La tecnología ha avanzado de un modo exponencial durante las últimas décadas. Pero, en los últimos años, este progreso se ha ralentizado a medida que los fabricantes de dispositivos se encuentran con más dificultades para ofrecer innovaciones realmente significativas.
Para la mayoría de usuarios resulta difícil diferenciar el rendimiento de un móvil nuevo frente a un móvil de hace unas generaciones. No es que no haya mejoras, es que no son tan diferenciadoras
No es que no haya avances tecnológicos, que los hay, pero no impactan tanto en la experiencia de usuario como los de entonces. En cierto modo, podríamos usar una analogía automovilística. En un mundo donde las carreteras tienen límites de velocidad de 120 Km/h, si la velocidad punta pasa de, por ejemplo, 90 Km/h a 110 Km/h, mejorará la experiencia de usuario de un modo determinante. Por su parte, si aumenta de 140 a 160 Km/h, no se traducirá en un cambio apreciable en la conducción, salvo casos muy concretos.
Con los dispositivos electrónicos, sucede un poco lo mismo: asistimos al incremento de rendimiento en los procesadores, el almacenamiento, la memoria, la conectividad o las pantallas, pero no se traduce en una experiencia de uso especialmente diferente en la mayor parte de los escenarios.
Básicamente, estos apartados han alcanzado un grado de maduración tal que incluso los dispositivos de hace unos años ya eran capaces de rendir y responder a las interacciones de los usuarios con fluidez, manteniendo esta validez hasta el momento presente.
No es un fenómeno nuevo: ya sucede en otros tipos de productos
Lo que está empezando a suceder con la tecnología, ya ha ocurrido en segmentos como el de la automoción, la moda o la literatura. Una vez que se democratiza su uso, se pierde el halo de “magia” que rodea a los coches, la ropa o los libros: se da más valor a la funcionalidad que a la novedad. Al mismo tiempo, si la funcionalidad adicional de los productos más actuales no se traduce en una ventaja real para el tipo de utilización que vamos a darles, pagar más por ello no encuentra una justificación real.
Mientras que los productos de segunda mano se compran en el mismo estado en el que los dejaron sus anteriores propietarios y sin garantía, los reacondicionados se revisan, reparan (si es necesario) y tienen dos años de garantía
Con la tecnología, esta “saturación” de las funcionalidades ha llegado más tarde, pero ya se deja ver en la dificultad que encuentra la mayoría de los usuarios a la hora de diferenciar el rendimiento de un móvil nuevo frente a un móvil de hace unas generaciones. O para diferenciar la calidad de una foto hecha con una cámara en un smartphone de hace unos años, frente a un móvil recién presentado. Lo mismo sucede con wearables, ordenadores, tabletas o televisores.
Es importante recalcar que no es que no haya mejoras, sino que estas mejoras no son tan diferenciadoras como para justificar dejar de lado el viejo.
Este fenómeno se refrenda al echar un vistazo a los estudios que han publicado distintas consultoras y analistas de mercado. Según Canalys, las ventas mundiales de móviles nuevos cayeron casi un 20% entre octubre y diciembre, y un 12% en todo el año 2022. Mientras tanto, la consultora Counterpoint pronostica que las ventas de reacondicionados sobrepasarán los 350 millones de dispositivos en 2024, un 55,9% más que en 2020.
Los reacondicionados: productos tecnológicos revisados y con garantía
En este escenario es donde entra en juego la figura del producto reacondicionado. Se trata de dispositivos que han sido revisados, reparados en caso de que sea necesario y provistos de su correspondiente garantía, que se ponen a la venta con precios proporcionales a su experiencia de uso.
Es importante diferenciar los productos de segunda mano de los reacondicionados. En el primer caso, los productos se compran en el mismo estado en el que los han dejado sus anteriores propietarios y sin garantía. En el segundo, los productos se revisan, reparan si es necesario y se les dota de una garantía de dos años, como en el caso de Back Market.
El reacondicionado y la segunda mano pesan menos de un 5% de la venta total de productos electrónicos. Desde Back Market adelantan que estamos "en un punto de inflexión" y que, en los próximos tres años, esta industria cogerá vuelo
A ello se suma una creciente concienciación sobre los beneficios de la economía circular, así como la escasez de componentes que, aunque parece estar influyendo menos en la disponibilidad de productos nuevos, ha sacudido con fuerza las dinámicas de mercado en segmentos como la automoción o la electrónica de consumo. Ante la espera para obtener un coche, una consola o un móvil, los usuarios se han empezado a acercar también al mercado de los productos reacondicionados para comprar un dispositivo adecuado a sus necesidades a un precio más ajustado. Cada vez más se preguntan por qué regalar un móvil o un reloj inteligente nuevo en el Día de la Madre, por ejemplo, si ella es la primera que está siempre recordándonos que no tiremos nada que se pueda aprovechar.
