La compra de un nuevo ordenador de sobremesa puede representar un auténtico desafío, sobre todo para aquellos usuarios que no están familiarizados con las últimas innovaciones introducidas en el hardware de estos equipos. Elegir la CPU adecuada, el tipo y la cantidad de memoria RAM, el procesador gráfico o la unidad de almacenamiento secundario no es trivial. Y, además, estas elecciones pueden tener un impacto importante tanto en nuestra experiencia como en la vida útil del PC.
Somos conscientes de que cada usuario tiene unas necesidades específicas, y, por tanto, lo ideal es que su nuevo equipo sea capaz de resolverlas con la mayor eficacia posible. Por esta razón en este artículo os proponemos tres configuraciones diferentes que pretenden servir como punto de partida para resolver los escenarios de uso más habituales: un PC de propósito general que pueda llevar a cabo con suficiencia tareas ofimáticas, navegación y reproducción de contenidos; un equipo para gaming que nos garantice una experiencia satisfactoria con los títulos de última generación; y, por último, un ordenador capacitado para la creación de contenidos (infografía, edición de vídeo, etc.).
La clave del éxito reside en la elección de los componentes adecuados; solo así conseguiremos que nuestro PC nos ofrezca la experiencia que buscamos
Nuestras propuestas no pretenden ser otra cosa que un punto de partida que os ayude a identificar aquellos componentes críticos en cada uno de estos escenarios de uso. Una referencia. Pero a partir de ahí lo ideal es que vosotros mismos introduzcáis las modificaciones que creáis necesarias en la configuración para que se adapte como un guante a vuestras necesidades. Ya hemos definido con bastante precisión nuestro objetivo, así que os propongo que entremos en materia.
PC de propósito general para ofimática, navegación y reproducción de contenidos
El microprocesador
La CPU de un ordenador de propósito general no tiene por qué ser exageradamente ambiciosa. Lo ideal es que nos ofrezca una relación equilibrada entre su frecuencia de reloj máxima y el número de hilos de ejecución (threads) que es capaz de procesar simultáneamente. El primer parámetro nos indica la frecuencia máxima a la que los núcleos son capaces de trabajar cuando las circunstancias lo requieren, y es importante en la ejecución de aquellas tareas que no tienen un alto grado de paralelismo, como, por ejemplo, las aplicaciones ofimáticas y los juegos.
El número máximo de hilos de ejecución de una CPU, en cambio, es importante si solemos ejecutar muchas aplicaciones simultáneamente, y también si utilizamos herramientas con un alto grado de paralelismo, como, por ejemplo, las de diseño en 3D. En principio este último escenario de uso no debería ser el más frecuente en esta máquina, de ahí que, ante todo, nos interesa que prevalezca el equilibrio entre estos dos parámetros de la CPU.
Un buen punto de partida para encontrar el microprocesador idóneo para este PC pasa por ceñirnos a las soluciones que tienen cuatro núcleos físicos y una frecuencia de reloj base no inferior a los 3 GHz. Afortunadamente, tenemos bastantes opciones que encajan en estos parámetros, pero yo me ceñiría a las familias Core i3 y Core i5 de octava generación de Intel, y a los chips Ryzen 3 y Ryzen 5 de AMD. No hace falta en absoluto apuntar a los más caros Core i7 y Ryzen 7 para obtener un rendimiento muy satisfactorio en esta categoría.
La memoria principal
En un equipo con una ambición moderada como es el que estamos describiendo en esta categoría es razonable tomar como punto de partida 8 GB de RAM. Optar por una cantidad inferior puede echar por tierra tanto nuestra experiencia como nuestra productividad. Eso sí, si nuestro presupuesto nos permite hacernos con más memoria principal, mejor. Pero os aconsejamos que no os decantéis por menos de 8 GB de tipo DDR4.
En lo que concierne a la frecuencia de reloj a la que trabajan los chips de memoria nuestro punto de partida debe ser 2.133 MHz. De nuevo, si podemos optar por módulos más rápidos, mucho mejor, pero 8 GB DDR4 a 2.133 MHz deberían proporcionarnos una experiencia satisfactoria en un PC de esta categoría.
