En diciembre de 2009, la palabra "crisis" ya era la que acaparaba todas las conversaciones y los informativos. Un paro desbocado y empresas cerrando en masa pintaban un panorama negro para el futuro económico. El Grupo Marsans no era ajeno a ello y no estaba pasando por un buen momento, pero la suerte sonrió a muchos de sus empleados, que fueron agraciados con el Gordo de Navidad.
La noche del 21 de diciembre, que ese año cayó en lunes, fue cuando se celebró la cena de empresa. Al día siguiente, martes 22, uno de los niños de San Ildefonso extrajo la bola con el 78.294 cantando "tres millones de euros". El Gordo fue a parar a Marsans, tanto a sus empleados de la sede central en Madrid, la del icónico edificio Pórtico en Campo de las Naciones; como a empleados de sucursales a pie de calle por varias provincias. La resaca de aquel martes post-cena de empresa duró mucho más que la media mañana habitual y pocos recordaron por un tiempo que el día anterior había quebrado Air Comet, la aerolínea de su propiedad, que solo sería el principio de una larga penitencia durante el año 2010.
300.000 euros por décimo, pero no para todos
En las oficinas corría el champán y el cava, pero no fue así para Raúl, experto en marketing y negocios digitales que por aquel entonces era uno de los 300 empleados aproximadamente que había en las oficinas de Marsans. "Yo no compré, te voy a tener que contar el lado triste para el reportaje", explica en conversación con Xataka. "La noche anterior, en la cena de empresa, ofrecieron los últimos décimos que quedaban por colocar, pero yo ni me enteré de eso, no sabía de ese número".
En la mañana del 22, Raúl ya estaba de vacaciones, pero pronto empezaron las llamadas y los SMS avisando de que había tocado. Raúl había comprado décimos en el trabajo, pero no de ese número. "El móvil echaba humo. Durante cinco minutos pensé que sí me había tocado. Fueron cinco minutos increíbles. Luego me metí en Internet a comprobarlo y vi que el número del Gordo ni se parecía al que llevaba yo. Llamé a algunos compañeros y lo fuimos hablando, mi suerte es que no tuve que estar ese día en la oficina, hubiese sido más duro", rememora once años después. Cuando toca, pero no a todos, el ánimo cae en los que no han sido afortunados. Como aquel día en Marsans.
Porque además, toda la serie fue comprada por miembros de la empresa. Por muchos. "El premio quedó muy repartido porque lo normal era comprar un solo décimo de cada número. Salvo algunos directivos, que igual llevaban cinco o seis décimos". Es decir, 1.800.000 euros. Desde Xataka hemos contactado con uno de esos directivos de los que tenemos constancia que obtuvo exactamente este premio sin obtener respuesta por su parte.
No obstante, no hubo un gran impacto en el plantel de la empresa en cuanto a trabajadores que aprovechasen para marcharse, tomarse un tiempo de descanso o montar su propia empresa. Algo a lo que pudo contribuir la delicadísima situación financiera del país en aquel entonces, el hecho de que con 300.000 euros no da como para jubilarse anticipadamente —un Euromillón sería otro cantar—, o la Edad Media de la propia plantilla. "La gente allí era bastante joven, quizás con más gente cerca de jubilarse se hubiesen podido plantear que entre eso y sus ahorros ya podrían retirarse, pero no fue así, no hubo una gran fuga". Para todo lo demás, católica resignación.
El premio en Marsans fue providencial: la empresa estaba notando los efectos de la crisis y entró en quiebra diez meses después
El devenir de la empresa fue una tragedia. En octubre quebró y mandó a todos sus empleados al paro. Algunos de ellos con 300.000 euros en el bolsillo. Otros, sin más que los ahorros que hubiesen podido acumular.
Eso sí, el infortunio de Raúl en lo relacionado con los juegos de azar no acabó ahí: tras la quiebra de Marsans montó su propia empresa, y entre sus clientes estaba el Museo de Cera de Madrid, a quien compró su lotería durante el tiempo que trabajaron juntos. Un tiempo después cerró esa empresa, y en las siguientes navidades, las de 2014, el Gordo tocó en el Museo de Cera.
En el caso de Inma (nombre modificado a su petición para guardar el anonimato), su historia personal es más alegre: ella compró un décimo en su trabajo, una administración pública andaluza, que resultó premiado en el Gordo de 2017. 400.000 euros (menos el 20% que se queda Hacienda) que le sirvieron para mejorar su nivel de vida y vivir un poco más tranquila. "Pero poco más, no es algo que te cambie la vida como un Euromillón".
La reacción de quien no compró un décimo frente al resto puede ir desde sumarse a la fiesta hasta no saber encajarlo
Le tocó a casi todo el personal del departamento, compuesto por unas cuarenta personas... salvo a cuatro, que lo encajaron de forma dispar. "Dos de esas personas en cuanto se enteraron se fueron a comprar champán para celebrarlo todos juntos, fue un gesto precioso por su parte. Las otras dos... bueno", dice dejándolo en el aire.
