El negocio de la música ha sido drásticamente modificado por Internet. En apenas un puñado de años, un escaso periodo temporal en comparación a la ya longeva historia de la música pop, los procesos y las condiciones para crear un disco han sufrido una revolución. De algún modo, este proceso ha favorecido cierta democratización: las herramientas de grabación y difusión han dejado de estar en manos de los grandes sellos discográficos. Al alcance de todo el mundo, grabar un disco en 2014 es algo muy distinto a cómo se grababan los discos en 1993.
El caso de Australian Blonde es significativo. Debutaron en 1993 en pleno apogeo del indie nacional con Pizza Pop, editado por Subterfuge Records. A lo largo de diez años grabaron y publicaron seis trabajos más. Más tarde el grupo pasó a un segundo plano, sin disolverse, y sus distintos miembros continuaron sus carreras por separado. Diez años después, Australian Blonde se han reunido y han publicado You Kill Me, editado por Marxophone y puesto a la venta el pasado 18 de noviembre. ¿Qué ha cambiado tanto tiempo después? Sobre la experiencia de las grabaciones antes y después de la era Internet hemos hablado con uno de sus miembros, Francisco Nixon.
Los costes de grabación: el abaratamiento del proceso
Pese a que el foco siempre se pone sobre la venta y distribución de los discos, el paso de los años ha permitido que al menos un aspecto de la creación, el de la grabación del disco, sea más rentable que en el pasado. Pero, ¿cuánto cuesta hacerlo hoy en día? "Desde cero euros hasta cien millones de euros, tienes todo un abanico de posibilidades, depende de tu presupuesto", responde Nixon.
De cara al estudio y a la grabación profesional, los precios siguen siendo altos. Según explica el músico asturiano, alquilar un estudio cuesta alrededor de 300 euros al día; fabricar alrededor de 1000 vinilos puede costar en torno a 1.500 euros; la promoción puede oscilar entre los 800 o los 1.200 euros. Las cifras son muy variables, como comenta Nixon, pero siguen existiendo algunas barreras de entrada, sobre todo si el objetivo es un resultado más pulido y profesional que la mera grabación amateur.
El mínimo de inversión necesario, sin embargo, es menor, y ofrece una alternativa a miles de proyectos caseros sin financiación para llegar al estudio. "Puedes grabar doce canciones en tu ordenador y subirlas a Bandcamp en una tarde. Evidentemente, los resultados no son los mismos, pero hay mucha mayor flexibilidad que antes", señala. Pese a todo, la grabación casera es cada vez una herramienta más recurrida. Los resultados, aunque no idénticos al estudio, cada vez son más profesionales.
Hoy en día herramientas y software de diversa índole, como Pro Tool, desarrollado por Avid, permiten mezclar pistas y simplificar la grabación de un disco. En consecuencia, miles de discos son colgados semanalmente en Bancamp por jóvenes compositores que han grabado las canciones en la habitación de su casa, han abierto una cuenta en la plataforma y han colgado los temas en Internet, en un abrir y cerrar de ojos. De una forma mucho más simple, es posible poner a disposición de todo el mundo un puñado de canciones. En el proceso, la inversión ha sido mucho menor. Lo que sacude los cimientos de la industria.
El peso de los sellos discográficos y la financiación
La relación entre artista y sello discográfico cambia. Si antes los sellos eran esenciales, imprescindibles para publicar un disco, hoy en día abundan los grupos que se animan a iniciar sus carreras profesionales en solitario. Para Nixon, ese rol se ha mantenido:
El papel de los sellos es fundamental, sobre todo al principio de la carrera de un grupo. Todo el mundo necesita que alguna vez le den una oportunidad. En ese sentido, el trabajo desarrollado por Subterfuge con nuestro primer disco fue decisivo para darnos a conocer. Ahora somos un grupo más o menos establecido que podemos permitirnos trabajar de forma más o menos autónoma, pero incluso, en este caso, necesitamos el trabajo de gente como Marxophone para poder salir adelante con un mínimo de garantías. Hay gente que es capaz de hacerlo todo por su cuenta, pero en la mayoría de los casos es gente que ya ha trabajado en sellos anteriormente.
