¿Por qué los relojes son así? ¿Por qué tienen el "12" arriba y luego los números van en esas posiciones? Y sobre todo: ¿por qué las agujas del reloj giran en el sentido de las agujas del reloj —valga la redundancia— y no en el contrario? Lo cierto es que hay una razón para que el diseño de nuestros relojes siga esos patrones. Uno que tiene mucho que ver con nuestra historia, con las luces, las sombras y, sobre todo, con la geografía.
Midamos el tiempo como sea. Hablaba de ello recientemente The Cultural Tutor, que en un hilo de Twitter repasaba nuestra historia a la hora de medir el tiempo. A lo largo de los siglos hemos visto cómo los relojes de agua, de arena e incluso de vela han servido para tratar de medir el tiempo con cierta precisión.
Hola Sol, qué bien me vienes. Sin embargo el método más antiguo para medir el tiempo es el reloj de sol. "Bastaba" con situar un objeto alargado perpendicular al suelo para luego comprobar cómo gracias a la sombra que proyectaba se podía ver cómo pasaba el tiempo.
Gnomon. La realidad era un poco más complicada, claro. El objeto alargado cobró forma y nombre propio ("gnomon", del griego γνώμων: 'guía' o 'maestro') y que tenía la particularidad de estar inclinado respecto al plano horizontal con un ángulo igual a la latitud del lugar donde se sitúe el reloj de sol. Precisamente por eso cada gnomon es distinto.
Perspectivas. Lo cierto es que que digamos que las agujas del reloj giran en ese sentido o en sentido contrario es cuestión de perspectiva. La rotación de la tierra es siempre de oeste a este. Sin embargo, si nuestra perspectiva es del hemisferio norte, la Tierra parece rotar en sentido antihorario, mientras que desde el hemisferio sur parecería que rota en sentido horario.
Sombras. Esa es la clave: cuando estamos en el hemisferio norte, el sol parece moverse en el cielo en la dirección contraria, es decir, en sentido "horario". Y lo mismo hacen las sombras que proyecta, incluidas las de los relojes horarios, que "giran" en ese sentido tan familiar de los relojes.
Quien lo inventa decide. El reloj mecánico fue inventado en Europa, es decir, en el hemisferio norte, y por tanto es natural que sus creadores decidieran que las manecillas giraran en ese mismo sentido que veían en los relojes solares.
¿Y los números, qué? Precisamente por lo mismo los números se colocan así: el mediodía apunta "al norte", en la parte superior del reloj de sol y de los relojes mecánicos, y las horas se van distribuyendo en sentido horario.
Relojes al revés. En el hemisferio sur ocurriría justo lo contrario: el mediodía está "al sur" y la sombra se mueve en sentido antihorario, lo que hace que los números también estén "al revés".
Perspectiva. Una vez más es todo cuestión de perspectiva: si el reloj mecánico se hubiera creado en el hemisferio sur, consideraríamos normal que el sentido horario y antihorario fueran justamente al contrario.
Hay de hecho ejemplos visibles, como el reloj solar en Perth (Australia) o el reloj de la fachada del Congreso de Bolivia, que tiene precisamente ese diseño y funcionamiento "antihorario".
El tiempo sigue maravillándonos. Lo cierto es que nuestra particular obsesión con el tiempo es parte de nuestra historia. No siempre se ha medido igual, y de hecho a los franceses se les ocurrió tener días de 10 horas y horas de 100 minutos.
Swatch trató de impulsar su propio sistema decimal para el tiempo en 1998 con su Swatch Internet Time y dividía el tiempo en ".latidos". Facebook creó en 2018 su propia unidad de tiempo, los flicks, y a los informáticos nos gusta saber que el tiempo Unix siempre está ahí.
Mientras, en la actualidad seguimos tratando de decidir si nos cargamos de una vez el cambio de hora, pero lo que sí haremos es matar el molesto segundo intercalar. Menos mal que sabemos que los días duran 24 horas. Bueno, excepto cuando sopla el viento.
Imagen: Swag Photography
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