Seguro que algunos de vosotros habéis vivido una de esas situaciones en las que tenéis que rellenar un formulario en papel y hay algún campo en el que no hay suficiente espacio. Apellidos compuestos o localidades con nombres largos solían ser un problema, pero eso ha ido más allá en internet.
En esta era en la que nuestros nombres son parte fundamental de todo tipo de procesos hay casos en los que precisamente esos nombres y apellidos pueden convertirse en toda una pesadilla. Y si no, que se lo digan a una joven norteamericana llamada Jennifer Null.
Apellidos que son una condena (digital)
Estos días conocíamos la historia de esta chica y de su problema con todo tipo de formularios online. Su apellido había sido motivo de bromas durante gran parte de su vida, pero la cosa fue mucho más allá cuando comenzó a intentar usarlo en formularios web para todo tipo de operaciones como reservas de vuelos o cumplimentación de impresos de Hacienda.
Su apellido, 'Null' -la traducción literal es 'nulo' o 'inválido'-, es precisamente un valor típico de todo tipo de programas informáticos en los que ese valor suele dar como respuesta algún tipo de error.
Si Jennifer introduce ese apellido en los formularios, lo normal es que no la dejen completar el proceso, algo que ha convertido muchas operaciones en una larga consulta telefónica en el que por supuesto quien está al otro lado suele decirle que está tratando de tomarle el pelo.
Hay otros casos, como los de las personas que por ejemplo tienen apellidos demasiado largos que no caben en sus documentos de identidad. Es el caso de Janice Keihanaikukauakahihulihe'ekahaunaele, una mujer hawaiana que sufrió la limitación de 36 caracteres para el apellido en los documentos de su estado.
Nuestra eñe y nuestras tildes desaparecen en internet
Ese problema forma parte de los llamados casos o valores extremos de los métodos de prueba de todo tipo de desarrollos software.
En las célebres pruebas de caja negra se evalúan valores fáciles, valores realistas, valores ilegales y valores extremos, y lo que ocurre en formularios como los mencionados es que esos valores precisamente no suelen probarse porque suelen ser muy poco probables o nadie se imagina ciertos casos extremos que al final acaban presentándose.
El problema se ha hecho aún más grande con la llegada de internet y de la globalización: los juegos de caracteres y su codificación han hecho que en muchos casos esos problemas se puedan solucionar, pero hay muchísimos casos en los que la ausencia de soporte para cierta codificación de caracteres puede dar muchos quebraderos de cabeza.
¿Qué pasa con la eñe en mi correo electrónico?
De hecho si hay un caso evidente en ese limitado soporte de caracteres, ese es el correo electrónico. Ahí desaparecen tanto nuestras eñes como nuestras tildes, y lo mismo ocurre en otros idiomas con caracteres especiales, aunque aquí también hay potenciales cambios a la vista.
El RFC 5322 es uno de los documentos más importantes a la definir el uso de direcciones de correo electrónico válidas en las que se pueden usar solo ciertos caracteres ASCII tanto en el nombre de usuario como de dominio, pero precisamente el uso de los IDNs de los que hablábamos ha hecho que poco a poco se vayan extendiendo direcciones de correo en las que esos caracteres especiales existen y, lo más importante, "funcionan" en muchos casos.
Como comentaban en StackOverflow, eso hace que sea posible utilizar direcciones de correo electrónico como mason@日本.com o wildwezyr@fahrvergnügen.net en los que al menos el nombre de dominio (no el de usuario) sí puede contener esos caracteres.
Cuidado porque al utilizarlos podemos poner en un brete a ciertos clientes de correo y por supuesto a ciertos usuarios, pero el soporte para dichas combinaciones es oficial y la ICANN como el IETF están trabajando en este tipo de soporte con nuevas documentaciones como el RFC 3490.
Existen de hecho sistemas como los códigos Punycode que permiten trasladar caracteres ASCII a caracteres soportados en la codificación Unicode que sí está aceptada en los nombres de dominios. Eso ha hecho que sea posible elegir por ejemplo caracteres especiales de idiomas como el español, el alemán o el griego.
También ha habido problemas con eso: algunos caracteres especiales, pueden servir para ataques de phishing. En Sophos avisaban hace años de cómo un cibercriminal podría crear una réplica de la página de Apple sin que nos diéramos cuenta en un análisis superficial si este utilizara caracteres cirílicos muy parecidos a las "pes" minúsculas.
Internet trata de adaptarse
Esa realidad es patente en nuestro idioma, donde los caracteres especiales no son especialmente afines a la era digital. Aunque es posible utilizar dominios con letras como la eñe -la ICANN tiene muy bien explicados estos casos en sus IDNs-, lo cierto es que la utilización de esta letra hace que esos dominios sean difícilmente accesibles por usuarios de otros juegos de caracteres.
El problema inverso es idéntico, y de hecho en todo tipo de formularios lo de introducir las tildes y las eñes puede dar un problema grave no solo en el formulario, sino en la verificación física.
Ha ocurrido durante años con los documentos oficiales como el carnet de identidad, en el que nuestros nombres y apellidos aparecen en mayúsculas y sin tildes porque las imprentas con las que se creaban estos documentos no disponían de soporte para mayúsculas con tilde.
Seguramente algunos hayáis dudado entre incluir o no esos caracteres especiales de nuestro idioma en una reserva de un vuelo ya que según qué destinos -y quién revise esos datos una vez estemos a punto de facturar o embarcar- podrán aparecer problemas por una vocal sin tilde o una ene que en realidad es una eñe en vuestro pasaporte o documento de identidad.
El problema es muy conocido entre los desarrolladores y aquellos que trabajan con bases de datos y todo tipo de formularios: la codificación de caracteres es algo con lo que todos estos desarrollos deben contar para que el soporte de cadenas de texto en esos servicios y aplicaciones sea adecuado, pero con todo y con eso el problema está ahí. Estamos aprendiendo a convivir con él, nos tememos.
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