Intentad buscar datos sobre el futuro de la tecnologías de impresión láser y de tinta. Algo que realmente represente un cambio importante en el triste panorama actual. Hay poco, muy poco que apunte a las revoluciones que sí estamos viendo en sus primas hermanas -las impresoras 3D que nos asombran cada día-, y eso sorprende en los tiempos que corren, en los que parece haber más y mejores alternativas para prácticamente todas las tecnologías que manejábamos en las últimas décadas.
No ocurre así con las impresoras. Seguimos comprando impresoras de tinta que cuestan cuatro perras y que los fabricantes financian con el viejo truco de los cartuchos a precio de oro, o impresoras láser que siguen un esquema similar. El coste por página, el factor fundamental para los usuarios, sigue sin experimentar cambios, y encima los fabricantes ponen todo tipo de trabas para que uno tome el control de su impresora. Que es precisamente por lo que yo hackeé la mía.
Así se hackea una impresora láser
Los antecedentes los tenéis en mi otro blog. Allí contaba como mi impresora láser multifunción, una Samsung 3205W que jamás me había dado un problema, de repente dejó de imprimir. Tóner vacío, rezaba el mensaje de advertencia en el panel de control de la impresora.
En realidad ya había previsto esa situación y había buscado recambio para el tóner semanas antes. En el proceso de búsqueda me enfrenté a la misma realidad a la que se enfrentan los usuarios de impresoras de tinta. El coste de los recambios originales frente a los compatibles es mucho mayor. En mi caso, un tóner original andaba en los 60-65 euros. Los tóneres compatibles tenían un precio de menos de 11 euros. Difícil elección.
Pero claro, la cosa no es tan simple. Uno quita el tóner teóricamente vacío, lo sustituye por el nuevo "compatible", y aquello no anda. ¿La razón? Que Samsung, como otros muchos fabricantes, integra un chip en el tóner con el que la impresora entre otras cosas lleva un recuento de las páginas impresas que llevas con ese tóner. ¿Quieres intentar imprimir sin el chip? Ja. No sirve intentar cambiar el chip de uno a otro -lógico- y la situación parecía tener difícil respuesta.
Hasta que uno rebusca un poco por Internet y se da cuenta de que como en muchos escenarios, hecha la ley, hecha la trampa. Es posible resetear el firmware de la impresora para que ese contador y la obligatoriedad de usar tóneres oficiales desaparezca. Diversos servicios -de dudosa procedencia, todo hay que decirlo- permiten que uno "compre" uno de estos firmwares modificados y personalizados para dejarlo todo a gusto del consumidor.
Dicho y hecho. Tras enviar los datos necesarios (modelo de impresora, número de serie, verión del firmware y el llamado CRUM del chip del tóner) y pagar los 12 dólares vía PayPal a un chico aparentemente tailandés obtuve mi firmware, que no funcionó a la primera -me equivoqué al copiar el número de serie- pero que sí lo hizo tras subsanar ese error. Ya tenía mi impresora funcionando. Y no con el tóner compatible, que también demostró estar listo para imprimir sin parar, sino con el oficial, al que a pesar de Samsung y sus programas de conteo aún le quedaban unas cuantas copias que imprimir, aunque la fuerza de la impresión fuera algo más débil, como era de esperar.
La lección en mi caso era clara: soy yo quien debe decidir si el cartucho o el tóner dan para más. Soy yo quien ha pagado por la impresora. ¿Por qué se empeña el fabricante en limitar mi uso de la misma? Pues por la razón más sencilla y lógica del mundo: por el dinero. Ese control permite, como en tantos otros casos, que el fabricante [X] (ponga Vd. el nombre de la empresa que más rabia le dé en esa casilla) gane dinero forzándonos a comprar cierto cartucho, cierto tóner, o cierto componente que uno necesita para que ese dispositivo siga funcionando.
Y yo no estoy dispuesto a ceder ese control. No si tengo la opción.
¿Por qué las impresoras siguen ancladas en el pasado?
Si uno le echa un vistazo al mercado de la impresión (no 3D) en 2014, se dará cuenta de cómo están las cosas rápidamente. HP lo domina con claridad (38% de cuota mundial) aunque su cuota ha bajado ligeramente respecto a 2013, mientras que Canon (22%), Epson (15,65%), Brother (7,5%) y Samsung (4,2%) compiten por tener su papel (y nunca mejor dicho) en ese segmento.
En ese estudio de IDC indicaban cómo las impresoras láser iban ganando más y más terreno poco a poco, y cómo las láser multifución en color tenían una proyección notable en 2015. Las impresoras de inyección tinta seguían dominando (18,9 millones de unidades vendidas en 2014 por 10,7 millones de láser), pero curiosamente las ventas de las impresoras de inyección han bajado dos años consecutivos, mientras que las láser siguen en positivo.
No es que los informes sobre el mercado de las impresoras sean especialmente divertidos, pero el aburrimiento producido por éste es especialmente preocupante. Y lo es porque décadas después de la aparición de esas dos alternativas, no parece haber movimiento alguno. Se habla de más color, de mejores velocidades, y del interés por las impresiones en tamaño A3, pero no hay mención alguna para modelos de impresión de futuro. No hay alternativas, ni esperanza de que las haya.
