Raquel —nombre ficticio— llevaba un tiempo desmotivada con todo. Lo había dejado con su expareja y sus amigas la convencieron para descargarse la aplicación de ligues, Tinder. Después de una semana de múltiples “¿Qué tal, a qué te dedicas?”, conoció a Sergio, con el que la conversación sí fluyó. Lo que para ella al principio era un entretenimiento, comenzó a ser algo más. Poco a poco, Raquel y Sergio compartían casi todo lo que hacían. Raramente era el día que no se daban las buenas noches y se hacían un resumen de vida rutinaria, incluyendo siempre alguna pregunta para conocer más del otro. Al cabo de unas semanas, ya se habían hecho amigos en algunas redes sociales como Facebook e Instagram. Después de un mes, ya conocían multitud de aspectos del otro, o eso es lo que Raquel creía, y decidieron dar el paso para verse en persona, aunque él ya le había insistido varias veces anteriormente.
Raquel acabó confiando en él tras un mes de largas conversaciones y de haber revisado su perfil cientos de veces. La primera cita fue realmente especial, al igual que las otras dos que le siguieron. Sin embargo, tras esa tercera y última cita, contra todo pronóstico, el chico que le había entusiasmado durante casi mes y medio en la aplicación de moda, se esfumó. Fue la noche después a la quedada, cuando en su rutina de contarse novedades, ella no obtuvo respuesta a sus mensajes y se fué inquieta a la cama. Al día siguiente tampoco, ni rastro. Intentó contactarlo por las redes sociales, pero vió en su Instagram que él ya no figuraba entre sus seguidores, lo que hizo saltar sus alarmas. Extrañada, intentó llamarle, pero ese número le había bloqueado. Sergio se había ido, y ya nunca volvería a saber de él.
Lo cierto es que Raquel no es la única persona que ha pasado por esto. De hecho, cada vez más personas tienen que hacer frente a situaciones como esta. Un fenómeno global que ha recibido el nombre de ghosting y que consiste en acabar una relación sentimental con una persona cortando todo contacto y sin darle ninguna explicación. Es decir, una persona deja de contestar los mensajes de texto y las llamadas de la otra: se esfuma de su vida sin avisar.
El papel de Internet y las redes sociales
Según los expertos, las redes sociales y las nuevas tecnologías han hecho que el ghosting sea una práctica cada vez más común. En una era en la que muchas relaciones de pareja comienzan a través de páginas de Internet o aplicaciones de ligue, como Tinder, el ghosting es algo a lo que cada vez más gente tiene que hacer frente.
“El ghosting surge porque es más cómodo no enfrentarse a situaciones dolorosas como tener que decir ‘no quiero seguir viéndote’. Y esta comodidad también es propia de cómo empiezan hoy en día las relaciones en las aplicaciones de móvil o en las redes sociales, donde el nivel de responsabilidad es menor”, explica Miguel Hierro, psicólogo del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid
. Pero aclara que, actualmente, no hay estudios que demuestren una relación entre un aumento de los casos de ghosting y un mayor uso de las redes sociales. “Las aplicaciones de ligue como Tinder triunfan porque son más eficaces, ya que ahorran esfuerzo y ayudan a perder el miedo a fracasar. Es coherente pensar que la rapidez de empezar una relación por redes afecta también a la rapidez para dejarlo”, señala Hierro.
Lo cierto es que aunque este término se haya hecho más popular ahora, no es un concepto tan novedoso. Que ahora se haga mediante texto a través de Internet, no quiere decir que hace unas décadas también se practicara, ya fuera por teléfono no contestando a las llamadas o dando plantón en una cita. En la actualidad, este fenómeno se da más frecuentemente en las aplicaciones para ligar o para conocer gente, donde los usuarios pueden garantizar su anonimato y entablar una conversación si ambos se han dado ‘me gusta’ previamente. Sin embargo, el ghosting también puede darse entre personas que se conocen desde hace tiempo, o incluso en amistades duraderas.
“Dejar de dar señales de vida no es algo nuevo. Lo que ahora es más relevante es que las vías de comunicación son muchas más y más fáciles, por lo que se hace más patente. Es decir, una pareja hoy en día puede mantener más de 40 contactos diarios a través del móvil, lo que hace 30 años era impensable. Esa ausencia se hace notar más a día de hoy”, explica Hierro.
Una práctica que afecta a la estabilidad emocional
El ghosting es una práctica que puede tener una serie de repercusiones psicológicas en quien lo padece, dependiendo del grado de contacto que exista entre las dos partes. Es decir, si hablamos de alguien a quien valoramos desde hace tiempo, de una relación consolidada o de una amistad duradera, el impacto puede ser realmente doloroso. La suspensión de ese contacto puede generar una gran angustia en la persona, sintiéndose ignorada y, en ocasiones, despreciada.
“El hecho de que no te den una explicación, el no saber si se ha terminado o no, esa incertidumbre al no conocer más información sobre lo que ha sucedido hace que se tarde más tiempo en procesar una pérdida y superar el duelo que ella conlleva”, explica Luis Antón, psicólogo del Instituto de Psicoterapias Avanzada. “Este sufrimiento puede hacer que las personas pierdan la confianza en encontrar a alguien con la que compartir un proyecto a largo plazo, dejándolas inseguras y en alerta de sufrir otro posible ‘ghosting’", añade.
En un contexto en el que los usuarios pasan de media más de tres horas diarias en las redes sociales, según el informe de Online Nation, y en la que el uso de aplicaciones de ligue va en aumento, las relaciones que surgen en Internet se han disparado. Y es que la facilidad de conseguir información de cualquier persona en la red no tiene límites, permitendo al usuario encontrar a alguien afín y en cualquier momento y lugar. Esa ventaja de oportunidades tiene también su precio: relaciones más superficiales, o al menos, con menor grado de responsabilidad. “El ghosting es el resultado de la inmediatez, de la globalización, del anonimato de las redes sociales. No podría existir en un pueblo de 200 habitantes, sino que se da en las grandes ciudades, donde hay más conexiones”, explica Hierro. Lo que le sucedió a Raquel ocurre día a día en el mundo virtual, un lugar en donde no todo es lo que parece.
Imágenes | Pixabay
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