La historia está llena de dispositivos que se adelantaron a su tiempo. No me refiero a máquinas literarias o cinematográficas como la tableta de Kubrick o las múltiples predicciones de Verne, sino a otros dispositivos que fueron puestos a la venta hace décadas y ahora nos damos cuenta de que son muy parecidos a algunos de los últimos gadgets del mercado.
Uno de estos inventos fue el TV Watch de Seiko. En su día esta rareza fue considerada y reconocida como la televisión más pequeña del mundo, e incluso hizo apariciones en algunas películas, pero hoy a nadie se le puede escapar su asombroso parecido con los actuales relojes inteligentes, y en cierta manera podríamos decir que estamos ante un pariente lejano.
En busca de la revolución
La historia de este dispositivo empezó en 1972, pero el primer paso no lo dio Seiko sino otra empresa norteamericana llamada Hamilton. Ellos fueron los creadores del Pulsar P1, el primer reloj digital de muñeca de la historia. Los japoneses adquirieron a los norteamericanos, y emprendieron su propio camino a la era digital lanzando su primer reloj de este tipo en 1973.
En aquella época se decía que la sociedad avanzaba hacia una revolución en la información visual, y para sumarse a ella con su nueva gama de relojes la empresa japonesa empezó a trabajar en la investigación y desarrollo de unos paneles de cristal líquido (LCD) con matriz activa que fuesen capaces de reproducir imágenes en movimiento.
Durante los años siguientes estos esfuerzos ayudaron a que sus relojes fueran haciéndose cada vez más pequeños y delgados, con una mayor densidad en sus componentes y más eficientes energéticamente. También fueron implementando nuevas funciones como los cronómetros y calculadoras.
Después de tres años de desarrollo y cientos de millones de yenes invertidos, el verano de 1982 Seiko anunció en Tokyo un nuevo reloj. Se trataba del TV Watch, el primero en conseguir que por fin pudiéramos ver la televisión en nuestra muñeca.
Así era el TV Watch de Seiko
Un reloj que el que se puede ver la televisión. Hoy este concepto parece sencillo, pero por aquel entonces poder llevarlo a cabo era un poco más complicado. El TV Watch estaba compuesto de tres elementos diferentes que se tenían que conectar entre sí para que funcionase. El resultado era un producto de ciencia ficción, sí, pero un poco incómodo de llevar.
Por una parte teníamos el reloj, pero este teníamos que conectarlo a un receptor de radio y televisión del tamaño de un walkman. También necesitábamos unos auriculares, y estos también tenían que ir conectados al receptor de señal. ¿Y cómo se podía llevar tanto cable encima de forma medianamente cómoda? Pues muy sencillo, atentos a este dibujo que aparecía en su manual.
Como veis el truco estaba en meter el cable del receptor por debajo de la manga para conectarlo al reloj. Pero por si no queríamos complicarnos la vida, el TV Watch también tenía una función para escuchar sólo el audio de las emisiones de televisión.
El reloj en sí tenía unas dimensiones de 40 x 49 x 10 milímetros y un peso de 80 gramos, y toda su magia se concentraba en su innovadora pantalla LCD de 1,2 pulgadas en blanco y azul con resolución de 32k píxeles y 10 tonos de gris. También tenía una segunda pantalla más pequeña en la que podíamos ver la hora, configurar la alarma y utilizar el cronómetro como con cualquier otro reloj digital.
Durante la presentación del dispositivo, sus creadores tuvieron que dar ciertas explicaciones sobre cómo habían conseguido tal ingenio. Dijeron que sus nuevos paneles controlaban la disposición molecular de cristal líquido dentro de un campo eléctrico, y que esto hacía posible crear imágenes en miniatura con un bajísimo consumo de energía. Sobre todo si se comparaba con los tubos de rayos catódicos de las televisiones convencionales.
El receptor tenía unas medidas de 74,5 x 125 x 19 milímetros y un peso de 140 gramos. Esto lo hacía demasiado grande como para llevarlo en el bolsillo trasero del pantalón, pero perfecto para el bolsillo interior de la chaqueta. Su batería constaba de dos pilas AA que le daban una autonomía de cinco horas, y sintonizaba tanto radio FM como televisión en canales VHF & UHF.
Lo que pudo ser y no fue
El TV Watch llegó al mercado japonés en diciembre de 1982 con un único modelo DXA001 que costaba 108.000 yenes, aunque después salió un segundo modelo DXA002 más económico. La diferencia entre ambos era que el segundo incorporaba un audífono en vez de auriculares, y su precio bajaba hasta los 98.000 yenes. Al cambio, estos dos modelos hoy valdrían alrededor de 600 y 500 euros respectivamente.
La presentación del dispositivo consiguió generar mucho interés, y el reloj ocupó portadas en periódicos y titulares en la televisión. Era considerado un producto innovador por permitirnos acceder a una gran cantidad de información en tiempo real, y tanto llamó la atención que un año después acabó llegando también al mercado estadounidense.
Durante su lanzamiento en Japón Seiko logró vender 2.200 unidades, y el presidente de la subsidiaria norteamericana de la compañía dijo que la acogida de los medios estadounidenses había sido tan buena que creía poder vender todos los que fabricasen. Este optimismo se tradujo en la producción de entre 15.000 y 20.000 unidades listas para ser exportadas.
Pero no todo el mundo veía el TV Watch como un invento llamado a revolucionar el mercado. De hecho, se sabe que en Sony llegaron a decir que sus laboratorios tenían la capacidad de desarrollar un producto parecido, pero que no creían que hubiera un mercado lo suficientemente grande para este tipo de dispositivos. Al final resulta que tuvieron razón, y el reloj no terminó de conseguir convertirse en un producto de éxito.
En el currículum del TV Watch nos encontramos con varias fechas señaladas. En 1982 ganó el Premio Nikkei a los Productos y Servicios de Calidad Superior, y un año después hizo una aparición en Octopussy, la nueva película de James Bond. El reloj culminó su trayectoria en 1984 al entrar en el Libro Guinness de los Récords como el televisor más pequeño del mundo.
En 1983 Seiko aprovechó la tecnología que habían desarrollado para ir un poco más allá y presentar la primera pantalla de cristal líquido a color. Esta nueva pantalla fue implementada en el sucesor natural de su exitoso reloj, el cual acabó llamándose Color Pocket TV. Pero esta ya es otra historia.
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