Una nota breve pero interesante: esta frecuencia de reloj es efectiva. La velocidad nominal a la que trabajan las memorias de tipo DDR es justo la mitad de su frecuencia efectiva, pero las describimos usando esta última porque sus chips se activan dos veces en cada ciclo de la señal de reloj (por flanco de subida/bajada o por nivel alto/bajo), por lo que su ritmo de trabajo equivale al que tendría una memoria que trabajase al doble de su velocidad nominal, pero que solo se activase una única vez en cada ciclo de la señal de reloj.
El procesador gráfico
Esta máquina no tiene por qué ser especialmente exigente en materia gráfica, a menos que queramos utilizarla también de vez en cuando para jugar. En principio la lógica gráfica integrada en cualquier CPU de última generación de AMD o Intel está capacitada para ofrecernos un rendimiento muy digno en este escenario de uso. Incluso aunque queramos reproducir vídeo con resolución 4K UHD. Eso sí, si tenemos la intención de utilizar este PC en alguna ocasión para jugar y nuestras exigencias son mínimamente ambiciosas, el panorama cambia.
La lógica gráfica integrada ha mejorado mucho durante las últimas generaciones de microprocesadores, por lo que para ofimática, en principio, no hace falta más
En este último contexto una tarjeta gráfica equipada con una GPU GeForce GTX 1050 Ti de NVIDIA, o, mejor aún, con un procesador gráfico GeForce GTX 1060, es una opción muy apetecible. Con estas tarjetas gráficas podremos jugar a muchos títulos con resolución 1080p de una manera bastante satisfactoria. Si nuestra ambición en lo que concierne a los juegos es mayor entramos en los dominios de la máquina para gaming de la que os hablamos a continuación, por lo que os sugerimos que en este caso os ciñáis a lo que os proponemos en la siguiente categoría.
El almacenamiento secundario
En este terreno no hay ningún misterio: cuanto más espacio tengamos, mejor. Por muy grande que sea nuestro disco duro es probable que acabemos llenándolo, incluso aunque seamos cuidadosos. En cualquier caso, hay unos requisitos mínimos que podemos fijarnos como referencia. Lo ideal es que nuestro nuevo PC cuente con dos unidades de almacenamiento secundario: una unidad SSD de alto rendimiento y un disco mecánico de elevada capacidad.
Lo ideal es que la primera, la unidad SSD, tenga una capacidad de al menos 256 GB e interfaz NVMe M.2 porque es la que nos ofrecerá el rendimiento más elevado. En ella instalaremos el sistema operativo, el fichero de paginación y las aplicaciones. El disco duro mecánico debería tener al menos una capacidad de 1 Tbyte, interfaz SATA3 y una velocidad de rotación de 7.200 rpm. Lo usaremos para almacenar nuestros datos. Si nuestro presupuesto nos permite que estas dos unidades de almacenamiento tengan más capacidad, mucho mejor, pero estas son las cifras que os proponemos como punto de partida.
El monitor
En la elección del monitor adecuado deben prevalecer las preferencias personales de cada usuario. Los tamaños más habituales son 21,5, 24 y 27 pulgadas, pero hay otros tanto por debajo como por encima de estas cifras. A algunos usuarios un dispositivo de 27 pulgadas les parecerá demasiado grande y preferirán una solución más pequeña, mientras que otros agradecerán el espacio de trabajo extra que les ofrecen estos monitores.
En este contexto la decisión debe ser vuestra. Eso sí, lo que podemos hacer es recomendaros cuál es la resolución mínima por la que merece la pena apostar una vez que nos hemos decantado por cualquiera de estos tamaños. Los dispositivos de 21,5 y 24 pulgadas en ningún caso deben tener una resolución inferior a Full HD (1.920 x 1.080 puntos), mientras que los de 27 pulgadas o más deben ser más ambiciosos para evitar que el tamaño de cada píxel sea excesivamente grande.
