Naces, creces, estudias, trabajas, te especializas en un campo y, ¿te jubilas? No siempre. De hecho, hay gente que después de muchos años de carrera profesional es capaz de dar un giro completo a su vida y dedicarse a algo totalmente distinto y ajeno a lo que venían haciendo.
De abogado a ingeniero
Zubin Pratap es ingeniero de software en Google, pero durante 12 años fue abogado. Este profesional, que terminó su licenciatura un año antes de que Google saliera a bolsa, reconoce que, para él programar era casi magia (“escribir texto y hacer que las máquinas sigan sus comandos es algo con un poder ilimitado”), pero que no se veía tan inteligente y matemático como quienes programaban.
“Sin darme cuenta, reforcé ese mito para mí mismo: traté de aprender a codificar tres veces. En 2014, en 2015 y en 2017. Y las tres veces renuncié porque intenté saltar demasiado alto, me preparé para el fracaso y luego asumí que no era lo suficientemente inteligente (cuando en realidad, había intentado correr antes de aprender a caminar)”, reflexiona.
Finalmente, encontró un mentor que le ayudó a aprender a programar y dejó una carrera “legal exitosa” para “volver a ser un principiante”.
En su opinión, en lugar de fijarnos en lo difícil que es la meta, debemos centrarnos en el proceso de aprendizaje y seguir siempre aprendiendo nuevas herramientas, técnicas, prácticas, lenguajes, marcos, etc.
También explica su lucha con el Síndrome del impostor, que cree que todos padecen alguna vez. Y, por eso, cree que es bueno bromear con otros compañeros sobre este tema.
Tocar madera y código
El caso de Diana Aceves es el de una química que acabó marchándose a su Valladolid natal para trabajar en la empresa de maderas que había fundado su padre y que, tras ser la directora general de la misma, acabó estudiando programación y ahora trabaja de forma remota.
Aceves nos contaba que recién licenciada fue contratada por una consultora que la formó en desarrollo y programación en Java durante tres años. Algo que no tenía nada que ver con su formación, pero que le gustó y se le dio bien. Una mala experiencia con recursos humanos le llevó a su Valladolid natal donde, pese a que siempre había negado esa opción, acabó trabajando y liderando la empresa familiar, dedicada a la venta de maderas.
Esa empresa acabó siendo vendida y ella decidió recuperar aquella pasión de juventud: la programación. Tras formarse en una escuela y de forma autodidacta, sigue programando de forma remota desde su Valladolid natal.
Y, como Zubin Patrap, Diana Aceves cree que no hace falta saber matemáticas o “ser un cerebrito”, pero sí que te tiene que gustar estar constantemente aprendiendo y estudiando. “Toda la vida, todos los meses, hay que reciclarse”.
Del MBA a los datos
Algunos profesionales deciden volver a la misma universidad en la que realizaron sus primeros estudios pero para cambiar radicalmente de profesión.
Más de 20 años después de haberse licenciado en Derecho y de haber realizado un MBA, después de haber trabajado en marketing para Air Nostrum o Air Europa Vicente Castell, se matriculó en el Grado de Ciencias de Datos de la Universidad de Valencia.
Castell asegura que lo hizo por aquello de “renovarse o morir”. “Me di cuenta de que, por mi experiencia, podía hacer muchas cosas para mis clientes, pero que toda la gente especializada en análisis de datos que se iba a incorporar al mercado laboral haría que lo que yo ofrezco fuese una commodity”, explicaba a Xataka.
Pese a que asegura que no tiene ni la misma disponibilidad (por compromisos familiares y laborales) ni la misma agilidad que los estudiantes más jóvenes, cree que estudiar a los 50 ofrece herramientas que se escapan a la mayoría de alumnos veinteañeros. Tras haber lidiado con infinidad de expedientes y proyectos desde la década de los 90, por ejemplo, se siente más capaz de sintetizar y priorizar. “Sabes ir al grano y estructuras mucho mejor. Cuando antes estudiaba todo se me hacía un mundo. En cierto modo ahora entiendes mejor”.
Coursera cambió mi vida
Inés Huerta se decantó por el bachillerato de Letras, pero no tardó en darse cuenta que las matemáticas podían ser divertidas. Sin embargo, cuando decidió que no quería programar, sin ser teleco, se percató que no todo iba a ser fácil y que, pese a que siempre había sido una buena estudiante, empezaba a suspender exámenes.
Esta profesional decidió formarse por su cuenta, muchas veces con los cursos de la plataforma Coursera y fue así como acabó convertida en Data Scientis.
Aunque suponen un extra de esfuerzo, decidió apostar por MOOCS y no por cursos presenciales por la flexibilidad. En aquel entonces trabaja en la zona norte de Madrid pero vivía en la zona sur, por lo que ir a la universidad le resultaba inviable.
Huertas aconseja aprender a programar en algún lenguaje como Python y empezar con “cosas pequeñitas para que te sientas cómodo y tengas bastante cultura programando. Cuando tengas esto resuelto, te puedo dedicar a la parte matemática y de los algoritmos. Si los abordas los dos a la vez puede ser bastante frustrante”.
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