Hola me llamo Javier y he gastado dinero en componentes de PC que luego he desaprovechado totalmente. Si estás en esa situación, bienvenido al grupo. Uno que es especialmente numeroso porque a los que nos gusta la tecnología no nos importa invertir en ella. El problema es luego no sacar demasiado partido de la inversión.
De hecho sirva este texto como un pequeño recordatorio de que quizás no necesitemos tanto. Este segmento no para de tentarnos con ampliaciones y mejoras que pueden convertir nuestro PC en una bestia. Ahí tenemos que estar nosotros para valorar si realmente vamos a aprovechar ese súper procesador o esa súper gráfica. Y por eso no está de más hablar de qué cosas pueden compensar y cuáles no tanto.
Aquí hay dos situaciones distintas de las que hablamos en este texto. La primera, la de un ejemplo reciente que hemos visto y que deja claro que hay veces en las que un usuario simplemente se tira a la piscina sin los conocimientos adecuados y comete errores en su compra de componentes.
En la segunda parte del artículo es donde haremos ese repaso que llega desde la otra perspectiva: la de que a menudo sobredimensionamos nuestras necesidades y compramos componentes más potentes de los que probablemente necesitamos.
Cuidado con lo que compras
En Gamestar.de —publicación del grupo Webedia al que pertenece Xataka— un editor publicaba estos días una reflexión sobre su PC en la que llegaba a una conclusión clara: se había gastado mucho dinero para obtener muy poco rendimiento.
Sus errores fueron desde luego notables: hace años compró cuatro Radeon X1950 Pro para aprovecharlas en una configuración con CrossFireX, pero al final solo pudo conectar tres —la placa base no estaba preparada para tantas y los componentes se estorbaban entre sí—. No solo eso: la escalabilidad de la solución era pobre, y la mejora de rendimiento, que solo era real en algunos escenarios muy específicos, no justificaba aquella inversión.
Lo mismo ocurrió con una RTX 2080 Ti que compró tiempo después y que al final no aprovechó porque sobre todo jugaba a juegos 'indie' y no a títulos AAA que suelen ser los que exprimen esas gráficas de alta gama.
Su inversión en una placa base de 550 euros fue también un error —no aprovechó las opciones de overclocking que ofrecía, por ejemplo— y tampoco acertó con un procesador de estación de trabajo (un Core i7 7820X) que de nuevo no era el más apropiado para su escenario de uso.
Lecciones aprendidas
Yo, supongo que como muchos de vosotros, también he cometido fallos al comprar equipos o al actualizarlos con nuevos componentes. Cuando uno piensa en su próximo ordenador a menudo puede emocionarse y gastar más de lo que realmente necesita.
Es normal, claro. Queremos disfrutar de ese equipo al máximo y eso hace que quizás nos pasemos al elegir ese procesador, gráfica o memoria que realmente no vamos a aprovechar.
El ejemplo de ese editor es contundente, y nos permite hacer un repaso a qué componentes pueden ser menos interesantes (y cuáles más) si vamos a invertir en un nuevo PC:
- Placa base: la elección de la placa es importante y va totalmente ligada al procesador, pero como en ese caso tenemos que hacer un ejercicio de honestidad. ¿Necesitamos el chipset W680 de Intel que en realidad es para estaciones de trabajo, o cuatro ranuras M.2, soporte de memorias DDR5, overclocking avanzado o ranuras PCIe 5.0? ¿Vamos realmente a usar todas esas cosas? Aquí es mejor hacer un ejercicio de planificación real —qué vamos a usar frente a qué querríamos poder usar— y elegir un modelo que se adapte al uso que vamos a dar al equipo.
- Procesador: si vas a dedicar tu equipo a gaming intensivo y quieres disfrutar al máximo de juegos exigentes, no hay otra: cómprate el mejor procesador que puedas permitirte (como la gráfica). Pero si tus sesiones de juego son más ocasionales y jugar en 1080p a altas tasas de FPS te convence, igual no necesitas lo último de lo último. Lo mismo para trabajar. ¿Eres un editor de vídeo, profesional de diseño 3D o realizas cálculos científicos? Que vivan los procesadores multinúcleo con un montón de hilos. Si de nuevo ese escenario es poco frecuente, un procesador más modesto e incluso de una generación anterior puede ser una estupenda opción.