Si queremos un monitor de 27 pulgadas no tenemos necesariamente que irnos a un dispositivo con resolución 4K UHD (3.840 x 2.160 píxeles), pero es aconsejable que al menos tenga resolución QHD (2.560 x 1.440 puntos). Los modelos de este tamaño más económicos tienen resolución Full HD, pero os sugerimos que, si vuestro presupuesto puede asumirlo, os decantéis al menos por una opción WQHD porque disfrutaréis un espacio de trabajo más amplio y unas imágenes más detalladas.
Un PC para exprimir los juegos de última hornada y los que vendrán
El microprocesador
La mayor parte de los juegos actuales se beneficia en mayor medida de una frecuencia de reloj más alta que de la presencia de más núcleos (sean físicos o lógicos), por lo que cualquier CPU de última generación de Intel o AMD que tenga al menos cuatro núcleos físicos capaces de trabajar a una frecuencia de reloj base no inferior a 3,5 GHz puede ser una buena opción.
La mayor parte de los fabricantes de máquinas para gaming se decanta por microprocesadores Intel Core i5 o i7, o AMD Ryzen 5 o 7, y descartan los chips Core i3 y Ryzen 3. Sin embargo, algunos modelos de estas dos últimas familias, los de gama más alta, encajan estupendamente en estas coordenadas y también pueden ser atractivos porque es posible encontrarlos a precios muy apetecibles.
Ahí van dos ejemplos de microprocesadores muy interesantes si nuestro presupuesto es comedido: AMD Ryzen 3 2300X, con una frecuencia de reloj base de 3,5 GHz y cuatro núcleos, e Intel Core i3-8350K, capaz de trabajar a 4 GHz y también con cuatro núcleos.
A partir de estas premisas y con nuestro presupuesto en mente no debería costarnos encontrar la CPU idónea para nuestra máquina para juegos. Si nuestros ahorros nos permiten ir a por un Core i7 o un Ryzen 7, perfecto. Pero si no es así, como veis, hay opciones más económicas que también son muy interesantes.
En lo que concierne a las memorias caché no es necesario que les prestemos demasiada atención. Incluso los relativamente modestos procesadores Ryzen 3 y Core i3 que os hemos propuesto en el párrafo anterior cuentan con unas cachés de nivel 1 y 2 (L1 y L2) con una capacidad más que suficiente y una caché compartida de nivel 3 (L3) de 8 Mbytes que, en principio, es más que digna.
Un último apunte que no nos interesa pasar por alto: el sistema de refrigeración ejerce un rol muy importante en las máquinas para juegos, especialmente si tenemos la intención de practicar overclocking. Las soluciones de refrigeración líquida son las ideales porque nos garantizan una alta eficiencia y un nivel de ruido razonable, pero suelen ser caras.
Si nuestro presupuesto no da para un sistema de refrigeración líquida deberemos decantarnos por la refrigeración por aire tradicional, pero es importante que elijamos un ventilador de calidad para la CPU que evite que alcance su umbral máximo de temperatura, incluso cuando la carga de trabajo es muy alta. Podemos estar seguros de que el dinero que invirtamos en el ventilador de nuestro procesador estará bien gastado si nos hacemos con una solución de calidad. Ahí van algunas marcas con propuestas interesantes: Thermaltake, Akasa, Be Quiet!, Cooler Master, Scythe, SilverStone, etc.
La memoria principal
Si queremos que el rendimiento de nuestro equipo para juegos no se vea comprometido lo ideal es que nuestro punto de partida sea un subsistema de memoria principal de 16 GB de tipo DDR4. ¿A qué velocidad? A 2.400 MHz. O más, si nuestro presupuesto nos lo permite. No obstante, no todos los módulos de memoria que parecen iguales lo son.
Algunos, los mejores, nos dejan un margen más amplio a la hora de practicar overclocking por la mayor estabilidad de sus chips y su sistema de refrigeración (los módulos más elaborados suelen tener disipadores de gran tamaño). Ahí van algunas marcas en las que podemos fijarnos: Corsair, Crucial, Kingston, G.Skill y Adata, entre otras.