Ayer y hoy los sellos siguen siendo lugares donde se intercambian afinidades artísticas y una pequeña comunidad establecida, con salas de concierto amigas y un núcleo de seguidores. Acceder a uno de ellos da visibilidad aunque, en el mejor de los casos, también seguridad económica. El papel financiero de los sellos sí se ha modificado, aunque mantiene ciertas constantes. "La principal diferencia es que la grabación de nuestro primer álbum la pagó el sello, y en este caso la hemos pagado nosotros. Por lo demás, para la fabricación, distribución y promoción, hemos dependido siempre de alguien", afirma el músico.
La reducción de ventas, unida a la perenne crisis económica, ha apretado el cinturón de muchos sellos. Los grandes artistas aún cuentan con grandes contratos millonarios porque los sellos saben que pueden obtener ganancias de ellos. Para los grupos o artistas más pequeños, la situación cambia. Las inversiones por parte de las discográficas se escogen con más delicadeza, y en muchos casos son los propios grupos los que corren con gran parte de los gastos, comenta Nixon:
Antes lo habitual era ahorrar dinero de los conciertos o pedirlo prestado a tu familia para poder grabar una maqueta con la sonar en alguna radio alternativa y conseguir que te fichara un sello que corriera con los gastos. Hoy en día lo normal es ir con el disco en la mano, y que el sello se encargue de fabricar, distribuir y promocionar. Dependiendo del sello, también te pueden cobrar por cada uno de esos servicios. Además normalmente te pedirán llevar también la contratación de los conciertos, llevándose un porcentaje.
De modo que, si bien los sellos continúan siendo un agente imprescindible dentro del negocio musical, su margen de maniobra se ha reducido, y las oportunidades para acceder a ellos y obtener réditos y estabilidad financiera son menores. ¿Qué ha conducido a esta situación? La reducción drástica de ingresos por la venta física de discos.
Cómo ganar dinero antes y ahora, si es que se puede
El principal problema al que se enfrenta un sello o un grupo cada vez que graba un disco es cómo rentabilizarlo. Ganar dinero es el gran quebradero de cabeza para la industria musical, que ha visto cómo las ventas en formato físico de los LP han caído de forma estrepitosa durante los diez últimos años. La aparición del mercado digital y de las redes de intercambio P2P o Torrent ha favorecido que, por un lado, comprar un disco en formato físico cada vez sea menos atractivo. El CD ha pasado de moda, y pese a cierta recuperación del vinilo como formato para los nostálgicos, lo más cómodo es descargar música con un click.
Hoy en día la situación es diferente a la de hace veinte años: la industria musical tiene que competir con la gratuidad de Internet, reduciendo de forma drástica su margen de beneficio
Por otro lado, y de forma mucho más importante, el mercado digital ha hecho de los discos algo gratuito. Antes la producción de un disco se realizaba únicamente en formato físico, y la única forma de obtener un disco era yendo a la tienda a comprarlo. Los sellos se aseguraban, de este modo, un beneficio seguro y unas pérdidas por copias privadas marginales. Hoy en día la situación es diferente: la industria tiene que competir con la gratuidad de Internet, reduciendo de forma drástica su margen de beneficio.
"Antes intentabas ganar dinero y ahora lo que intentas es no perderlo. Cubrir costes", dice Francisco Nixon. Si hace dos décadas un grupo pequeño, de la órbita indie y debutante aspiraba a generar beneficios por su trabajo, de la mano de un sello discográfico, hoy las expectativas económicas son más humildes. Teniendo en cuenta que Australian Blonde es, en palabras de Nixon, un grupo establecido, cabe inferir que las expectativas de grupos de menor recorrido o fama son aún menos alentadoras. ¿Qué puede esperar un grupo debutante de su disco en 2014?
Por lo pronto, una mayor difusión de su trabajo, pese a que de momento no se transforme en más dinero. Hace unas pocas semanas Taylor Swift anunciaba la retirada de todas sus canciones de Spotify, la plataforma de streaming por antonomasia. Según Swift, la empresa no le era rentable, y se beneficiaba de su trabajo aportando ganancias marginales, aunque Spotify discutiera sus cifras. El movimiento de Swift demostraba que la gran industria aún se puede permitir mantenerse al margen de los canales digitales de promoción y distribución. Pero las voces críticas con Spotify y otras plataformas han ido más allá del mainstream.