- Memoria: uno podría pensar que en esto de la memoria RAM, cuanta más mejor. Lo cierto es que no es así. Hoy por hoy pocos escenarios —virtualización, diseño 3D, cálculos científicos— hacen cierta esa suposición. Para la inmensa mayoría de los usuarios —gamers incluidos— la recomendación es clara: 16 GB de RAM es la cantidad ideal.
- SSD o HDD: aquí tampoco hay muchas dudas. Las unidades SSD han resucitado viejos PCs anquilosados por los discos duros del pasado, y se han convertido en un componente casi obligado en cualquier PC o portátil actual. Si necesitas mucha capacidad de almacenamiento siempre estás a tiempo de conectar unidades de disco convencionales tanto a nivel interno como externo —los discos duros tradicionales tienen cuerda para rato, que conste—, pero tener una unidad SSD, incluso las antiguas con conexión SATA, es una de las mejores inversiones que cualquier usuario puede hacer. O la mejor, directamente. No diría tanto de apostar por una unidad PCIe 4.0 —la diferencia con una M.2 PCIe 3.0 NVMe se nota solo en ciertos escenarios de uso intensivo de las unidades— pero desde luego tener una unidad de este último tipo es algo que ayuda de forma espectacular a que tu experiencia con tu PC o portátil sea mucho más fluida.
- Tarjeta gráfica: no sigáis el ejemplo del editor que contaba sus errores. Como ocurre con el procesador, si vais a dedicar el PC a jugar aquí no hay mucho que decir, y si podéis comprar una RTX 3090 adelante —no compraría la reciente 3090 Ti, no sale rentable salvo que realmente puedas permitírtela—. Pero si juegas solo de forma ocasional y puedes "conformarte" con no hacerlo a tope de detalle y resolución —o juegas mucho a indies—, hay opciones mucho más asequibles y que ofrecen una experiencia muy satisfactoria. También está la otra opción, claro: que uses el PC para trabajar y tengas por ejemplo una consola para jugar. No es tampoco mala idea separar esos dos escenarios.
- Monitor: muy de la mano de la tarjeta gráfica y nuestro escenario de uso. Los monitores gaming con altas tasas de refresco —pero con menor resolución, a menudo 1080p— son buena opción para esos gamers intensivos, pero si quieres usarlo para trabajar recomiendo como mínimo un buen monitor de 27 pulgadas con resolución QHD (2.560 x 1.440) aunque por supuesto hay opciones para todos los gustos y los ultrapanorámicos pueden ser también una alternativa estupenda.
Hay por supuesto otros componentes en los que es posible invertir, pero la máxima del "invierte en aquello que usas" vuelve a ser la que debería dirigir nuestra decisión de compra. ¿Necesitamos realmente refrigeración líquida o ese ratón con 26 botones programables? Todo cuenta, y al final el difícil ejercicio de ser honestos con nosotros mismos ("uf, igual me estoy emocionando y esto no lo voy a usar mucho") puede ahorrarnos mucho dinero y alguna que otra decepción.
Hemos hablado del caso del PC con Windows tradicional, pero en realidad este tipo de gastos excesivos y poco aprovechados son comunes también en el segmento de Apple. Los Mac Studio con los chips Apple M1 Max o los Ultra son una maravilla, pero igual no son los equipos ideales para alguien como yo (uso un Mac mini M1 para trabajar). A menudo hay una gran diferencia entre lo que uno quiere y lo que uno realmente necesita, y reconocerla y actuar en consecuencia es más complicado de lo que parece.
Dicho lo cual, querría concluir dejando claro que al final todo esto no importa demasiado. La realidad es que cuesta mucho ganar dinero, así que es delicado decir cómo gastarlo o no: que cada uno se lo gaste como mejor considere: lo que importa es que uno sea feliz con esa compra, la aproveche más o menos.
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