Es probable que muchos usuarios no presten demasiada atención al formato de pantalla a la hora de elegir su próximo portátil, pero es algo que al menos en mi caso tiene una importancia capital.
De hecho soy fan absoluto del formato panorámico (con relación de aspecto 16:9 o 16:10) y aunque sé que para muchos usuarios el formato con la relación de aspecto 3:2 es preferible, hay un argumento claro para elegir uno u otro: la forma en la que trabajas.
La evolución de formatos
Hasta 2003 la mayoría de monitores de ordenador, tanto para PCs de sobremesa como para portátiles, hacían uso de la relación de aspecto 4:3 que también se usaban en los televisores.
Fue a partir de entonces cuando los fabricantes comenzaron a lanzar al mercado portátiles con la relación de aspecto 16:10. Aquella opción permitía convertir estos equipos en máquinas perfectas para disfrutar de contenidos multimedia en ese formato (cine, por supuesto), y los monitores de PC se contagiaron.
En la segunda mitad de la década de los 2000 la relación de aspecto 16:10 se convirtió en la más popular, y prácticamente todos los portátiles del mercado la usaban.
Ese reinado duró poco, porque a partir de 2008 la industria introdujo una ligera variación: las pantallas con relación de aspecto 16:9 comenzaron a ganar terreno y lo hacían también porque su producción era más eficiente. El mercado se inundó de este tipo de pantallas y televisores, y a finales de 2012 su éxito era evidente: solo el 23% de las pantallas eran 16:10; el resto eran 16:9.
Apple ha sido de hecho durante años la gran defensora de la relación de aspecto 16:10, pero pocos han sido los que han seguido esa tendencia, y de hecho un estudio de TrendForce revelaba cómo menos del 2% de los portátiles Windows usarían esta relación de aspecto en 2019.
El triunfo de las pantallas con relación de aspecto 16:9 parecía total, pero entonces ocurrió algo singular: las pantallas volvieron a hacerse (un poco) más cuadradas. Algunas tabletas comenzaron a usar el formato 3:2 cada vez con más frecuencia, y ese formato se fue también convirtiendo en la norma en algunos equipos portátiles como los Surface Pro.
Hoy en día ambos formatos compiten en nuestros portátiles, y a la hora de elegir uno u otro es necesario entender cómo usa cada usuario su equipo portátil.
Aplicaciones maximizadas o dos ventanas (o más) divididas
Los fabricantes que apoyaron el formato con relación de aspecto 3:2 —como Microsoft— argumentaban que era un híbrido perfecto que tomaba lo mejor de los dos mundos, del 4:3 y del 16:9. Las películas se ven sin grandes bandas negras (aunque ciertamente estén ahí), y trabajar en una aplicación maximizada.
En Windows Central hacían una buena defensa de ese formato 3:2 al hablar de cómo la resolución que acabamos teniendo en una pantalla 3:2 favorece la productividad, pero lo hace en un caso claro: cuando solo queremos tener una sola ventana en pantalla.
Es en ese escenario donde desde luego un equipo que usa una pantalla con esta relación de aspecto gana enteros: la cantidad de información que es posible mostrar por ejemplo en un navegador web es mayor, y si trabajas de esa forma, con una aplicación al frente sin más, este es tu formato.
Esa no es mi forma de usar el portátil (ni el PC). Es probable que no haya tanta gente con mi forma de usar un PC, pero para mí suele ser imprescindible tener dos ventanas de navegador ocupando cada una una mitad de la pantalla.
Eso me permite redactar o tomar notas en una mitad de la pantalla y documentarme o investigar sobre el tema en el que estoy trabajando en la otra. Esa experiencia de uso la acabo aplicando a otros escenarios, y de hecho para mí fue una pequeña bendición el hecho de que Microsoft introdujese hace años el mecanismo para acoplar ventanas a una mitad de la pantalla (o a una cuarta parte si las arrastramos a una esquina).
Hay ciertamente utilidades que permiten dividir el espacio de forma aún más potente, y seguramente algunos defendáis que esta forma de trabajar no aporta tanto cuando tenemos no ya el intercambiador de tareas (Alt+Tab), sino cuando Microsoft ofreció a los usuarios hace años soporte para los estupendos escritorios virtuales.
Aunque utilizo ambas opciones de forma auxiliar, tener siempre presentes esas ventanas en pantallas me hace mucho más cómodo cambiar de contexto, de "modo de trabajo". Es, en esencia, como trabajar en un entorno multimonitor, pero sin necesitar dos monitores.
Algo de razón debemos tener los fans de la relación de aspecto 16:9 cuando su rival se ve cada vez en portátiles y tabletas, pero no en monitores para PC. Precisamente trabajar en un equipo de sobremesa invita a contar con un monitor más grande en el que poder ver más cosas al mismo tiempo, y es ahí donde un formato panorámico ayuda a distribuir mejor esos espacios. No digamos ya un ultrapanorámico, claro.
Por mi trabajo en Xataka he tenido la oportunidad de probar todo tipo de equipos, pero siempre que me enfrento a un modelo con pantalla 3:2 ocurre lo mismo: dividir la pantalla es raro. Siempre me da la sensación de que las ventanas de la aplicación quedan "achatadas", probablemente porque estoy acostumbrado a mi Dell XPS 13 con pantalla 16:9.
Es cierto que el problema suele aliviarse si uno personaliza la resolución de trabajo (haciendo todo más pequeño), pero no es para mí una opción óptima y siempre acabo reafirmándome en mi preferencia por una pantalla panorámica en portátiles. Para mí —y eso es lo importante al fin y al cabo— es la que mejor se adapta a mi forma de utilizar estos equipos.
Afortunadamente hay opciones para todos los gustos a la hora de buscar un portátil, y aunque ciertas marcas y ciertos modelos están ineludiblemente asociados a una relación de aspecto u otra, las alternativas están ahí. Eso sí: mucho ojo a la hora de elegir. Que la pantalla tenga un formato u otro tiene más miga de la que parece.
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