Nos pasa con cualquier electrodoméstico o producto de cierto valor. Nos pasa con los neumáticos del coche, con un teléfono móvil o una cámara de fotos. Y aunque cualquiera de ellos supone un importante desembolso para nuestro bolsillo, ninguno llega al coste que nos puede provocar una avería de un coche.
Por ello, mantener nuestro coche en el mejor estado posible es indispensable para evitar tener que desembolsar cientos (cuando no miles) de euros en arregarlo. Algunas veces es tan sencillo como llevar las revisiones al día y cambiar los líquidos cuando toca, pero en otras ocasiones hay que dedicar un poco de atención a qué está sucediendo en nuestro vehículo.
En este último grupo podemos englobar el mantenimiento del turbo. Con el downsizing, el uso del turbo ha sido clave para que muchos fabricantes hayan podido reducir la cilindrada de los coches, limitar emisiones y mantener la potencia. Pero una avería en el turbo puede ser muy costosa. Un truco sencillo para reducir riesgos es la "regla del minuto".
Tener el turbo siempre a punto
Cuando un turbo funciona recoge parte de los gases del escape y los utiliza para introducir más aire en el cilindro. De esta forma, en la cámara de combustión hay mayor cantidad de aire y al quemar el combustible se consigue una mayor potencia.
Para que todo esto se produzca correctamente, el turbo se vale de dos turbinas. La primera está situada antes del sistema de escape y es la que, cuando la cantidad de gases es suficiente, se pone en funcionamiento y deriva parte de ellos a una segunda turbina, encargada de introducirlos en la cámara de combustión. El camino intermedio es el denominado eje coaxial.
En el proceso, los gases de escape que pasan por el turbo lo hacen a temperaturas altísimas, por lo que el uso de aceite como lubricante es indispensable para garantizar el buen funcionamiento de las piezas y rebajar la temperatura del motor.
Pero para que todas las piezas estén correctamente lubricadas, es necesario que el motor coja temperatura y sus circuitos vayan recibiendo los líquidos oportunos. Para que las piezas se encuentren en la temperatura óptima de funcionamiento, un consejo es no exigir demasiado al motor en los primeros compases, hasta que comprobemos que el aceite se encuentra a la temperatura esperada.
Para estar seguros de que todo funciona correctamente, hay quien utiliza la "regla del minuto" antes de comenzar a circular y justo después de llegar la destino. Especialmente importante es este último caso, cuando es interesante dejar al coche al ralentí un minuto.
Cuando apagamos el coche, los sistemas dejan de funcionar y parte del aceite puede quedar "estancado" entre las piezas. Si este aceite se quema porque ha dejado de circular al parar el motor se forma una pequeña carbonilla que, a la larga, desgastará más rápido las piezas y aumentará los riesgo de avería.
En cuanto al coste de una avería del turbo, los precios varían en función del vehículo utilizado pero Race cifra su cambio en un coste medio de casi 3.000 euros.
Foto | Brenton Pearce
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