A Nathanaël Berbessou, director general de Back Market en España, le gusta poner como ejemplo el mercado del automóvil: en sus comienzos era complicado encontrar coches de segunda mano, mientras que ahora solo 30 de cada 100 coches que se comercializan son a estrenar. ¿Hay alguna razón para que no suceda lo mismo con nuestros gadgets favoritos? En su opinión, no. Según sus cifras, el reacondicionado y la segunda mano pesan menos de un 5% de la venta total de productos electrónicos, por lo que estamos ante "un punto de inflexión", adelantando que, en los próximos tres años, esta industria cogerá vuelo.
Un ejemplo práctico: Apple iPad 9,7’’ (2018) frente al Apple iPad 2022
Aunque en la web de Back Market se pueden encontrar desde móviles (lo más popular) a planchas, aspiradoras o purificadores, para ejemplificar las diferencias entre dispositivos de diferentes generaciones, vamos a empezar comparando el Apple iPad de 2018 frente al Apple iPad de 2022. En este caso, estamos ante una gama que se ha especializado enormemente en los últimos años.
Las tabletas se han quedado como dispositivos casi exclusivamente para el consumo de contenidos, por lo que el rendimiento, almacenamiento o multitarea que brindan las nuevas versiones aparecen en segundo plano
En su andadura como categoría de producto, las tabletas se posicionaban incluso como una alternativa para los portátiles. Sin embargo, en los últimos años, una vez perdida la batalla en la arena de la creación de contenidos, se han quedado como dispositivos casi exclusivamente para el consumo de contenidos.
Por tanto, variables como el rendimiento, la capacidad de almacenamiento o la multitarea aparecen en un segundo plano frente a escenarios tan “simples” como el de ver contenidos en streaming o usar apps muy concretas, como las de TV bajo demanda o las de lectura de libros y documentos.
En aspectos más relevantes para el consumo de contenidos, como el tamaño de pantalla o la densidad de píxeles, ambos modelos son prácticamente idénticos. La pantalla en el modelo más reciente es un poco más grande, pero se mantiene la densidad de píxeles. El almacenamiento es de 64 GB frente a 32 GB en el modelo de 2018, pero, de nuevo, para el consumo de contenidos, no es un aspecto especialmente relevante en la era del streaming.
Con Wi-Fi ac, tenemos conectividad suficiente para consumir contenidos o para videoconferencia. Aquí, el modelo más reciente cuenta con cámara 1080p frente a 720p del modelo más veterano. De nuevo, la experiencia de uso será básicamente similar en la vida real.
La tablet iPad 9,7’’ (2018) en Back Market puede encontrarse a menos de 200 euros. En la tienda de Apple, el dispositivo de última generación nuevo cuesta 579 euros para el modelo Wi-Fi de 64 GB. Una diferencia sustancial que, examinando la experiencia de uso que se le dará en la mayor parte de los casos, no se justifica fácilmente.
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Y otro: Apple Watch SE 40 mm (2020) frente al Apple Watch SE 40 mm (2022)
En el caso de este wearable de Apple, en su versión GPS sin celular, las diferencias se ciñen básicamente a la versión del chip integrado, que, en la práctica, no se notará en el día a día.
Los Apple Watch de Apple, debido a su escasa autonomía, generalmente no se usan de forma habitual para tareas que no sean consultar la hora y las notificaciones, así como registrar alguna actividad física.
Para este tipo de uso, ambos modelos se comportan esencialmente igual en la vida real. En ambos casos, la versión del sistema operativo puede actualizarse a la versión 9.4. Aunque es probable que el modelo más antiguo “aguante” menos actualizaciones, no serán un aspecto que limite de manera determinante la funcionalidad del reloj.
En la versión más reciente, hay más colores donde elegir, eso es cierto. Si la estética es un factor determinante, será una cuestión que habrá que considerar, aunque en el modelo de 2020 también hay múltiples opciones para la tonalidad del smartwatch.
El precio del reloj de 2020 en Back Market está a partir de 239 euros. El reloj, nuevo, en la Tienda de Apple, tiene un precio a partir de 299 euros. Un 20% más es una cifra nada desdeñable teniendo en cuenta la escasa diferencia que encontramos entre uno y otro modelo.
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Reacondicionados: una tendencia al alza
Las cifras hablan por sí mismas, así como los datos acerca de la evolución del mercado de los productos reacondicionados. Además, los precios son proporcionales a la experiencia de uso. Habrá que examinar cada caso particular, pero, en los dos ejemplos que hemos usado como caso práctico, encontramos coherencia en este modelo de negocio.
La garantía de dos años que ofrece Back Market, además, proporciona un plus de tranquilidad sobre la compra realizada. Es cierto que estamos ante productos en los que es posible encontrar alguna mácula que nos recuerda que no son nuevos.
Eso sí, en muchos casos, será la misma mácula que tendremos en nuestros dispositivos nuevos a los pocos días o semanas de haberlos estrenado, con los que convivimos sin problemas, al no afectar a la funcionalidad, ni a la estética, salvo que nos paremos a mirar casi con lupa el móvil, ordenador, tableta, wearable o cualquier otro dispositivo reacondicionado que compremos.
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