Sexting adolescente: del tabú a la frivolización

Juan García Álvarez de Toledo

Salvo que vivas en una cueva te habrá llegado la terrible noticia del suicidio de una madre trabajadora de la empresa IVECO tras conocer que un vídeo de sexting de hace 5 años empezaba a circular por los móviles de sus compañeros de mesa hasta llegar a su marido. Este caso ha tocado la fibra sensible de gran parte de la población a sabiendas de que hay más cómplices en la difusión de este tipo de vídeos de los que nos podemos imaginar.

Curiosamente una noticia que ha pasado más desapercibida aunque pueda suponer una tragedia en vida es la de las más de 50 adolescentes asturianas de entre 14 y 16 años que han visto cómo fotografías de sexting eran distribuidas por compañeros de clase hasta que empezaron a llegar las denuncias.

La vinculación entre los dos casos creo que abre una buena oportunidad para hablar de sexting, y más concretamente de sexting entre adolescentes. No me importa tanto qué estamos haciendo mal desde como qué se ha demostrado efectivo.

Es importante entender el fenómeno del sexting como algo natural lo que debe servir para ponerlo encima de la mesa sin moralinas y no tiene por qué quitarle importancia. Con natural los profesionales se refieren a que en el sexting hay un envío de mensajes de contenido sexual entre dos personas donde el emisor lo envía con su consentimiento: normalmente no existe una violencia o un chantaje. Si existe hablamos de ciberbullying, grooming u otros términos.

Esto no quita que haya casos donde el sexting sin ser tan claro presenta elementos coercitivos. El ejemplo más frecuente es el “¿por qué no me envías esa foto? ¿es que no te gusto?”, una manipulación emocional de libro que está a la orden del día. A efectos de este artículo trataré el sexting en su forma más común o ligera, es decir, se comparte una contenido sexual propio con un ligue o pareja como parte de la propia curiosidad y desarrollo sexual del adolescente como parece que fue el caso de Avilés.

Es totalmente legítimo que la gente joven esté interesada en desarrollar su sexualidad por lo que la curiosidad por explorar y jugar con ideas de contenido sexual en el ámbito de las relaciones no debe ser ignorada o rechazada

Este detalle es importante y presenta un contraste importante con el otro gran riesgo asociado al uso de redes sociales por parte de adolescentes: el ciberacoso. Como bien expresa el informe Sexting Report (PDF) que citaré varias veces, publicado en 2012 por diversas investigadoras británicas, al contrario que el ciberbullying no todo el sexting supone un problema. Es totalmente legítimo que la gente joven esté interesada en desarrollar su sexualidad por lo que la curiosidad por explorar y jugar con ideas de contenido sexual en el ámbito de las relaciones no debe ser ignorada o rechazada mientras que los problemas relacionados con el respeto, el consentimiento y la reciprocidad, no sólo en el ámbito digital sino en la vida en general, son las que que se deben discutir.

Esta confusión inicial en torno al sexting como problema en sí mismo (que no lo es) ha polarizado la conversación sobre el tema:

  1. Enfoque absolutamente restrictivo y moralista: debemos proteger a las niñas inocentes de los hiperhormonadísimos varones restringiendo al máximo su acceso a estas herramientas. Es decir, la responsabilidad está en el emisor (generalmente chica) y por lo tanto si hay un tragedia se tiende a culpar a la víctima
  2. Enfoque absolutamente liberal: como es imposible convencer a los chavales de que no practiquen sexting simplemente les trasladamos que practiquen “sexting seguro”. O lo que es lo mismo, en lugar de decirle a los chavales que no beban les decimos que no pasa nada si se toman sólo dos copas.

Si habéis estado al tanto de las reacciones a la noticia de IVECO os llamará la atención como esos dos enfoques en cierto modo se trasladan a los adultos y la discusión se polariza hasta que, de la nada, aparece un debate politizado sobre algo que debería ser de consenso.

Don’t blame the victim

No culpar a la víctima en estos caso debería ser una obviedad en 2019. Con 14, con 36 o con 64 años. Sin embargo y dado que el discurso de género para muchos se ha transformado en una herramienta política tengo la terrible sensación de que vamos para atrás.

Cuando me plantaba en una clase de la ESO en 2015 y decía a los muchachos que ni se les ocurriera acudir al “pues que no hubiera pasado el vídeo” o “pero es que lo buscaba”, el discurso cuajaba y la razón se abría paso. En 2019 digo lo mismo y soy un feminazi marxista post-moderno.

Cuando me plantaba en una clase de la ESO en 2015 y decía a un grupo de muchachas que enviar una foto de alto voltaje a su rollo del finde implicaba muchos riesgos, el discurso cuajaba y la razón se abría paso. En 2019 digo lo mismo y soy un fascista machista opresor que está haciendo mansplaining.

