Hagamos un pequeño viaje en el tiempo.
A mediados de los 80 las nubes eran solo eso. Nubes. Internet era una palabra desconocida para el común de los mortales, pero una empresa ya pensaba en el ordenador conectado. Esa empresa, ahora extinta, se llamaba Sun Microsystems. Y en 1984 uno de sus responsables, Joghn Gage, tuvo una visión que se convirtió en el eslógan de la compañía.
The network is the computer.
No mucha gente entendió bien aquel concepto, pero es que hacerlo entonces no era nada fácil. Los ordenadores personales apenas sí estaban haciendo acto de aparición, e incluso que un ordenador estuviese conectado a una red local era algo que solo comenzaba a cuajar en empresas. Lo siguieron siendo durante unos años.
Pero en 1993 un directivo de Oracle llamado Tim Negris se inventó otro concepto de lo más llamativo y visionario. Negris comenzó a hablar del thin client, el cliente ligero. Ese nombre era poco descriptivo.
Deberían haberlo llamado cliente tonto.
Lo que concibió Oracle —empresa que, por cierto, literalmente mató a Sun— fue simplemente eso: un ordenador que ni siquiera lo era: todo el procesamiento no lo hacía él, sino servidores que albergaban un sistema operativo en red para que muchos puestos pudieran aprovechar los recursos de ese potente servidor. La arquitectura cliente-servidor parecía tener sentido, pero ¿sabéis qué?
Que jamás cuajó. No al menos para utilizar un PC. Los usuarios, empresariales o no, querían su propio ordenador con su propio sistema operativo y aplicaciones. Ni la red era el ordenador —Cloudflare acabó comprando ese eslógan—, ni los clientes tontos ligeros conquistaron la Tierra.
Ahora vuelven a intentarlo.
Ayer Microsoft presentó su Windows 365 Link, un pequeño miniPC de 349 dólares con una característica singular: está diseñado para funcionar con Windows 11 en la nube a través de Windows 365.
La propuesta es llamativa, desde luego. Las empresas que trabajan con Windows suelen contar con decenas, cientos o miles de PCs, cada uno con su propio Windows, y gestionar esos recursos es a menudo un problema complejo para los departamentos de sistemas de dichas empresas. No solo frente a conflictos hardware o software, sino también desde el punto de vista de la seguridad.
Y precisamente el Windows 365 Link recoge el testigo de aquellos thin client de Oracle. Quiere ser un cliente tonto, sin más. No es mala idea del todo, cuidado: depender de un sistema operativo en la nube solventa buena parte de esos problemas, porque no tienes que tener que estar administrando, gestionando y solucionando problemas de 1.000 sistemas operativos distintos en 1.000 PCs con distintas configuraciones.
Las configuraciones casi ni importan, porque lo único que necesitas que haga el PC es conectarse a un escritorio remoto para ejecutar todas tus aplicaciones desde allí. El administrador de sistemas desde luego será feliz: solo tiene que encargarse de que ese sistema operativo en la nube esté actualizado y a punto. No es lo mismo tener que hacerlo con solo una instancia que con 1.000.
Sobre el papel, insistimos, la idea es llamativa. En la práctica y operativamente las ventajas son claras. El problema es otro.
El problema son las suscripciones.
El modelo que ha ido conquistándolo todo está convirtiéndose en una condena. Las suscripciones nos ahogan por cantidad, calidad y también por precios: una vez dependes de una suscripción, la empresa que la controla —sabiéndolo— suele aprovechar para subir precios. Lo estamos viendo por doquier con el streaming de contenidos, desde luego, pero también en otros ámbitos.
Y ese es uno de los peligros que plantea suscribirnos a Windows. Para Microsoft la idea es fantástica: ingresos recurrentes por un producto que no acaba de generarlos. Windows 11 lleva tres años con nosotros y su cuota de mercado (35,8%) sigue siendo más baja que la del veterano Windows 10 (47,25%). Conseguir con Windows lo que ya han conseguido con Office 365 para uno de los claros objetivos de esta estrategia.
La pregunta, claro, es si estamos preparados para suscribirnos a un sistema operativo. Y a esa pregunta le siguen otras aún más importantes.
La primera, si queremos hacerlo.
La segunda, si esto no es una (otra) clara señal de que las empresas se están pasando de la raya.
En Xataka | La era de las suscripciones empieza a acercarse al colapso
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