Con cada nueva tecnología, las dudas sobre seguridad en el automóvil se ponen encima de la mesa. Pasó con los motores de combustión, pasó con el gas y está pasando con la electricidad. Pero, ¿nadie pensó en la seguridad cuando se ideó un coche movido por un reactor nuclear?
Desde luego, sería un problema a resolver en el futuro. Quizás ahora, quizás en un futuro que todavía está por llegar. Algo así, imaginamos, debió pasar por las cabezas que idearon el Ford Nucleon, un prototipo a escala que estaba diseñado para ser movido por un reactor nuclear.
Y es que los años 50 fueron todo un festival de disparatadas ideas relacionadas con la energía nuclear. Tras demostrar, lamentablemente, en la Segunda Guerra Mundial la imponente energía que podía liberar, las siguientes décadas concibieron la energía nuclear como la fuente perfecta.
Con una ciencia animada, a su vez, por la Guerra Fría, no dejaron de aparecer prototipos, diseños y conceptos que utilizaban la energía nuclear para distintos propósitos. El transporte, por supuesto, también fue uno de ellos. Y el Ford Nucleon es el más representativo.
Una carga de uranio para 8.000 kilómetros
Aunque nunca dejó de ser un mero concepto, el Ford Nucleon lleva atrayendo las miradas de los más curiosos desde su presentación en 1958. Entonces, la firma estadounidense mostró una maqueta de cómo sería el vehículo: una impresionante cabina, rodeada casi exclusivamente de cristal y un pequeño capó.
En la parte trasera, una superficie extraordinariamente alargada permitiría albergan un pequeño reactor nuclear. La idea es que, en su interior, una cápsula de uranio sirviera como núcleo radioactivo. Como en cualquier reactor termonuclear, la fisión de uranio provocaría una gran cantidad de vapor de agua que serviría para mover dos turbinas.
Con una de estas dos turbinas se moverían las ruedas y con la otra se entregaría la energía necesaria para alimentar el resto de dispositivos del vehículo. Parte de este vapor se condensaría de nuevo y se reaprovecharía en un circuito propio para volver a formar parte de este ciclo.
Todo pensado, también para las gasolineras
Según Ford, pues, evidentemente, nunca se pudo comprobar, la cápsula de uranio podría alimentar el reactor durante 8.000 kilómetros. Entonces, sería necesario sustituir la cápsula. De hecho, habían pensado hasta en las estaciones de servicio.
Con el coche nuclear impuesto sobre el de combustión (¿a quién no le va a gustar un coche nuclear del Siglo XX después de Cristo?), las gasolineras desaparecerían y éstas tendrían que reinventarse como suministradoras de cápsulas de uranio.
En este sentido, puede que en Ford no fueran demasiado desencaminados, al menos en el concepto. De hecho, Toyota o la start-up Namx aspiran a hacer algo similar con el hidrógeno.
Evidentemente, la idea nunca pasó de la mencionada maqueta. Ni se ha conseguido un reactor en una escala que se pudiera incluir en un coche ni se han conseguido solventar los, más que esperados, problemas de seguridad de llevar un artilugio de este tipo sobre cuatro ruedas. Pero, al menos, Ford nos dejó una de las ideas más locas de la historia del automóvil.
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