En abril de 2019, Mark Zuckerberg inauguró la conferencia anual Facebook F8 asegurando que el futuro de la red social iba a ser privado. Con el proceso judicial que acabaría por condenar a la plataforma a pagar 5.000 millones de dólares aún abierto, aquellas palabras se interpretaron como un mea culpa por sus numerosos escándalos relacionados con la protección de los datos de sus usuarios. Sin embargo, también eran una declaración de intenciones acerca del giro empresarial que pretendía dar la compañía de la efe blanca en los años sucesivos.
Facebook, mediante el rediseño de su interfaz lanzado hace un año, tiene el propósito de potenciar el uso de sus grupos privados, a pesar de que se tratan de uno de los ámbitos más controvertidos de la red social junto a la privacidad de sus usuarios y las fake news. Porque si numerosos son los escándalos sobre la protección de datos, no menos son los relacionados con actividades sospechosas o ilícitas en estos grupos de acceso restringido.
En los últimos años han aparecido en prensa varios casos de grupos privados en los que se compartían fotografías íntimas sin el consentimiento de las personas que aparecían en ellas. Cisco Talos, la división de investigación e inteligencia frente amenazas de la multinacional de telecomunicaciones Cisco, detectó en 2019 hasta 74 grupos privados en los que se llevaban a cabo acciones sospechosas o ilícitas, como la venta de información de tarjetas de crédito. Y la Brigada Central de Investigación Tecnológica de la Policía Nacional española ha confirmado a Xataka que han intervenido varios grupos privados de Facebook en los que se intercambiaba pornografía infantil.
Aunque no hace falta ir a casos tan extremos. Una simple búsqueda en Google arroja decenas de resultados de grupos privados de Facebook con contenido pornográfico, explícitamente violento o para descargar películas y series con copyright, publicaciones que infringen las políticas de uso de la red social.
Pero con los grupos privados Facebook tiene una ventaja fundamental: nada de lo que suceda en ellos es responsabilidad de la compañía de Zuckerberg, ya que se trata de un ámbito protegido por el derecho a la privacidad y secreto de las comunicaciones.
“Facebook prefiere mantener a sus usuarios, aunque esto suponga no censurar contenido que pueda tener un impacto social negativo ni monitorizar y eliminar los grupos privados que rompan las reglas”, señala Manuela Battaglini, CEO de la consultora de ética digital Transparent Internet.
El negocio de Facebook reside en que los usuarios naveguen por su plataforma la mayor cantidad de tiempo posible. Y después de numerosas controversias acerca de sus algoritmos para detectar desnudos, la difusión masiva de fake news y los escándalos sobre privacidad, algunos de los expertos consultados por Xataka apuntan a que la red social más popular del mundo ha encontrado en los grupos privados la aspirina para tanto dolor de cabeza. “En los grupos privados los mensajes campan a sus anchas, sin censura”, asegura Battaglini.
El secreto de las comunicaciones
Con los grupos privados Facebook se cubre bien las espaldas, ya que la naturaleza jurídica de estas comunidades, de carácter privado, hace que ni siquiera la red social tenga potestad para hacer un seguimiento de los mensajes que se comparten en ellos, porque infringiría las leyes que protegen la privacidad y el secreto de las comunicaciones. De esta forma, lo que se publique ahí será muy difícil de rastrear a menos que alguno de los miembros lo denuncie, y la compañía de Zuckerberg siempre se podrá escudar en que no podía detectar el contenido infractor sin transgredir la ley.
“Aunque haya muchas personas, la propia naturaleza del grupo indica que es privado, es un club. El espacio de privacidad puede ser muy estrecho o muy amplio, pero es un espacio de privacidad. Hay clubes físicos en los que, si no eres socio, no entras, y esto es lo mismo. Durante la pandemia lo hemos visto, la policía se ha tenido que quedar en la puerta hasta que han ido saliendo, una a una, las personas que se encontraban en casas o cualquier otro espacio privado, incluida una nave industrial, porque sin una orden judicial no puede entrar”, explica Ricard Martínez, director de la Cátedra de Privacidad y Transformación Digital de la Universitat de Valencia.
Un extremo que confirma el subinspector Eduardo Casas, del Grupo de Protección al Menor de la Brigada Central de Investigación Tecnológica de la Policía Nacional: “La policía no puede entrar de oficio en un grupo cuyos miembros hayan decidido limitar quién puede ver su actividad, porque estaría realizando una intromisión ilegítima en la privacidad ajena. Si hay indicios de delito, informará al juez para conseguir la correspondiente autorización, que trasladará a Facebook conforme a los protocolos de colaboración establecidos”.