El procesador gráfico
Antes de decidir cuál será la GPU con la que contará la tarjeta gráfica de nuestro equipo para gaming debemos plantearnos en qué condiciones queremos jugar. ¿Nos conformamos con jugar a 1080p? ¿Aspiramos a hacerlo a 1440p y 60 FPS? Nuestra tarjeta gráfica debe estar en consonancia con nuestras expectativas, por lo que lo ideal es que repasemos qué podemos esperar de cada uno de los procesadores gráficos de NVIDIA que podemos encontrar actualmente en el mercado debido a que, en realidad, tanto la mayor parte de los fabricantes de equipos como los jugones apuestan por las soluciones de esta marca.
Si nuestra ambición es moderada y nos basta jugar a 1080p y 60 FPS la elección lógica es una tarjeta gráfica con GPU GeForce GTX 1060. Si aspiramos a alcanzar cadencias de imágenes por segundo claramente superiores a los 60 FPS a 1080p, o bien si queremos jugar a 1440p con cadencias medias que con frecuencia se situarán en la órbita de los 60 FPS, la mejor opción es una tarjeta gráfica con GPU GeForce GTX 1070.
Por último, si queremos ir un poco más lejos y jugar con una resolución de 4K UHD, la mejor opción será una tarjeta con procesador gráfico GeForce GTX 1080. Con esta última podemos aspirar a situarnos entre 40 y 60 FPS en muchos juegos, mientras que a esta resolución con una GeForce GTX 1070 normalmente nos quedaremos en la órbita de los 30 FPS.
Si nuestras aspiraciones son aún más altas y queremos jugar a 4K UHD con una cadencia de imágenes estable y superior a los 60 FPS en todos los juegos podemos optar por dos tarjetas gráficas GeForce GTX 1080 en configuración SLI, o bien por alguna de las nuevas tarjetas con GPU NVIDIA GeForce RTX 2080 o GeForce RTX 2080 Ti. Nosotros ya las hemos analizado, y, efectivamente, nos permiten jugar a 4K UHD y 60 FPS a prácticamente cualquier juego. Pero, eso sí, solo tienen sentido si nuestro presupuesto es muy generoso porque el precio de partida de las RTX 2080 es 849 euros. Y esto es lo que tendremos que pagar solo por la tarjeta gráfica.
El almacenamiento secundario
Buena parte de lo que os hemos propuesto en lo que se refiere al almacenamiento secundario cuando hablábamos del PC para ofimática nos sirve aquí también. Las interfaces NVMe M.2 para la unidad SSD y SATA3 para el disco mecánico pueden tener un impacto muy positivo en el rendimiento del equipo (especialmente la unidad SSD). Eso sí, los juegos modernos suelen ocupar mucho espacio en disco, por lo que lo ideal es que seamos más ambiciosos en lo que concierne a su capacidad.
Las unidades SSD con interfaz NVMe M.2 tienen un rendimiento excepcional que ejerce un impacto monumental en las prestaciones globales del PC
Lo ideal es que la unidad SSD no tenga en ningún caso una capacidad inferior a los 512 GB. Si vuestro presupuesto os permite llegar a 1 TB o superarlo, mejor aún. Por supuesto, manteniendo la interfaz NVMe M.2. El rendimiento de las unidades SSD con interfaz SATA3 es sensiblemente más reducido. En lo que concierne al disco mecánico os proponemos que nuestro punto de partida sean 2 TB con interfaz SATA3 y una velocidad de giro de 7.200 rpm. Su impacto en el coste del PC es relativamente reducido, por lo que otras capacidades realistas son 4 y 6 TB. Por encima de estas cifras el precio se incrementa sensiblemente.
El monitor
En lo que concierne al tamaño del monitor no podemos deciros mucho más de lo que ya os hemos contado cuando hablábamos del PC para ofimática. Los modelos más habituales son los de 21,5, 24 y 27 pulgadas, pero hay opciones tanto por debajo como por encima de estas cifras. Lo ideal es que cada usuario elija el tamaño con el que se siente más cómodo, aunque, eso sí, en el terreno de los juegos un tamaño mayor nos ofrece una inmersión más lograda, por lo que nuestra sugerencia es que si vuestro presupuesto os lo permite os decantéis por un monitor de al menos 24 pulgadas.
