Apple ante la dicotomía: ¿qué sistema operativo gobernará esos futuros Macs basados en ARM?

Apple no ha soltado prenda, pero quienes la conocen bien afirman que la empresa dejará de usar CPUs de Intel en sus Mac en 2020 y comenzará a utilizar procesadores propios basados en la arquitectura ARM.

El movimiento, a falta de confirmación por parte de Apple, parece lógico y natural, pero además de las incógnitas sobre la transición hardware hay otras igualmente importantes sobre en materia software. ¿Cómo se hará la transición? ¿Serán equipos basados en iOS o en macOS?

Apple ya se sabe la lección

En Apple parecen estar preparando una de las transiciones más ambiciosas de su historia —si no la que más— con el llamado proyecto Kalamata. Los rumores sobre la potencial aparición de MacBooks basados en ARM se llevan produciendo desde hace años, para muchos (y me incluyo) la cuestión no era si Apple lo haría, sino cuando daría este paso.

No será desde luego la primera vez que afronte una transición de este tipo. Lo hizo a mediados de los 90 cuando los Macs basados en procesadores Motorola 680x0 dieron el salto a procesadores PowerPC, y lo volvió a hacer totalmente por sorpresa en 2005, cuando Steve jobs anunció que abandonaban esos PowerPC para comenzar a usar procesadores de Intel en sus equipos.

La otra gran transición histórica de Apple fue a nivel software, y afectó al cambio desde Mac OS 9 a Mac OS X, aunque las directamente relacionadas con este nuevo hito son las dos anteriormente mencionadas.

En ambos casos las posibles críticas y retos ante esas difíciles transiciones acabaron superándose: para cuando Apple anunció esas decisiones, el camino ya estaba bien marcado, y solo había que seguirlo.

En ambos casos el cambio fue todo un éxito que logró hacer que los Mac siguieran siendo referentes en el segmento de los ordenadores de sobremesa y portátiles, y si finalmente Apple da el salto a procesadores ARM propios como los que ahora vemos en sus iPhone y iPad es de esperar que esas mismas barreras y críticas —que aparecerán, seguro— desaparezcan tras cierto tiempo.

Emular y "traducir" siempre le funcionó a Apple

En cualquiera de esos cambios era importante no dejar atrás ni a los usuarios ni a los desarrolladores, y tanto en la primera como en la segunda de esas transiciones Apple logró que eso no ocurriera. ¿Cómo?

La respuesta es sencilla: emulación. El llamado Mac 68k emulator fue el encargado de solventar la papeleta en la primera ocasión, ya que permitía que aplicaciones desarrolladas para los Macintosh basados en los Motorola 680x0 pudieran funcionar en los Mac basados en PowerPC.

Lo mismo ocurrió con la transición desde los PowerPC a los Intel. En aquella ocasión la respuesta de Apple a usuarios y desarrolladores que querían seguir utilizando software de la anterior plataforma fue Rosetta.

En realidad Rosetta no era un emulador, sino una herramienta que creaba ejecutables binarios: tú le dabas un ejecutable de PowerPC y la herramienta te la "traducía" a un binario que funcionaba en Intel sin modificaciones del código.

Rosetta no era perfecto: no traducía binarios de los PowerPC G5 de forma directa, había que modificarlas. Tampoco era la solución ideal para aplicaciones intensivas en cálculos como Adobe Photoshop o Final Cut Pro tuvieron que adaptarse de forma completa, y sus desarrolladores tenían que crear binarios universales adecuados para poder ejecutarlas en Macs basados en Intel. Aún así Rosetta volvió a cumplir su cometido, y la transición, como podemos comprobar hoy en día, fue un éxito aplastante.

Una transición compleja

Todo hace pensar que Apple recurriría por tanto a este tipo de soluciones para lidiar con el periodo de transición desde aplicaciones Intel a aplicaciones ARM.

El problema al que se enfrentaría Apple sería no obstante delicado: con las dos anteriores transiciones las nuevas plataformas ofrecían alternativas más potentes que aquellas que les precedían, pero en esta ocasión la cosa no está tan clara.

Aunque es cierto que hace tiempo que los procesadores móviles de Apple han demostrado unas prestaciones impresionantes que los hacían candidatos a poder gobernar un portátil sin demasiados problemas, es imposible saber si podrían satisfacer las necesidades de los usuarios de los equipos de Apple.

Todo hace pensar que sí, desde luego, y que salvo en casos especiales (aplicaciones muy exigentes en recursos como las mencionadas Photoshop o Final Cut Pro X) los micros ARM diseñados por Apple podrían lidiar con esos escenarios.

De hecho los diseños actuales están pensados para dispositivos y por tanto limitados en consumo energético y potencia a esos dispositivos: es probable que Apple cuente con soluciones más ambiciosas (y algo más glotonas en consumo energético, claro) para esos futuros MacBook y Mac, si es que no está ya probándolos en sus laboratorios de forma secreta.

El ejemplo de Microsoft

Aquí hay un predecente interesante, y es el de Microsoft, que anunció hace pocos meses la aparición de ultraportátiles basados en procesadores ARM (los Qualcomm Snapdragon 845) y que ofrece una versión de Windows 10 para ARM y una capa de emulación capaz de hacer que un buen conjunto de aplicaciones 'legacy' tradicionales de la plataforma x86 funcionen sin ningún problema en estos equipos.

