Aunque ya había tablets para entonces, la llegada del iPad en 2010 sacudió un mercado que empezó a mirarlas como productos intermedios entre el móvil y el ordenador, no como reemplazos del segundo (pese a ciertos esfuerzos posteriores en hacer creer que sí); y en consonancia, empezó a incorporar en ellas sistemas operativos de móvil adaptados, no de escritorio.
Doce años después, el mercado de tablets es, cada vez más, cosa de dos. Y no reverdece sus laurales: las ventas de sus años dorados no han podido ser igualadas ni siquiera con el empujón de ventas que supuso la pandemia.
Un duopolio mucho más acentuado que en el móvil
El informe trimestral de IDC sobre las ventas de tablets nos deja ver sus cifras acumuladas. La tendencia es clarísima: ventas a la baja año tras año que solo cambiaron de rumbo con la mencionada pandemia. Y en 2022, con la pandemia siendo poco más que un mal recuerdo en la mayoría de países occidentales, esa tendencia vuelve a revertirse.
El mínimo fueron 144 millones de unidades vendidas en 2019. Subió a 169 millones al finalizar 2021. Para 2022 no hay datos hasta que termine este último trimestre, pero una proyección basada en los datos de los primeros nueve meses del año y los aumentos habituales de ese último trimestre (muy exitoso por combinar la campaña navideña con el Black Friday), deja otra caída respecto al año pasado.
Además, este mercado es, cada vez más, cosa de dos. Concretamente, de Apple y de Samsung. Aquí hay que matizar que Microsoft se queda fuera de esta ecuación porque incorpora un sistema operativo de escritorio incluso en dispositivos cuyo factor de forma es muy similar al de los iPad, que siguen incorporando iPadOS. Así y todo, es justo decir que los pasos de Apple en el mercado de tablets se han acercado cada vez más a lo que propuso Microsoft ya en 2012.
En este mercado, Apple, que fue perdiendo cuota de mercado en los primeros años tras el iPad original al compás de los fabricantes que se fueron incorporando y ofreciendo productos más baratos; ha acabado recuperando el terreno perdido. Se ha consolidado como líder de esta categoría, superando con holgura los cincuenta millones de productos vendidos en los últimos años, que le valen para lograr cuotas de mercado por encima del 33%.
Samsung, protagonista perenne del segundo puesto, siguió una trayectoria similar con sus Galaxy Tab y también ha consolidado su posición en estos últimos años, logrando un aumento de ventas que lleva sosteniendo desde que llegó la pandemia.
Las otras tres que completan el ranking de las cinco principales son Amazon, con sus Fire; Lenovo y una Huawei que llegó a ser tercera pero ya es quinta desde que entró en barrena, víctima de la guerra comercial desde 2019. Lenovo, por cierto, no ha llegado ahí por casualidad y está lanzando tablets basadas en Android cada vez más solventes.
Y un hecho destacable adicional: los fabricantes alternativos a ese ranking cada vez venden menos. La combinación de esas alternativas llegó a suponer más de la mitad del mercado en 2015, pero desde entonces ha ido cayendo y ya supone menos del 25%.
Las tablets llegaron a nuestras vidas rodeadas de expectativas que en muchos casos no han podido cumplir, postulándose (o siendo postuladas) como las sucesoras de los ordenadores, como el siguiente producto masivo tras el smartphone, llamado a lograr una capilaridad similar.
Otro factor que explica las ventas a la baja es que la durabilidad de este producto, menos expuesto a caídas que el smartphone, y su uso inferior, le permiten ciclos de renovación largos, muy superiores a los de un smartphone que ya se acerca a los tres años en promedio.
Ya entrados en esta de´cada, y vislumbrada la vida post-pandemia, las expectativas ya son muy diferentes: las tablets son un mercado de poco más que dos que no despiertan tanto interés como se esperaba y duran demasiado tiempo siendo funcionales como para esperar renovaciones recurrentes.
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