Os volará la cabeza pero la mayor parte de profesionales que trabajamos en estos temas sostenemos las dos cosas a la vez y dormimos sin complejo de Schröedinger. Llevar un fajo de billetes a la vista en el bolsillo en un metro concurrido no implica que estés buscando que te roben y, sin embargo, supone un riesgo.

Por lo tanto, por supuesto que la culpa no es de la víctima. En 2015 ya escribí un artículo quejándome de cómo la Guardia Civil twitteaba un vídeo con un caso de grooming donde en la metáfora la moraleja era clara: si la niña hubiera hecho las cosas de otro modo.

Y como demuestra el caso de IVECO, la distribución de vídeos de sexting anónimo a través de grupos de Whatsapp está tan extendida entre los padres de los niños que cambiar el chip llevará generaciones. Porque claro, salirse del grupo o llamarle la atención a otro tío por compartir esas cosas queda fatal. No es natural que diría Fran Rivera.

¿Si un paisano de 40 años no es capaz de decirle a otro en un grupo “oye tío, no me mandes esas cosas, no las compartas” cómo narices esperamos que en un momento de la vida donde uno quiere encajar a toda costa el menor diga “esto no amigo”? ¿Les pedimos a ellos cosas de adultos que ni hacen los adultos?

Generalizar con chicas como víctimas y chicos como agresores en estos casos no debería alterarnos tanto. Al menos cuando hablamos de sexting y según los datos del libro “Entre selfies y Whatsapps” en España un tercio de los niños entre 11 y 16 años han enviado mensajes de carácter sexual. Los chicos son más propensos a recibir este tipo de mensajes, un 35% comparado con un 28% de las chicas. Los chicos también son dados a enviar contenido más explícito pero el mismo estudio afirma que a las chicas se las juzga más negativamente por ser partícipes del sexting.

Nadie está diciendo que haya que ignorar a las víctimas varones pero por si acaso se ha compartido mucho los últimos días este artículo de The Conversation que afirma que las situaciones de porno-venganza se reparten a partes iguales entre hombres y mujeres, al menos en Australia. Teniendo en cuenta que estamos mezclando muchos conceptos en la comparación (sexting, ciberacoso, revenge porn...) y centrándonos en el ámbito de los menores las diferencias de género no se encuentran en el riesgo sino en la gestión del daño por utilizar la terminología de EU Kids Online (PDF):

Concretamente, los chicos parecen ser más propensos a buscar contenido ofensivo o violento, acceder a contenido pornográfico o enviar enlaces a webs de pornografía, encontrarse offline con alguien que han conocido online y dar información personal. Las chicas son más propensas a sentirse molestas por material ofensivo, violento y pornográfico, por los chats con desconocidos, recibir comentarios de contenido sexual no deseados y por que se les demande información personal aunque son conscientes del riesgo que entraña dársela a desconocidos. Ambos sexos están expuestos al riesgo del ciberacoso.

Del propio artículo de The Conversation:

Por ejemplo, para las imágenes tomadas sin consentimiento, el 32% de las mujeres víctimas afirmaron temer por su seguridad comparadas con el 23% de los hombres. Para imágenes distribuidas sin consentimiento, el 40% de las mujeres y el 36% de los hombres dijeron sentir miedo.

El doble rasero provoca que los chicos sean admirados y valorados por recibir estos contenidos mientras que las mismas chicas que son animadas y en ocasiones presionadas para hacer los envíos luego son tildadas de estúpidas por hacerlo. Además, y según el mismo informe, las chicas no pueden hablar abiertamente sobre sus actividades y prácticas sexuales mientras que los chicos por el contrario son rechazados por sus pares si no lo hacen. Los sesgos de género en estos casos son tan marcados que ofrecer un discurso único se antoja complicado: parece más productivo hablar con las chicas con un enfoque y con los chicos, por separado, otro distinto.

Las chicas no pueden hablar abiertamente sobre sus actividades y prácticas sexuales mientras que los chicos por el contrario son rechazados por sus pares si no lo hacen

Insisto, nada de esto excluye concienciar a las chicas del riesgo inherente al sexting. Si no lo hacemos corremos el riesgo de que se malinterpreten campañas hechas con sanísima intención como #Sexteaconlacabeza de la ONG Faro Digital o la guía de didáctica del Conseyu de la Mocedá en Asturias sobre Sextingseguro.

Campaña #Sexteaconlacabeza de la ONG Faro Digital

No existe el sexting seguro, es decir, privacidad y redes sociales o aplicaciones de mensajería nunca van de la mano. En ningún podemos dar falsas esperanzas como hacen las redes con trampas de usabilidad y candaditos que te indican que una foto caduca a los 10 segundos o que la conversación está supercifradadelamuerte. Si alguien quiere capturar ese contenido y distribuirlo va a poder hacerlo.

“No muestres tatuajes que te identifiquen”, “Que no se te vea la cara” supondrán sólo un parche dado que estos problemas surgen de forma más frecuente en entornos pequeños y conocidos (mi colegio, mi empresa…).