Artistas de menor proyección como Dean Wareham, líder y vocalista de uno de los grupos más reconocidos del indie underground de los ochenta, Galaxie 500, denunció hace ya dos años los escasos beneficios que su banda obtenía de la reproducción de canciones de Spotify. Por ejemplo, 'Tugboat', una de sus canciones más célebres, fue reproducida casi 8.000 veces en el primer cuarto de año de 2012. Por ello, Galaxie 500, recibieron 21 céntimos. Otros como Thom Yorke, líder de Radiohead, o Patrick Carney, de The Black Keys, también han mostrado su rechazo a las plataformas de streaming, particularmente Spotify. Ambos cuentan con importantes contratos y mueven a centenares de miles de fans en todo el mundo.
Cada formato cumple una función diferente: "El streaming para dar difusión, y el formato físico para vender en conciertos y mandar a las radios"
Si bien los grandes grupos, los más reproducidos en plataformas de streaming, sí pueden obtener un importante volumen de ganancias por esa vía, es cierto que sólo son unos pocos. De forma un tanto paradójica, quienes más tienen que ganar económicamente con Spotify son quienes menos le necesitan, de momento. De modo que la cuestión se cierne sobre qué aporta el nuevo mercado y cómo se mueven los grupos de mucha menor escala dentro de él. Para Nixon, cada formato cumple una función diferente: "El streaming para dar difusión, y el formato físico para vender en conciertos y mandar a las radios".
La supuesta clave: las ganancias por los directos
Así que el mercado se ha orientado hacia un terreno diferente al de las ventas directas: los directos y los derechos editoriales. Las plataformas de streaming como Deezer, Bandcamp o Soundcloud permiten, como ya hemos visto, difundir de forma masiva nueva música. A un nivel nunca antes permitido. Las dudas se ciernen sobre cómo obtener dinero con ello, pero no hay duda sobre su beneficio a la hora de expandir el alcance de los grupos.
El fin del imperio del CD y del monopolio de la oferta por parte de la industria ha puesto el acento sobre otros mercados. "Los derechos editoriales por sonar en la radio o en un anuncio, para algunos grupos, siguen siendo una fuente importante de ingresos. Desafortunadamente, cada ver hay menos grupos nuevos sonando en la radio comercial", opina Nixon. Internet es un mercado de nichos, masivo pero muy segmentado. Altavoces como la televisión o la radio siguen cumpliendo su papel. "Para mí sonar en la radio sigue siendo lo más importante. Por eso es tan preocupante que los grupos nuevos no encuentren sitios donde sonar aparte de Radio 3 y cosas así".
Las relaciones entre el oyente y el disco han cambiado, y con ellas el papel de los tradicionales difusores. Pese a su aún importante protagonismo, las radios han perdido fuerza. Antes eran prácticamente la única forma posible de dar a conocer a un grupo masivamente. Escuchabas una canción en la radio, ibas a la tienda y comprabas el disco. Hoy eso también se hace desde Internet, a menudo con grupos que nunca sonarían en cualquier radio.
¿Y qué se hace si ya no se compran discos tras descubrir una excitante canción colgada en Pandora? La teoría dice que se acude al concierto, el último lugar donde las bandas y los sellos aún pueden controlar la oferta. La práctica demuestra que esto no siempre es cierto:
El dinero está en los directos para los grupos que tienen un sello que les pueda promocionar y que consigan sonar en la radio. Para el resto, salir a tocar es un coste. Hoy en día mover a una banda de rock es prohibitivo. Un Dj o un cantautor pueden minimizar costes, pero en cuanto tienes que llevar una batería a 500 km estás jodido. Para un grupo español, en un entorno de crisis brutal y a un océano de distancia de su mercado natural, decir que el directo es la salvación, es un poco exagerado.
La observación de Nixon redunda en la idea expresada con anterioridad: las expectativas de un grupo pequeño o mediano, de ámbito nacional, pasan por ser humildes. Vivir de la música, de publicar discos, ha pasado de ser un objetivo factible a una empresa totémica. Y es posible que, al margen de innovaciones tecnológicas y nuevas formas de escucha, de relación con la música y los grupos, esta sea la mayor transformación en los últimos veinte años de industria musical.
Pros y contras mediantes, lo que es evidente es que la revolución del negocio musical ha sido radical a todos los niveles: tecnológico, promocional y financiero. Los tres niveles se han visto sacudidos por las innovaciones tecnológicas, personalizadas en Internet, pero también por la crisis económica que parece no tener fin y por los cambios de consumo personificados por el público. La cuestión es si este estadio aún forma parte de una transición más larga o si se acerca a su forma final. Todo apunta a lo primero: todo ha cambiado, pero es posible que cambie aún más.
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