Los streamers más populares de China ganan mucho, mucho dinero. Una parte de esos pingües beneficios proviene de la comisión que se llevan por promocionar, e incluso vender en directo, productos, pero otra parte, la más importante para muchos de ellos, la obtienen del dinero que les dan directamente sus espectadores. Cantidades que pueden ir desde unos pocos céntimos a casi mil euros de una sola vez, según informa el Wall Street Journal.
Y esto último es lo que no gusta al Gobierno chino, que considera una falta a los valores del país y un peligro para sus jóvenes que estos streamers puedan ganar miles de euros al día con sus retransmisiones en directo. Por eso, el Estado planea limitar tanto el gasto diario de los usuarios en este tipo de pagos digitales como los ingresos que pueden percibir los influencers en concepto de propina de sus espectadores. Asimismo, también están valorando imponer una censura más estricta a los contenidos que comparten.
De acuerdo con la información recabada por el WSJ, el límite de ganancias procedentes de propinas que planea establecer el Gobierno chino para los streamers es de 1.570 dólares diarios. No ha trascendido información sobre el tope que quieren imponer a los usuarios.
Según la Asociación de Artes Escénicas de China, el negocio del streaming en el país asiático ronda los 30.000 millones de dólares al año y ha crecido de forma espectacular en los últimos tiempos. De hecho, el Centro de Información de la Red de Internet de China asegura que en torno al 70% de los chinos con acceso a la red consumen este tipo de contenido, lo que supone una audiencia de alrededor de 700 millones de personas.
Mal ejemplo para los jóvenes
Al parecer, parte de la motivación de estas restricciones vendría de la preocupación del Gobierno chino de que los jóvenes de aquel país, seducidos por la enorme cantidad de dinero que ganan los streamers, prefieran tratar de convertirse en influencers como ellos en lugar de desarrollar trabajos productivos para el Estado.
China ya tomó otra decisión de naturaleza parecida hace unos meses, cuando estableció límites sobre la cantidad de tiempo que los menores podían jugar a videojuegos.
Asimismo, a Pekín también le preocupa tanto el acelerado crecimiento de este mercado del entretenimiento que, por el momento, está mucho menos regulado que otros medios de comunicación, como las denuncias por fraude, publicidad engañosa y contenido sexualizado que ha generado recientemente.
Imagen | Higor Hanschen
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