La solución de Microsoft no es perfecta y tiene algunas limitaciones, pero desde luego abre la puerta a las ventajas de esa arquitectura que entre otras cosas plantea autonomías de batería sorprendentes que rondan las 20 horas y, por supuesto, conectividad móvil de serie.

De seguir Apple esa línea, esos futuros MacBook y Mac basados en ARM seguirían haciendo uso de un macOS adaptado a esa arquitectura y que además contaría con un sistema de emulación para software 'legacy', pero para muchos (y me incluyo de nuevo) el futuro de Apple pasa por un único candidato a ser su sistema operativo único y universal: iOS.

¿Es iOS el único sistema operativo que quedará para Apple?

La respuesta parece inclinarse más hacia el sí que hacia el no. El sistema operativo iOS podría conquistar también a esos futuros equipos de Apple basados en ARM, y hay unos cuantos indicios que apuntan a ello.

Entre ellas está por ejemplo el hecho de que macOS es un sistema operativo que apenas recibe mejoras en características y prestaciones. Las últimas ediciones han demostrado la madurez de un sistema que funciona muy bien pero que no recibe ni mucho menos el cariño que iOS recibe por parte de Apple.

Otro de los indicios es precisamente esa gradual adopción de ideas que antes pertenecían a macOS en exclusiva y que se han ido apoderando de iOS. En iOS 11 hemos visto como el Dock y el explorador de ficheros convertían a los iPad en tabletas mucho más preparadas para la productividad, y hay quien cree (vuelvo a incluirme, venga) que a iOS ya solo le falta soporte para ratón para convertirse en el nuevo macOS.

Ayudan otros apartados, claro, y entre ellos está la App Store que se ha convertido en una importante fuente de ingresos para Apple, pero sobre todo en la plataforma de distribución software más atractiva para los desarrolladores: al atractivo económico se le une ese gran funcionamiento de un sistema que ha mostrado el camino para que otros monten sus tiendas de aplicaciones e intenten seguir los pasos de Apple a una distancia prudencial (Google Play) o a muchísima distancia (Windows Store).

Ese catálogo software y ese amor de los desarrolladores a iOS parece también apoyar la teoría de que la transición a iOS en portátiles y sobremesa no es descabellada: los desarrolladores adaptarían sus aplicaciones a este tipo de dispositivos, y mientras no lo hicieran es probable que Apple, como decíamos, proporcionase una capa de emulación o de traducción de binarios que allanase el camino.

Las desventajas de esa decisión son claras y afectan a un nicho de mercado claro: el de los 'power users', los que aprovechan sus Mac para tareas exigentes que parecen tener una solución más difícil en esos hipotéticos MacBook o Mac basados en ARM.

A un usuario de Final Cut Pro X seguramente no le haga mucha gracia pensar que tendrá que hacerlo todo con iOS a partir de ese momento, pero precisamente por eso es probable que esa transición hardware no sea ni mucho menos repentina.

Se habla de que los primeros equipos en aparecer serían los actuales MacBook pero en su rumoreada edición ARM, y de ahí Apple pasaría a MacBook Pro, iMac y puede que hasta a ese Mac Pro —aun estamos esperando su renovación aún basada en Intel— que quizás tardaría bastante más en llegar.

Marzipan, el mazapán de la transición

Lo cierto es que otro rumor previo ya nos da datos sobre esa transición. Se trata ni más ni menos que de Marzipan, el proyecto que Bloomberg desveló a finales de 2017 y que según fuentes cercanas a la empresa permitiría desarrollar aplicaciones universales.

Esa sería la pieza clave de esa transición, ya que teóricamente permitiría a los desarrolladores trabajar en aplicaciones que funcionarían tanto para iOS como para macOS. ¿Qué significa eso? Que un usuario de macOS en un equipo Intel podría seguir utilizando esa aplicación universal en su equipo hasta que cambiase a esos Mac basados en ARM y gobernados por iOS.

¿Por qué? Pues porque la aplicación sería (al menos si hacemos caso a lo que plantea Marzipan) exactamente la misma, pero preparada para correr de forma nativa en ambas plataformas.

Ya lo decíamos entonces: Marzipan eliminaría la necesidad de esa convergencia que buscaron Microsoft o Canonical porque acabaría haciendo que macOS fuese irrelevante. No de forma inmediata, claro, pero sí a medio y largo plazo, sobre todo si esos procesadores ARM de Apple para sus portátiles y sobremesa acaban ofreciendo las prestaciones que todos pensamos que podrían tener.

El camino sería mucho más cercano al que vimos con soluciones como Remix OS —que parecía mostrar el futuro de Android— o que ahora vemos en Samsung DeX (o la alternativa de Huawei), por ejemplo.

Google parece plantear algo similar con Fuchsia, ese misterioso sistema operativo que parece coger lo mejor de Chrome OS y de Android para plantear el único sistema operativo de futuro en sus dispositivos móviles y sus equipos de sobremesa y portátiles.

Son desde luego muchas las incógnitas que rodean a Kalamata y a Marzipan, pero esas piezas nos empiezan a dejar entrever el futuro de una Apple que apostaría por un único sistema operativo (iOS, insistimos, parece ganar esa batalla a macOS) y una única familia de procesadores (ARM) para todo su ecosistema. Tiempos excitantes, desde luego.

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