Primero fue la realidad virtual. Iba a ser la pera limonera. Algunos nos veían a estas alturas encerrados en casa, pero no por el coronavirus, sino porque estaríamos continuamente conectados a esos mundos virtuales. Muy a lo 'Ready Player One'. Eso no ocurrió y la realidad virtual se ha convertido en un nicho del mercado del entretenimiento.
Con la realidad aumentada las expectativas eran aún más altas, Siguen siendolo, de hecho, pero han pasado varios años desde que la idea surgió y todos los han intentado triunfar en este segmento han fracasado. La realidad aumentada es por ahora poco más que fuegos artificiales, pero a pesar de ello sigue tratando de abrirse paso.
Una revolución que pudo ser y no fue (por ahora)
Puede que algunos recordéis aquel Google I/O de 2012. Sergei Brin aparecía en escena con unas Google Glass y avisaba al público de que tenían "algo especial para vosotros". Ciertamente lo era, pero por si no os sabéis la historia, quizás queráis ver aquel vídeo de 11 minutos y medio. Creo que merece la pena.
En realidad la introducción de esas gafas de realidad aumentada no parecía para tanto porque más que centrarse en el ámbito de la realidad aumentada eran una herramienta para sacar fotos o vídeos y poder tener el asistente de Google siempre disponible.
El producto se desinfló, inmerso en parte en el debate sobre la invasión de la privacidad, pero Google nunca acabó de abandonar sus Google Glass, que redirigió al ámbito empresarial.
El último modelo basado en Android cuesta 999 dólares y proyectan información mientras las llevamos puestas, algo que permite darles más utilidad en diversos escenarios. Google no publicita demasiado este producto, que ha quedado destinado a pequeños nichos de mercado —con algunas excepciones— y no es ni de lejos ese teórico producto para las masas que la empresa prometió en 2012.
Microsoft también lo lleva intentando bastante tiempo a través de las HoloLens, otro producto que también generó ese efecto 'wow' en sus demos. La fascinación parecía inevitable al ver en acción una tecnología que parecía llevarnos un paso más allá en el ámbito tecnológico, aunque fuera a un precio astronómico.
HoloLens tampoco ha logrado cuajar demasiado, y como ha sucedido en el caso de las Google Glass, Microsoft ha acabado destinando este producto a entornos industriales, empresariales e incluso militares. Las aplicaciones allí parecen más claras, pero una vez más volvíamos a quedarnos sin revolución masiva. La revolución no parecía ni una a pequeña a escala.
La tercera de las grandes protagonistas en estos últimos ha sido la que más prometió y más decepcionó. Magic Leap y su absoluto secretismo nos hicieron pensar que quizás ellos sí podían tener la llave para abrir esa caja de Pandora.
No la tenían: cuando por fin lanzaron su primer producto quedó claro que las expectativas creadas habían sido absurdas: apenas vendieron unos pocos miles de unidades y hace poco se supo que incluso buscaban comprador para una empresa que ha acabado despidiendo a buena parte de su plantilla.
Tres grandes intentos, tres grandes fracasos. ¿Dónde ha ido a parar la realidad aumentada? Pues de momento no a las gafas, desde luego, sino a ese dispositivo que llevamos todo el día con nosotros.
La realidad aumentada encuentra refugio en nuestro móvil
Puede que todas esas empresas fracasaran en su intento de plantear esa revolución de la realidad aumentada, pero lo curioso es que quien realmente demostró parte del potencial de esta tecnología fue una pequeña desarrolladora de videojuegos. Se llama Niantic, y logró que todos habláramos de ese tema en el verano de 2016.
Fue entonces cuando esta empresa lanzó Pokémon GO —antes ya habían dado muestras de su capacidad con Ingress— un videojuego que hizo que la gente saliera a la calle con el móvil como única excusa.
Cazar monstruos virtuales le fue bien a Niantic aquel verano, pero aunque el fenómeno explotó entonces los ingresos no han parado de llegar, y de hecho recientemente anunciaban unos ingresos de récord en 2019. La fiebre Pokémon GO ha intentado ser trasladada a otros títulos que ciertamente han tenido recorrido, y ha demostrado que el móvil es un vehículo perfecto para tratar de mostrar las ventajas de la realidad aumentada.
Lo hemos visto desde luego con los esfuerzos de Google y Apple por ofrecer soluciones basadas en esta tecnología. Sus herramientas de desarrollo, ARCore y ARKit, han permitido que disfrutemos de aplicaciones y herramientas sorprendentes y que desde luego vuelven a causar cierta fascinación.
Lo han hecho desde luego todas esas herramientas que añaden filtros en tiempo real sobre nuestras fotos o vídeos —el fenómeno MSQRD lo demostró, Facebook sacó la chequera para apropiársela tras su espectacular éxito— o las que proponen utilidades prácticas como Google Translate y Google Lens.
¿Cuando el río suena, agua lleva?
El problema es que la fascinación no es suficiente. En muchos casos el efecto 'wow' pasa —no con Pokémon GO, una de las pocas excepciones—, y la utilidad práctica de la realidad aumentada se diluye. Como ocurrió con la realidad virtual, las expectativas han quedado ensombrecidas por la realidad: las herramientas y juegos son llamativos, pero acaban de ser la solución a ningún problema que tuviéramos.
Eso, claro, es lo que tratan de cambiar estas empresas. Google ha mostrado algunas pinceladas con la integración de la realidad aumentada en Google Maps: encontrar el punto de destino es ahora aún más fácil con esas flechas superpuestas sobre el escenario real que nos indican hacia dónde dirigir nuestros pasos, por ejemplo.
Lo cierto es que las dudas sobre si la realidad aumentada puede o no ser una revolución siguen ahí. Es sospechoso que una empresa como Apple, poco dada a invertir en proyectos de forma arbitraria, haya puesto tanto énfasis en este ámbito.
Tim Cook tildó la tecnología de "gran idea" y la apuesta de Apple por es clara en iOS y iPadOS, y sus últimos iPad Pro cuentan por ejemplo con un sensor LIDAR destinado a este ámbito.
Hace años que de hecho se habla de las gafas de realidad aumentada de Apple, que teóricamente se convertirán en un wearable con la misma proyección —quizás más— que el Apple Watch.
Todas esas apuestas de las grandes hacen pensar que efectivamente algo tiene la realidad aumentada que debe ser potencialmente revolucionario. Es difícil que la tecnología hoy por hoy pueda convencernos de ese prometedor futuro: todo lo que vemos suelen ser más y más fuegos artificiales, pero está claro que cuando el río suena, agua lleva. O debe llevar.
¿No?
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