En ese departamento, la vida laboral siguió con normalidad. "También hay que tener en cuenta que eran funcionarios. Lo que sí ocurrió es que algunos eran interinos, y cuando salieron ofertas de plaza para un puesto fijo, hubo quien se permitió el lujo de tomarse unos meses libres para preparar mejor la oposición. Eso quizás dificultó un poco la tarea del área durante un tiempo, pero estaban en todo su derecho de hacerlo".
Incluso un trabajador que se jubiló unos meses antes fue agraciado: sus antiguos compañeros le reservaron el décimo y le llamaron cuando se enteraron del premio. "El recuerdo es muy bueno y no generó problemas, lo único es la pena por quienes no les tocó nada", concluye Inma.
Un seguro contra fugas de empleados
Si el Gordo toca en una empresa, el mayor temor del empresario y los directivos puede estar en tener que afrontar una fuga repentina de varios de sus empleados. Si el premio está lo suficientemente repartido y esa es la decisión que toman los trabajadores puede poner en un problema serio a la empresa, que de repente se quedaría mermada de efectivos y en función de su sector puede afrontar problemas de retrasos en entregas o en incapacidad para sacar el trabajo adelante.
Hay pólizas de seguros para riesgos profesionales que incluyen pólizas específicas para perjuicios económicos causados por empleados premiados por una lotería
Hiscox es una aseguradora especializada en riesgos profesionales que tiene previsto un evento así en una de sus pólizas, la "Todo riesgo daños materiales". Según explica Silvia Pérez, responsable de innovación y desarrollo de producto, fija un límite de hasta 5.000 euros ampliables si se da el caso de un premio de lotería dentro de la empresa.
"En Reino Unido hay mucha tradición de compra de boletos en la empresa, no solo en Navidad, y se han dado muchos casos de fugas cuando ha tocado un premio grande. Nosotros metimos esta cobertura pensando en los gastos en una agencia de contratación para reponer al empleado que se haya ido siempre y cuando haya dimitido él mismo durante los diez días siguientes al premio, y siempre que le hayan tocado al menos 150.000 euros", cuenta Silvia. "No hay un pico especial de interés cuando se acerca el sorteo navideño ni nadie ha contratado la póliza exclusivamente por este motivo, pero los que la contratan se suelen reír al leer esta cobertura concreta".
Si habitualmente comprar lotería navideña es un seguro para evitar la cara de pardillo si termina tocando, hay seguros que institucionalizan esto de cara al empresario, como quien asegura una pérdida de beneficios al uso.
Preparándose por si toca
Para el empresario, la preocupación principal si toca el Gordo entre sus empleados puede estar en tener que afrontar una hipotética fuga en el caso de que varios decidan abandonar la empresa, o se vean con un colchón suficiente como para dar un ultimátum para lograr una subida de sueldo o un ascenso. Obviando el hecho de que las probabilidades son ínfimas, nada puede evitar que unos empleados abandonen su puesto de trabajo de forma inminente si así lo deciden.
Aparte de la muy baja posibilidad de que el Gordo toque a los empleados está el estar preparado ante cualquier vicisitud que pueda derivar en una fuga de empleados en cualquier momento
Así lo explica Patricia Moreno, abogada senior civil y mercantil en Hedilla Abogados, expertos en administraciones de loterías y su tributación. "Como mucho se pueden pactar unas indemnizaciones a la empresa si el empleado decide marcharse, pero para un empleado normal es difícil encontrar cláusulas así. Esto se puede dar sobre todo en proyectos de ingeniería, donde los técnicos necesitan ir convalidando una serie de formaciones bastante caras. La empresa puede costearlas, pero pactan a cambio que el empleado no se marche en dos años. Si lo hace, ha de abonar esa formación. O si se trata de un jefe de proyecto o algo similar cuya salida inmediata sin previo aviso supondría un daño para la empresa, se podría pactar esa indemnización".
Y si algún empresario se plantea la posibilidad de prohibir estas compras grupales por parte de sus empleados, directamente es inviable. "Eso sería motivo de demanda, es algo del ámbito privado de los empleados que no perjudica a la empresa ni le causa una mala imagen". Eso sí, avisa Patricia de que puede "haber lío" si varios empleados tienen la tradición de comprar décimos juntos y un año alguno de ellos se queda fuera y termina tocando.
"Ahí un juez podría decidir si ha habido mala fe, sobre todo si no se ha firmado nada y solo ha habido comunicación verbal. Esos líos no se pueden evitar si una de las partes quiere buscar lío", dice la abogada en referencia a si ha habido una negativa explícita a jugar o si se quedó sin décimo por premeditación del resto".
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