“Utiliza aplicaciones seguras como Imgur o Snapchat” como digo es una trampa de confianza para cualquier persona formada en el uso de la tecnología.

Así pues, es normal y natural que los adolescentes quieran explorar su sexualidad a través del sexting y sin embargo el medio a través del cual lo hacen es altamente inseguro ¿cómo demonios enfocamos esto? Tenemos que ponernos las pilas porque si bien los encuentros sexuales entre los centennials están disminuyendo, los virtuales están creciendo.

Educando en el sexting

Dado que estamos ante un tema tabú que a muchos educadores les produce urticaria no se entra al meollo con los menores. Y cuando se entra, uno se puede llevar sorpresas.

La primera es que el tratamiento oficial de prevención del sexting se centra en casos bastante alejados de la realidad. Dicho de otro modo, se ponen continuamente en el peor escenario: envías una foto sexual y acabas en Internet con tu vida destrozada.

Lo que reclaman los menores son estrategias para las situaciones más comunes: ¿qué hago si mi chico me pide unas fotos y a mi no me apetece? ¿cómo me comporto cuando recibo un mensaje de estas características? ¿es normal que esto me guste/me disguste?

La mayor amenaza en los casos de sexting no viene del grooming o de adultos desconocidos. Estas situaciones los menores las gestionan mucho mejor de lo que sus padres imaginan identificando rápidamente a un tipo raro o extraños que quiere engañarles. Pero estas estrategias no funcionan cuando realmente quieren explorar su sexualidad con alguien más cercano o conocido.

Lo que reclaman los menores son estrategias para las situaciones más comunes: ¿qué hago si mi chico me pide unas fotos y a mi no me apetece? ¿cómo me comporto cuando recibo un mensaje de estas características? ¿es normal que esto me guste/me disguste?

¿Están los padres dispuestos a tener esa conversación con sus hijos? Twitteaba el otro día:

Vivimos en una sociedad donde según el estudio que mires entre un 30% y un 50% de los adolescentes no hablan de sexo con sus padres. Ahora encima necesitamos hablar de sexting, consentido y con niños de 10 años (dado que es la edad media a la que empiezan a usar el móvil de forma independiente).

Aparte de las obligadas conversaciones en el ámbito familiar, desde el punto de vista educativo hay tres estrategias que se han demostrado efectivas.

Primero diferenciar sexting (consentido) de lo que no es e incidir en que lo que no es sexting, es delito. Sin medias tintas. Si una chica te envía un vídeo sexual y lo difundes sin su consentimiento en un grupo de Whatsapp, estás cometiendo un delito y habrá multas, denuncias, cargos, etc… Si eres un tercero que estás en ese grupo y lo difundes más de lo mismo. Luego si queréis hablamos de ética pero aquí la ley es la ley, vas a pringar. Y ni si te ocurra chantajear, amenazar o presionar para tener ese tipo de contenido porque vas a sumar delitos a la pila. Si no es sexting, es delito.

Segundo, los adolescentes de 16 años son héroes para los de 13. Y muchos de 16 sienten cierto deber de protección sobre los de 13 (especialmente si tienen hermanas en esa edad). Ejerce como modelo entonces y ponle las pilas a los de 13. Si ves a un niño de 13 que piensa que es el rey del mambo por tener uno de esos vídeos o difundirlo trátalo como un niño y demuestra que los chicos de 16 ya son más maduros, y ser más maduro implica respetar la intimidad y confianza de la otra persona.

Me da igual si queréis hablar de nueva masculinidad o de que esto parece un anuncio de Gillette. Uno no debería sentirse ni más ni menos hombre por no difundir un vídeo como el de IVECO, debería sentirse más o menos empático y respetuoso.

Tercero y último: más perfiles técnicos dando charlas en los centros escolares. O nos vamos a la parte pedagógica y de educación sexual o son las fuerzas de seguridad del estado las que atajan al problema. Necesitamos más ingenieros, abogados, médicos que den otras visiones sobre el uso de la tecnología en las aulas. Recuerdo que el grandísimo Pablo F. Burgeño, abogado experto en tecnología, daba charlas a chavales de forma altruista. Lo que puede aportar alguien de su perfil es refrescante.

El mito del nativo digital que impregna los huesos de nuestra sociedad y sostiene que los nativos saben más que sus padres por haber crecido en otra época y que por lo tanto “aprenden solos” está bien para hablarlo con unas cañas pero es un disparate cuando afecta a su educación. Hay que hablar de servidores, de cifrado, de intercambio de archivos, de seguridad de las contraseñas, de doble autenticación y dar una base más técnica.

Está bien aprender a conducir pero saber algo de mecánica y de cómo funciona tu coche te ayudará a tenerlo en mejor estado y prevenir accidentes.

Tratar los temas que les preocupan, darles más responsabilidad para que ejerzan de modelos y mejorar sus competencias digitales son tres factores que según todo lo investigado estos años tendrá un impacto real en la prevención de las noticias que abren este artículo.

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