y los dos enormes deportivos en la puerta de entrada no daban precisamente la imagen de personas que necesitaran el dinero de un nuevo inversor. Corrieron al aparcamiento, estacionaron sus Porsche 911 en la puerta trasera y, poco después, el trato se selló con una inversión de 20 millones de dólares.
Steve Jobs y su pasión por el motor
Aunque esta historia se centra en los Porsche 911 de Jobs y Adams, lo cierto es que la mayor cabeza pensante de Apple estuvo enamorado de otros deportivos germanos.
Uno de los más conocidos es su Mercedes SL 55 AMG, una auténtica bestia con la que consiguió circular sin matrícula, aprovechándose de una pequeña laguna que le permitía circular sin identificación en California por periodos de hasta seis meses si se trataba de un cambio de vehículo.
Y para cerrar el círculo germano, uno de los deportivos más conocidos de Jobs fue el BMW Z8. El descapotable color plata fue subastado en 2017 y alcanzó un valor de 329.500 dólares. Un deportivo que, sin duda, se asemejaba mucho al minimalismo que Jobs siempre ha defendido y que, incluso, contaba con el Motorola Startac que se vendía como un extra más a la hora de comprar el coche.
Foto | Martin Katler
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