Aviones caídos, agujeros de bala y un gráfico equivocado: cómo aprendimos a escapar del sesgo del superviviente

  • El sesgo de supervivencia llevó a los ingenieros de la IIGM a modificar y mejorar las zonas con orificios de bala en los aviones de combate

  • Un estadista cambió esa forma de pensar

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Durante la Segunda Guerra Mundial se realizaron una serie de avances y descubrimientos que impulsaron las tecnologías y conocimientos para lograr el objetivo: acabar con la guerra. Algunos de ellos, como la máquina Victoria para descifrar los mensajes encriptados de Enigma, dieron lugar a la invención de los primeros ordenadores y lenguajes de programación. Surgieron los radares, se mejoraron los antibióticos para prevenir infecciones en el campo de batalla y no hay que decir mucho sobre la fisión nuclear, ya que tenemos ‘Oppenheimer’ bastante reciente.

Durante el conflicto también se desarrollaron algunas técnicas de análisis y estadística. Ambos bandos perfeccionaron sus herramientas de inteligencia en una guerra que no sólo se daba en el campo de batalla, sino también en centros de datos que analizaban información enemiga. Y una de las teorías más interesantes tiene que ver con el sesgo de supervivencia.

Los aviones reforzados en el lugar incorrecto

Aunque durante la Primera Guerra Mundial los aviones tuvieron un papel, donde fueron determinantes fue en la IIGM. La aviación había evolucionado mucho en esos años y las potencias implicadas en el conflicto tenían aviones muy avanzados. Ahora bien, también había defensas contra esos aviones.

Más allá de los kamikazes japoneses (y los de la Luftwaffe, ya que los nazis también intentaron cambiar el curso de la batalla con esta práctica), el resto de pilotos deseaba poder volver a la base. Eso significaba que no habían sido abatidos en la operación. Cuando aterrizaban en la base, se analizaban los aviones y, con la intención de hacerlos más resistentes ante las medidas antiaéreas enemigas y a los propios aviones rivales, empezaron a reforzar ciertas zonas de la estructura.

Fue así como comenzaron a trazar los impactos de proyectil, descubriendo que estaban concentrados en las alas principales, de dirección, estabilidad y en la zona central del vehículo. Los aliados se esforzaron por reforzar esas zonas del fuselaje, pero realmente tenían el foco puesto en el punto equivocado.

Una de las unidades de inteligencia del bando aliado fue el Grupo de Investigación Estadística, o SRG. Se disolvió poco después de que terminara la Segunda Guerra Mundial y su misión era la de analizar los problemas de las unidades y estrategias aliadas durante el conflicto. Uno de sus miembros fue el matemático Abraham Wald y en su departamento se analizó el caso de los impactos de bala de los aviones. La idea del ejército era la comentada: desarrollar un plan para blindar esas zonas afectadas.

Sin embargo, Wald dio la vuelta al asunto: ¿y si en lugar de concentrar los esfuerzos en las áreas afectadas, había que preguntarse el motivo por el que otras tan sensibles como los motores no tenían impactos? Es decir, si los aviones con señales de bala en las alas y en ciertas partes de la cabina podían volver a casa, había que ver por qué no regresaba ninguno, o pocos, con impactos en los motores. Seguro que ya sabes la respuesta: porque esos impactos en las zonas críticas del avión hacía que estos se estrellaran.

Survivorship Bias Svg Diagrama que ejemplifica el sesgo de supervivencia. Martin Grandjean (vector), McGeddon (picture), Cameron Moll (concept), CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons

Creer que la mejor operación era mejorar las zonas dañadas en los aviones que sí conseguían llegar a casa en lugar de reforzar las que no estaban 'tocadas' se conoce como sesgo de supervivencia, por lo que Wald recomendó agregar blindaje en esas áreas que presentaban un menor daño. Aquí está su informe, por cierto.

Su trabajo se consideró esencial en los primeros compases de la investigación de operaciones, que en aquellos momentos estaba en una fase incipiente y se centraba en la estadística y otros factores para ayudar en la toma de decisiones. Y, curiosamente, falleció junto a su esposa en un accidente de avión en 1950.

Y, por cierto, el diagrama que muestra un avión con puntitos rojos se atribuye a todos los artículos en los que se habla del sesgo de supervivencia, pero curiosamente no es obra de Wald, sino de Cameron Moll, que detalló hace unos años cómo creó ese diagrama para ilustrar la historia del sesgo de supervivencia de Wald en una conferencia. Desde entonces, hasta Wikipedia realizó su propio diagrama y, posteriormente, acreditó a Moll su creación. Puedes ver aquí el original.

Cazas aliados y gatos con síndrome del rascacielos

Más allá de la historia de Wald, el sesgo de supervivencia es algo que se utiliza constantemente en otros ámbitos y estudios. Está claro que en el análisis militar es muy útil para desarrollar tanto estrategias como reforzar equipos, pero también se utiliza en estudios de evolución, finanzas, naturaleza y cualquier otro estudio estadístico.

Un ejemplo también muy claro y similar al de los aviones tiene que ver con los gatos. En 1987 se realizó un estudio que dictaminó que los gatos llevados al veterinario debido a una caída por el balcón tienen mayores lesiones si caen desde un sexto como máximo que los gatos que caen desde más de seis pisos. A eso se lo llamó 'síndrome de los rascacielos'. La lógica nos dice que no tiene mucho sentido, pero se teorizó con que los gatos que caen desde una altura superior alcanzan una velocidad terminal que iguala el impacto con el que sufre un gato que cae desde un piso sexto como máximo.

Aplicando el sesgo de supervivencia, unos años después se propuso otra respuesta: los gatos que se llevaban al veterinario por caídas eran los que sobrevivían. Los que no, desafortunadamente, no hacía falta llevarlos al veterinario. Por eso, los gatos que mueren en el acto consecuencia de la caída, no aparecen en los estudios.

Portada | Fotograma de 'Pearl Harbor', ILM

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