La publicidad
Claro que, si Facebook respeta la privacidad de esos grupos y no sabe nada de lo que se habla en ellos, ¿qué información cruzan los algoritmos para dirigir publicidad a los miembros de estos ‘clubes’? ¿Y cómo piensa monetizar su golpe de timón hacia una experiencia más privada?
“Es evidente que los algoritmos algo ven, esa es una discusión que nos persigue a los expertos jurídicos desde los años 90, y que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea en parte resolvió en el caso del derecho al olvido. Se consideró que era lícito tratar datos personales para servir búsquedas y emitir publicidad, y aquí lo mismo. Hemos admitido que, puesto que no son un servicio de pago con dinero, y la manera de monetizarlo de forma lícita es emitir publicidad, será lícito, pero si se pasan un milímetro de ahí tienen un problema”, explica Martínez.
El terreno es pantanoso y el cieno llega hasta las rodillas, dificultando la capacidad de movimiento. Porque, aunque Facebook pudiese hacer más para detectar contenido infractor, los expertos señalan que no sería adecuado atribuirle a una empresa privada la capacidad de decidir qué contenido se puede publicar y cuál no. Eso es responsabilidad del poder judicial.
Para Miguel Pérez, presidente de la Asociación de Usuarios de Internet, pedirle a Facebook que monitorice lo que sucede en los grupos privados en busca de posibles delitos es lo mismo que pedirles a las compañías telefónicas que escuchen todas las llamadas que realizan sus clientes por si en alguna de ellas se detecta un delito.
“Yo soy partidario de que las plataformas sean más neutras y la decisión sobre lo que es censurable o ilegal la tome un juez. Pero es un tema controvertido, e incluso dentro de nuestra asociación hay grupos que abogan por usar las herramientas que existen para detectar contenido inadecuado o ilegal”, señala Pérez.
Falta de legislación
El cenagal está especialmente enfangado, entre otras cosas, porque entran en juego varios derechos fundamentales y no hay una norma específica para este tipo de situaciones en redes sociales. “Que los grupos privados de Facebook que infringen la ley no se eliminen es una consecuencia directa de la ausencia total de legislación y control de estas plataformas, en las que los Gobiernos se tienen que poner las pilas seriamente”, señala Battaglini.
Para Ricard Martínez, una detección de actividades ilícitas más efectiva en este tipo de grupos sólo sería posible si el poder judicial contase, además de con una ley específica, con un sistema respetuoso con la privacidad que sólo levantase delitos y fuese absolutamente confiable, de modo que diese garantías a la privacidad de los ciudadanos. Pero la realidad, se lamenta, es que no existen herramientas tan finas.
El subinspector Casas, por su parte, apunta en la misma dirección: “El problema es que hay que buscar un punto de equilibrio entre el derecho a la privacidad y el secreto de las comunicaciones e impedir el delito”. Lo que no quita que, en su opinión, las redes sociales podrían hacer más para prevenir la circulación de contenidos sospechosos en sus webs.
Detectar delitos con los ojos vendados
Así pues, las limitaciones legales hacen que la detección de actividades ilícitas o sospechosas en estos grupos privados sea complicada. Según el subinspector de la Brigada Central de Investigación Tecnológica de la Policía Nacional, la mayoría de las veces se rastrean gracias a la colaboración ciudadana, algunas acciones proactivas de Facebook o porque una investigación previa a uno de los miembros de ese grupo, implicado en algún delito, les ha llevado hasta él.
En cuanto a la colaboración de Facebook con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, Casas explica que la red social es más o menos dada a cooperar en función de la gravedad del delito.
“En injurias, calumnias y similares es escasa e incluso nula. En lo que tiene que ver con explotación sexual de menores es plena, y con el resto depende. En lo que sí tendrían que mejorar, tanto Facebook como las demás, es en la velocidad de comunicación de los canales de colaboración con la policía española, puesto que dan servicio en este país. Por ejemplo, para mensajes privados o conversaciones, solicitan una comisión rogatoria internacional, que es un procedimiento muy lento y, a menudo, cuando está resuelto ya no se pueden obtener las pruebas porque el delincuente las ha borrado”, señala.
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