La elección de la resolución y la frecuencia de refresco que debe ofrecernos nuestro monitor debe ir en consonancia con las prestaciones de nuestra tarjeta gráfica. Si tenemos, por ejemplo, una tarjeta con GPU GeForce GTX 1070 que nos permite disfrutar muchos títulos con cadencias por encima de los 60 FPS a una resolución de 1440p puede ser una buena idea apostar por un monitor con resolución QHD y un refresco máximo de 144 Hz. Lo realmente importante en este contexto es que el monitor y la tarjeta gráfica «se entiendan».
En lo que concierne a la tecnología utilizada por el panel, las más habituales son IPS, TN y VA. La primera nos ofrece una restitución del color más precisa y unos ángulos de visualización más amplios, pero habitualmente también un tiempo de respuesta más elevado. Los paneles VA suelen adolecer de un ángulo de visualización más reducido que el de los IPS, pero su tiempo de respuesta suele ser más bajo (y esto con los juegos es importante). Su calidad de imagen ha mejorado mucho durante los últimos años, lo que permite a muchos modelos VA mirar de tú a tú a los IPS.
Los paneles TN son los más baratos, por lo que podemos encontrarlos en algunos monitores de gama de entrada. Su calidad de imagen ha mejorado con el desarrollo de la tecnología de fabricación de estos paneles, pero sigue siendo inferior a la que nos ofrecen los paneles IPS y VA, por lo que, a menos que vuestro presupuesto os lo imponga, os recomendamos que optéis por un monitor con uno de estos últimos paneles, el mínimo tiempo de respuesta posible y el binomio resolución/frecuencia de refresco apropiado para sacar el máximo partido posible a vuestra tarjeta gráfica.
Un último apunte: en este escenario de uso es interesante que nuestro monitor sea compatible con las tecnologías AMD FreeSync o NVIDIA G-Sync. Ambas son técnicas de refresco adaptativo y sirven para sincronizar las imágenes emitidas por la GPU y las que reproduce el monitor, lo que nos ayuda a combatir unos defectos tan molestos como el tearing y el stuttering. El primero provoca que la imagen quede deformada por una línea que la atraviesa horizontalmente de un extremo al otro, y el segundo induce la aparición de unos pequeños saltos en la cadencia de imágenes que reducen la fluidez y pueden arruinar nuestra experiencia.
PC para creación de contenidos: edición de vídeo, retoque fotográfico, infografía y más
El microprocesador
A diferencia de lo que sucede en un PC diseñado específicamente para jugar, un ordenador que va a ser utilizado para editar vídeo, retocar fotografías o crear gráficos en 3D, entre otros frentes característicos de la creación de contenidos, sí puede beneficiarse de la presencia de una CPU con un nivel de ejecución en paralelo importante. ¿Cuál puede ser nuestro punto de partida en este escenario? Un procesador con cuatro núcleos físicos, ocho lógicos y una frecuencia de reloj base no inferior a los 3 GHz.
Un dato importante que nos interesa tener en cuenta es que la mayor parte de los microprocesadores de la familia Core i3 de octava generación de Intel carece de tecnología Hyper-Threading, por lo que los descartaría. Los modelos con dos núcleos físicos sí la incorporan, pero solo son capaces de manejar cuatro hilos de ejecución, por lo que en este escenario de uso no son una buena opción. Es preferible optar por una CPU Core i5 o i7 con al menos cuatro núcleos físicos y ocho threads, o bien por un chip con seis núcleos físicos y seis hilos de ejecución.
Con AMD sucede algo muy similar. Los chips de la familia Ryzen 3 de segunda generación carecen de tecnología SMT (Simultaneous Multi-Threading) e incorporan cuatro núcleos físicos, por lo que en este escenario no representan la mejor opción. Es preferible que nos decantemos por una CPU perteneciente a las familias Ryzen 5 o 7 de segunda generación debido a que al menos contaremos con cuatro núcleos físicos y ocho hilos de ejecución. Si nuestro presupuesto es relativamente holgado podemos contemplar la posibilidad de hacernos con un chip Ryzen 7 con hasta ocho núcleos y 16 subprocesos.