Seguimos anclados por tanto al pasado. Seguimos condenados a tratar de sacar provecho a un mercado que machaca al consumidor ya no con el precio de la tinta, sino con el precio de los cartuchos. En nuestro análisis del precio de la tinta la conclusión era clara: imprimimos menos, pero pagamos más. Casi resulta anecdótico aquel estudio de finales 2007 que nos descubría que un litro de tinta de impresora salía a 1.400 euros, y las cosas no han cambiado demasiado.
La aparición de los cartuchos y tóneres compatibles pero no oficiales hizo que lógicamente los fabricantes comenzaran a temblar. Se les acababa (un poco) el chollo, así que había que reaccionar. La inclusión de chips para evitar el uso de cartuchos "piratas", la introducción de contadores bastante tacaños y el resto de acciones de márketing directamente encaminadas a que uno se gastase muy poco en la impresora y mucho en los cartuchos o tóneres se situaban como el fraude tecnológico de nuestro día a día.
A menudo uno se preguntaba si en lugar de comprar cartuchos o tóneres nuevos no sería casi mejor cambiar de impresora. Los fabricantes, descubrían en The Guardian, cada vez metían menos tinta en cartuchos cada vez más pequeños, así que uno gastaba aún más con cada nueva generación de impresoras. Y eso nos hacía volver a la misma reflexión. ¿Comprar cartuchos, o renovar impresora?... Total, si por cuatro duros tenías una distinta y quizás mejor, la segunda opción parecía cada vez más interesante. El fabricante ganaba en cualquiera de los dos casos.
Ese fraude va acompañado además de otra consecuencia especialmente preocupante: el negocio de los cartuchos y los tóneres, por mucho que digan los fabricantes, no parece demasiado sostenible. Al menos, no con el medioambiente: el polvo de los tóneres es nocivo -cuidado con derrames o roturas de recambios- y además hay cierta producción de ozono y óxidos de nitrógeno, y tanto los plásticos de los tóneres como los de los cartuchos, aunque se puede reciclar, acaba, como las impresoras que ya no nos sirven, en cualquier basurero. La dimensión del problema es enorme si tenemos en cuenta que se compran cerca de 30 millones de nuevas impresoras cada año.
Epson y HP cambian el cuento, pero el final es el mismo
Y así llegamos a la situación actual, esa en la que Epson presentaba hace unos días su nueva tecnología de impresión. Ya no tienes que cambiar los cartuchos, majete. Ahora te vamos a vender unas botellitas de tinta con las que rellenar los cartuchos oficiales. Una idea brillante que teóricamente reduce el precio del recambio: no es lo mismo el coste de un cartucho con su electrónica integrada y la tinta que hay que introducir que el coste sólo de la tinta, que además suministras en cómodos recipientes oficiales.
En The Wall Street Journal tuvieron la oportunidad de hablar de una de esas nuevas impresoras, la Epson Expression ET-2550, cuyo coste ronda los 400 dólares y que precisamente se caracteriza por ese nuevo sistema de rellenado de cartuchos. Los denominados EcoTank permiten que uno se compre estas botellitas de tinta para rellenar esos tanques (vayamos olvidando el término "cartucho") y teóricamente reducir un poco el coste por página. Casi dan ganas de darle la enhorabuena a Epson por haber creado ese concepto que en efecto da un giro (ligero) a la situación -por cierto: ya hay botellitas de "tinta compatible"-, pero no parece que haya alternativas similares en el segmento de las impresoras láser.
Otros fabricantes se centran en otros apartados. HP, absoluto referente en el mercado, deja a un lado el discurso sobre el coste por página -que es lo que le da dinero, claro- y nos vende características como la impresión desde dispositivos móviles, la seguridad de estos productos, o incluso un mercado propio de aplicaciones para poder aprovechar mejor sus impresoras desde distintos escenarios y en colaboración con servicios de empresas como Google, Dreamworks o Snapfish.
HP también tiene su propia forma de tratar de competir en ese mercado del coste por página que Epson parece haber reimpulsado. Este gigante de la informática quiere vender suscripciones, no cartuchos. Con precios que van desde los 3 a los 10 dólares, es posible disfrutar de remesas de cartuchos mensuales teniendo en cuenta la cantidad de copias que imprimimos al mes. La idea es la de favorecer a aquellos usuarios que tienen necesidades más bien fijas en el campo de la impresión, y parece más orientada a las pequeñas y medianas empresas.
Los avances parecen relegados a la impresión de gran formato
A las ideas de estas dos empresas se les suman otras que sí hemos logrado descubrir, pero de las que no conocemos aplicación práctica. Se trata en primer lugar de la tecnología Trillium de la empresa belga Xeikon, uno de los teóricos referentes en el futuro de la impresión digital.
La idea: combinar su experiencia en el mercado electrofotográfico con el uso de un sistema basado en un tóner de alta viscosidad. Por ahora su aplicación parece destinada a grandes formatos, pero sería interesante ver si este tipo de tóneres se pueden integrar en dispositivos domésticos o para la empresa.
Como en el caso anterior, otra de las alternativas es la tecnología de una de sus competidoras en este campo, Landa Corporation, que cuenta con una tinta basada en agua llamada Landa NanoInk que hace usa de la nanografía y que parece que de momento también está dirigida a la impresión de gran formato.
¿Llegarán estas u otras alternativas a cuajar en el mercado doméstico? A priori parece que no se plantean revoluciones en ese apartado. Y eso solo parece provocar una conclusión: los usuarios tratarán de seguir buscando la solución que más compense tanto en prestaciones como en precio. Y si eso significa pagar 12 dólares por un firmware modificado... que así sea.
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