Las direcciones IPv4 se agotaron hace años y el mundo sigue girando. Esa parece ser la conclusión de una situación que algunos analistas tildaban de preocupante y que años después no parece haber afectado en nada el día a día de millones de usuarios y empresas en todo el mundo.
De hecho hubo un tiempo en el que diversos organismos alertaban de la situación y advertían que debíamos ir preparándonos para el cambio al nuevo protocolo IPv6 y a sus direcciones de 128 bits. Aquello no sirvió de mucho, y a día de hoy el soporte de direcciones IPv6 apenas supera el 25% y puede que nunca veamos una migración completa a este espacio de direcciones IP.
Cuidado que se acaba IPv4 (o no)
Cada dispositivo que se conecta a internet tiene una dirección IP, una especie de DNIe o matrícula de coche que lo identifica y lo diferencia del resto. Cuando se diseñó la red de redes se pensó en un protocolo que sirviera para asignar esas direcciones de forma organizada y con margen de maniobra suficiente para que millones de dispositivos pudieran conectarse a internet.
Así surgió IPv4, un protocolo con direcciones de 32 bits que permitía generar direcciones IP para 2^32 dispositivos. O lo que es lo mismo, 4.300 millones de ellos (en concreto, 4.294.967.296). Parecía margen de maniobra suficiente, ¿verdad?
No lo era. La llegada de los smartphones y de los dispositivos conectados lo cambió todo, y a principios de esta década se comprobó cómo ese espacio de direcciones era insuficiente. Había que generar nuevos carnés de identidad para los dispositivos del futuro, pero ya no había números disponibles para hacerlo. Nos habíamos quedado sin números de matrícula.
Había una solución potencial. El protocolo IPv6, que se convirtió en un borrador de un estándar IETF (Ingernet Engineering Task Force) en 1998 acabaría siendo ratificado como un estándar de internet en 2017. Curiosamente nos habíamos saltado el protocolo IPv5, que tuvo un propósito diferente y se convirtió en el llamado Internet Stream Protocol y no pasó del ámbito experimental.
Aquel IPv6 daba solución al problema con ese espacio de direcciones de 128 bits: 2^128 direcciones quedaban de repente disponibles para que 340 sextillones de dispositivos (difícil de imaginar la cantidad, pero creednos, es más que suficiente para nuestro corto, medio, e incluso largo plazo) tuvieran su particular identificador. Volvía a haber números de matrícula de sobra.
El problema con IPv6 es que fue diseñado sin compatibilidad hacia atrás con IPv4. O usabas uno, o usabas el otro. O, como ha acabado sucediendo, usabas los dos a la vez para ir migrando de uno a otro cuando por fin IPv4 fuese redundante.
El problema es que eso no ha pasado y podría estar lejos de pasar.
La adopción de IPv6 se ralentiza, y podría no llegar nunca al 100%
La alerta por la falta de direcciones IPv4 hizo que como comentábamos desde varios organismos se animara a usuarios finales y sobre todo a empresas y proveedores de internet -que debían habilitar ese cambio- a comenzar a adoptar IPv6 en todo tipo de dispositivos.
Aquel mensaje no pareció calar demasiado hondo no en los usuarios ni en las empresas: el ritmo de adopción ha sido bueno durante buena parte de esta década, pero los modelos predictivos parecen dejar claro que ese crecimiento no apunta a una migración total a IPv6 ni a corto plazo ni, atención, en un futuro lejano.
Un estudio reciente de Ericsson Research lo dejaba claro. Esta compañía lleva estudiando esa adopción del protocolo IPv6 desde 2013, y ha ido generando modelos diversos para tratar de predecir el futuro estado de esa adopción y si en algún momento íbamos a poder hablar del adiós definitivo a IPv4.
Basándose en datos como los que proporciona Google -tienen un gráfico actualizado que muestra cuántos usarios usan su buscador desde un equipo con IPv6 habilitado- los responsables de Ericcson han ido adaptando su modelo, y las noticias no son buenas.
Ese modelo final ha ido pasando por fases. Durante los primeros años la adopción fue muy rápida y de hecho se pensó que el crecimiento de la adopción sería exponencial. Los ingenieros de Ericsson plantearon modelos que indicaban que en 2022 la adopción rondaría el 80%.
Sin embargo, a principios de 2018 notaron que las previsiones comenzaban a desviarse demasiado de los datos reales, así que abandonaron esos modelos previos para ir ajustándolos y crear el modelo actual, que se ajusta mucho más a los datos reales.
Esas predicciones optimistas se han visto contrastadas en los dos últimos años con un panorama mucho más oscuro para IPv6, un protocolo que no parece estar siendo impulsado ni adoptado por las grandes corporaciones y los organismos que gestionan internet.
Hay otra dificultad añadida: aunque las direcciones IPv4 se han agotado en la teoría, no lo han hecho en la práctica. Desde hace años han surgido diversos "IP brokers", revendedores de paquetes de direcciones IPv4 que por uno u otro motivo ya no se utilizan y que estos intermediarios le venden a empresas y organismos que las necesitan para sus usuarios.
Eso ha hecho que ese "agobio" por la falta de direcciones IPv4 no sea tan problemático como podría parecer. Y eso, a su vez, plantea más dudas sobre la necesidad de adoptar un IPv6 que de momento está bien tener como alternativa pero que no parece que vaya a imponerse.
No a corto plazo, desde luego. Y puede que nunca.
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