La memoria principal
Los consejos que os hemos propuesto para resolver este apartado en la máquina para juegos nos sirven perfectamente también en este equipo destinado a la creación de contenidos. De nuevo, os sugerimos que nuestro punto de partida sea un subsistema de memoria principal de 16 GB DDR4 a una frecuencia de reloj efectiva de al menos 2.400 MHz. Si nuestro presupuesto nos permite ser más ambiciosos en lo que concierne a su cantidad y velocidad, mejor.
El procesador gráfico
El apartado gráfico en esta máquina es relativamente delicado. Una tarjeta gráfica equipada con una GPU medianamente potente, como pueden ser las que cuentan con un procesador gráfico GeForce GTX 1060 o GTX 1070, nos deparará un rendimiento muy satisfactorio en la mayor parte de los escenarios de uso. No obstante, si nos dedicamos profesionalmente a la creación artística, el diseño o trabajamos en entornos de realidad virtual, merece la pena que nos planteemos la opción de decantarnos por una tarjeta gráfica equipada con una GPU Quadro de NVIDIA o Radeon Pro de AMD.
A diferencia de las tarjetas diseñadas para lidiar con juegos, las Quadro y las Radeon Pro tienen una marcada vocación profesional. Por esta razón, cuentan con controladores optimizados para muchas de las aplicaciones profesionales de creación de contenidos y con certificaciones ISV (proveedores independientes de software).
Además, suelen tener una amplia dotación de salidas de vídeo que nos permite trabajar en entornos multimonitor, pueden aglutinar enormes cantidades de memoria, nos permiten trabajar con una profundidad de color de hasta 10 bits, e, incluso, crear contenidos con resolución 8K, entre otras opciones. Si os dedicáis profesionalmente a la creación de contenidos merece la pena que indaguéis un poco en estas dos familias de tarjetas gráficas de NVIDIA y AMD porque pueden ofreceros una experiencia más satisfactoria que las tarjetas con procesadores gráficos para juegos.
El almacenamiento secundario
Todo lo que os hemos propuesto en lo que tiene que ver con el almacenamiento secundario cuando hablábamos del PC para juegos es válido también en el contexto del equipo para creación de contenidos. En ese caso, ¿qué os proponemos como punto de partida? Una unidad SSD con interfaz NVMe M.2 con una capacidad de al menos 512 GB y una unidad mecánica de no menos de 2 TB con interfaz SATA3 y una velocidad de rotación de 7.200 rpm.
Una vez más me parece importante hacer hincapié en lo relevante que es apostar por la interfaz NVMe M.2 y no por la SATA3 para la unidad SSD. Como habéis visto ni siquiera hemos sacrificado esta conexión en el equipo menos ambicioso de este artículo, que no es otro que el PC para ofimática. Y es que el impacto que tiene esta interfaz en las prestaciones globales del equipo es enorme, por lo que puede condicionar con mucha claridad nuestra experiencia. Las unidades SSD NVMe M.2 son bastante más caras que las equivalentes con interfaz SATA3, pero el esfuerzo merece la pena, siempre que podamos asumirlo.
El monitor
Curiosamente, en el ámbito de la creación de contenidos nuestras necesidades tienen muy poco que ver con las que imponen los juegos a la máquina que hemos descrito en el apartado anterior. Aquí el tiempo de respuesta suele ser relativamente poco relevante, pero la capacidad del monitor de reproducir el color con precisión sí puede ser crucial. Si nos dedicamos al retoque fotográfico o la edición de vídeo, por ejemplo, puede interesarnos elegir un monitor con un panel IPS de 10 bits y una capacidad de reproducción del espacio de color Adobe RGB del 99%.
En este contexto, como acabamos de ver, merece la pena que prevalezca la calidad de imagen, y no tanto la capacidad del monitor de alcanzar elevadas cadencias de imágenes por segundo y un tiempo de respuesta mínimo. En lo que concierne al tamaño suele ser interesante optar por monitores amplios, de 27 pulgadas o incluso más, porque disponer de un espacio de trabajo de dimensiones considerables puede tener un impacto muy positivo en nuestro rendimiento.
