El escándalo de Volkswagen es de sobra conocido a estas alturas. En EEUU, donde las normativas que regulan la cantidad de emisiones de sustancias contaminantes como los Óxidos de Nitrógeno son especialmente exigentes, el fabricante alemán de vehículos optó por modificar el software de algunos de sus vehículos diésel para detectar cuándo se estaban realizando las mediciones en los bancos de pruebas y hacer que los motores funcionasen a un régimen menor que en condiciones reales en carretera.
La repercusión de esta maniobra ha sido tal, que no ha tardado en acuñarse el término "Volkswagening" para describir la acción consistente en modificar el funcionamiento de un dispositivo o vehículo durante los bancos de pruebas destinados a su homologación. La pregunta obvia tras este escándalo es: ¿hay más casos de "Volkswagening"? La polémica se centra ahora en algunos fabricantes de televisores y electrodomésticos y en sus certificaciones energéticas.
El “Volkswagening” no es nuevo
El etiquetado energético europeo, del que ya se ha hablado en Xataka, está sujeto a regulaciones y normativas destinadas a hacer que los fabricantes acomoden la eficiencia de electrodomésticos tales como lavadoras, lavavajillas, frigoríficos o televisores dentro de los márgenes establecidos para cada categoría energética. De este modo, bajo el auspicio legal de la iniciativa Ecodesign y el propio etiquetado energético, se calcula que el ahorro derivado del etiquetado energético que se conseguirá en 2020, será el equivalente a todo el consumo energético de Italia durante un año.
En este caso, a diferencia del mundo de la automoción, la normativa deja en manos de los propios fabricantes la declaración acerca del consumo energético y la eficiencia de sus productos. Desde hace años se llevan detectando casos en los que se han encontrado discrepancias entre los datos declarados y los medidos por organizaciones dedicadas a investigar su veracidad. Sin ir más lejos, en la página web de Come On Labels se pueden encontrar declaraciones de eficiencia y consumo desviadas bien por encima del 10% de margen de error que especifica le legislación.
Algunos ejemplos
Según pruebas realizadas en España por el IDAE (Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía) o el LCOE (Laboratorio Central Oficina de Electrotecnia), en 2011 se encontraron casos en los que el consumo medido en frigoríficos era hasta más del 50% mayor que el declarado por el fabricante.
En tarjetas aceleradora gráficas para PC, hubo un tiempo allá por el año 2008 en el que se hablaba de que NVIDIA y AMD “tuneaban” sus controladores para detectar software como 3D Mark que medía el rendimiento gráfico de las tarjetas, de modo que modificaban los parámetros de calidad, rebajándolos para que los resultados de las pruebas de rendimiento fueran mayores en los benchmark sintéticos que en los juegos reales.
Samsung, en el punto de mira
Ahora, la réplica tecnológica del terremoto que asoló al mundo del motor tiene su epicentro en diversos informes provenientes de organizaciones encargadas de contrastar los datos medidos en sus laboratorios con los declarados por los fabricantes. La existencia de estos informes salió a la luz en un artículo en The Guardian y ha hecho que Samsung mueva ficha en su blog oficial Samsung Tomorrow desmintiendo las insinuaciones de dicho artículo acerca de posibles prácticas poco éticas.
Concretamente, ComplianTV ha llevado a cabo un banco de pruebas, aún no publicado, donde se sugiere que el consumo energético de los televisores de Samsung es significativamente más bajo en los tests de laboratorio que en condiciones de uso real. No pasa de ser una sugerencia, sin llegar a ser una acusación firme, pero la UE ya ha anunciado que investigará este, y otros casos similares, en busca de posibles prácticas fraudulentas en el campo del etiquetado energético en televisores y electrodomésticos.
Samsung ha salido al paso de estas insinuaciones argumentando que el modo de funcionamiento activo durante las pruebas no es un modo especialmente diseñado para los laboratorios. Los televisores cuentan con diferentes ajustes recomendados para priorizar la eficiencia energética, la calidad de imagen, los colores, etcétera. En la práctica, los ajustes de energía permiten que el consumo se pueda reducir hasta valores ínfimos, siempre y cuando aceptemos una merma en el brillo de la pantalla.
¿Dónde está el truco?
Por defecto los televisores Samsung tienen activado el modo "Ilumninación Dinámica", que hace que el brillo de la pantalla se reduzca cuando hay imágenes en movimiento, que es el caso de la reproducción de vídeo. El protocolo de los bancos de pruebas usado por ComplianTV especifica que los test hay que realizarlos con la configuración del televisor según se saca de la caja.
Las pruebas de eficiencia durante la reproducción de vídeo se llevan a cabo, por tanto, con el modo de "Iluminación Dinámica" activado, el cual reduce el consumo de energía. Si el usuario en su casa cambia, pongamos por caso, los ajustes de brillo o contraste, este modo se desactiva, y por ende aumenta el consumo energético "en la vida real".
Hasta aquí, la situación parece más una cuestión de criterios que de engaños. Samsung, efectivamente, no oculta nada: el manual explica todos los modos de funcionamiento y ajustes de un modo transparente y bastante claro.
Lo que sí puede variar, efectivamente, es el consumo real de un televisor respecto a lo indicado en la etiqueta energética si el usuario usa modos de imagen diferentes a los de la configuración original del equipo. Llegados a este punto, el consumo efectivo puede ser bastante más elevado si se usan modos en los que la retroiluminación o el brillo de la pantalla estén ajustados al máximo.
¿Hay trampa?
Otro tema muy diferente es que los fabricantes, deliberadamente, “tuneen” sus televisores para que detecten los bancos de pruebas y se configuren “ad hoc” para ellos. Y en el caso de Samsung, ComplianTV no ha podido concluir que sea tal su circunstancia.
Quienes sí afirman que esta circunstancia se da son los técnicos del Laboratorio de la Agencia de Energía Sueca. En una carta dirigida a la Comisión Europea, afirma que hay televisores que claramente reconocen el vídeo empleado en los bancos de pruebas estándar del IEC y ajustan sus parámetros energéticos para falsear los resultados en su favor. En este caso no se mencionan nombres concretos de fabricantes.
La polémica está servida, pero en cualquier caso parece clara la necesidad de que las pruebas de eficiencia energética se realicen en laboratorios independientes. Las normativas son cada vez más exigentes y obligan a los departamentos de I+D de las compañías a realizar una inversión extra para acomodar sus tecnologías a los márgenes establecidos por la ley.
Fiarse o no fiarse, esa es la cuestión
La eficiencia energética empieza a ser un argumento de ventas sumamente poderoso, y cumplir con las normativas más exigentes es sinónimo de una mejor aceptación. Pero no siempre es fácil cumplir con la normativa y es tentador usar "atajos" para saltársela o para hacer más atractivo un producto. Si para algo ha servido el caso de Volkswagen es para generar una legítima desconfianza entre los consumidores ante certificaciones u homologaciones oficiales.
Recuperar la confianza de los usuarios pasa por la transparencia y la honestidad. Por ejemplo, los fabricantes podrían indicar en los manuales junto con cada modo de pantalla, su impacto sobre el consumo o mostrarlo sistemáticamente en los menús en pantalla cuando se realizan modificaciones en los ajustes de imagen.
De mopmento, no hay por qué no fiarse del etiquetado energético. Pero recuerda que cuando cambies los ajustes de imagen por defecto, por ejemplo aumentando el brillo o la retroiluminación, es probable que el consumo de tu televisor aumente.
Vía | The Guardian
En Xataka | Eficiencia energética, la etiqueta de calificación para electrodomésticos a nivel europeo
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