Os va a parecer una excentricidad, pero yo tengo la sensación de que mi roomba planea, en secreto, conquistar el mundo. No ella sola, claro. Las roombas son uno de los robots más populares del mundo, quizás el verdadero democratizador de la robótica de consumo y desde 2002 ha vendido millones de unidades. Todo un miniejército en potencia.
Por suerte, por ahora, son algo torpes, tienen dificultades para coordinarse entre sí y no pueden salir de casa sin atascarse en el primer socavón. Pero, Joe Jones, el hombre detrás de la roomba, está empeñado en crear un robot autosuficiente, resistente al agua y diseñado para desbrozar las malas hierbas de todos los jardines.
La roomba tiene un nuevo hermanastro
Joe Jones tuvo la idea de la roomba en 1989, durante unos juegos olímpicos robóticos que celebró el Instituto Tecnológico de Massachusetts. No era algo sencillo, tardó una década en empezar a trabajar en el proyecto y varios años más en sacar con iRobot el primer robot comercial.
En 2008, Jones se hartó de aspiradoras y se decidió a lo que creía que era la próxima frontera: robotizar la agricultura. Dejó su trabajo en iRobot y fundó Harvest Automation. La idea era automatizar la cosecha agrícola y así llevar la productividad del campo al siguiente nivel. Las ventas no llegaron y el castañazo fue muy sonado en el mundillo robótico.
Así que Jones decidió volver a lo que mejor sabía hacer. Hay algunas empresas que trabajan con cortadoras de césped robóticas o con desbrozadoras automáticas, pero no hay una oferta seria de cara al consumidor final. Y por eso Jones fundó Franklin Robotics para crear la roomba de jardín: Tertill.
Un robot todoterreno, pero limitado
Tertill funciona de manera autónoma y usa energía solar, sensores para identificar obstáculos y una desbrozadora de hilo. El robot está diseñado para sobrevivir al aire libre y usa cuatro ruedas para resolver uno de los problemas fundamentales: moverse por un terreno abrupto e inestable. En los vídeos, parece moverse bien, pero por ahora no está claro cómo se manejará en jardines reales.
Eso sí, por ahora Tertill poda "a ojo". Es decir, no puede diferenciar malas hierbas de plantas normales. Hoy por hoy, no hay dispositivos asequibles que permitan hacerlo. Así que usa un enfoque distinto (y bastante original): cuando detecta una planta de menos de dos centímetros y medio, asume que es una mala hierba y la corta. En cambio, se aleja de las plantas más grandes.
Es una buena idea para un dispositivo pensando para estar de forma permanente en el jardín, pero es, a poco que lo pensemos, insuficiente (y requiere del uso de 'parcelas internas' para aislar plantas en proceso de crecimiento). Por lo demás, Tertill y sus dispositivos de control quieren convertirse en un centro de datos del jardín analizando en tiempo real el estado de las plantas y la calidad del suelo.
Se empezará a comercializar en 2017 con un precio de 250 dólares, pero Tertill es sólo el comienzo. Franklin Robotics quiere desarrollar robots que den atención individualizada a las plantas: muchos robots pequeños aportando micro-nutrientes, podando ramas, ahuyentando animales o erradicando plagas. Suena bien, pero incluso sobre el papel parece limitado. Veremos si es la nueva revolución del hogar (y de la agricultura ecológica).
Vía | MIT Technology Review
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