Y, en lo que tiene que ver con la resolución, en este escenario de uso es apetecible apostar por paneles con más definición porque este parámetro incide en la calidad de imagen. Una resolución más alta nos permitirá disfrutar un espacio de trabajo más amplio, y, además, contribuirá a restituir las imágenes con un mayor detalle. Algunos monitores profesionales apuestan por relaciones de aspecto diferentes a la típica 16:9, como, por ejemplo, 16:10, por lo que es posible que nos topemos con resoluciones con las que no estamos familiarizados, como puede ser 1.920 x 1.200 puntos.
Os proponemos que vuestro punto de partida en los monitores de 21,5, 24 pulgadas o similares no esté nunca por debajo de las resoluciones Full HD o 1.920 x 1.200 puntos. De hecho, en este escenario de uso tiene todo el sentido apostar por dispositivos de 27 pulgadas o más con resolución 4K UHD o similar porque dispondremos de un espacio de trabajo muy amplio y una definición a la altura si nos dedicamos al retoque fotográfico, la edición de vídeo o el diseño en 3D, entre otras opciones.
El problema es que un monitor profesional de este tamaño equipado con un buen panel IPS con resolución 4K UHD o superior suele ser caro. En este contexto lo ideal es intentar equilibrar nuestras necesidades y nuestro presupuesto.
Otros componentes que no nos interesa perder de vista
Aún no hemos terminado. Y es que hay varias especificaciones que merece la pena que tengamos en cuenta al margen del tipo de PC que estemos buscando. Por un lado es importante que nos cercioremos de que el teclado y el ratón que vamos a utilizar con nuestro nuevo equipo tienen la debida calidad. De lo contrario nuestra experiencia podría resentirse, e incluso nuestro rendimiento será más bajo. Merece la pena que nos fijemos en su ergonomía, que comprobemos si el recorrido de las teclas es el que nos gusta, si su tacto es agradable, si las teclas adolecen o no de oscilación transversal (si la tienen acabarán provocando fatiga mecánica en las articulaciones de nuestras manos), etc.
Otro apartado al que merece la pena que prestemos atención es la conectividad. Cualquier placa base y tarjeta gráfica de calidad debería aglutinar los conectores exigibles hoy en día, pero no está de más que los repasemos brevemente. En lo que concierne a la conectividad inalámbrica no está de más disponer de WiFi 802.11ac, aunque si podemos conectar nuestro PC de sobremesa al router mediante un cable Ethernet disfrutaremos una conexión más estable y un rendimiento más alto.
En lo que concierne a Bluetooth debemos exigir la norma 4.2 porque nos ofrece una mayor velocidad al emparejar dispositivos, la posibilidad de utilizar Bluetooth sobre IPv6, más seguridad, y, además, una velocidad de transferencia de hasta 32 Mbps. La norma Bluetooth 5.0 está lista desde finales de 2016, pero por el momento su impacto en el mercado es mínimo, aunque este panorama podría cambiar de una forma notable en breve.
En lo que concierne a las salidas de vídeo lo ideal es disponer de al menos una salida HDMI 2.0, que es capaz de transportar señales 2160p a 60 FPS, así como de varios puertos DisplayPort 1.2 que pueden resultar útiles si queremos montar un entorno de trabajo multimonitor.
En lo que tiene que ver con los siempre necesarios puertos USB damos por hecho que cualquier placa base actual debe incorporar una dotación amplia de conectores de este tipo. No obstante, nos debemos fijar en que cuente con varios enlaces USB 3.1 Gen 1, que son compatibles con las normas anteriores, y al menos un USB 3.1 Gen 2, que es capaz de alcanzar una velocidad de transferencia máxima teórica de 10 Gbps y cada vez será más popular entre los periféricos de última hornada.
Un último apunte importante: nos viene bien contar con al menos un puerto USB de tipo C. Y es que, además de que este enlace es cada vez más popular (está claramente llamado a sustituir con el tiempo a los conectores USB de tipo A y B), es muy interesante porque no solo puede estar vinculado a una interfaz USB 3.1 Gen 2 de 10 Gbps, sino también a enlaces DisplayPort 1.2 y Thunderbolt 3 (hasta 40 Gbps).
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