Esos turrones que pesan, la ilusión por el año nuevo y la presión social de los nuevos propósitos inundando Instagram. Es posible que tú también te hayas visto en la misma situación y hayas decidido dar el salto, moverte un poco más e intentar acabar con ese sedentarismo que pesa sobre nuestro día a día. Una de las soluciones más sencillas: ir al trabajo en bicicleta, siempre con el permiso de la pandemia.
En mi caso di el salto a convertirme en un ciclista a diario animado en parte por una empresa en la que trabajaba y, en parte, por la subida del precio del abono transporte. Como te contaré en las próximas líneas, estos factores fueron decisivos para mí, pero con el tiempo descubrí que cualquiera puede dar el paso, encontrar sus propios motivos y atreverse con un poco de planificación.
Cada persona es un mundo y tiene sus razones
Como te he adelantado, en mi caso se juntaron dos razones para cambiar el metro por la bicicleta. Vivo en Madrid y mi antigua oficina estaba situada a unos seis o siete kilómetros de mi casa. En la Comunidad de Madrid, el abono transporte se encarece sensiblemente a partir de los 26 años. Actualmente, quien cumple 27 años pasa de pagar una tarifa plana de 20 euros a, mínimo, 54,60 euros, casi el triple. Además, en mi antiguo trabajo contábamos con un espacio vigilado para dejar las bicicletas y teníamos duchas. Pocos incentivos más se pueden pedir.
Es posible que pienses que, con semejantes condiciones, es ciertamente ventajista animar a que sean otros quienes cambien el coche y el metro por los pedales. No lo niego, pero con el tiempo descubrí que podía utilizar la bicicleta para mucho más que ir al trabajo. En la mayor parte de las ocasiones, invertía menos tiempo dando pedaladas que cogiendo el metro o el coche si quería ir a una tienda o a tomar algo con amigos.
Y hablamos de una ciudad como Madrid, cuyo centro histórico está lleno de subidas y bajadas pero que, con el tiempo, ha ido apostando por mayores facilidades para el ciclista: los kilómetros de carriles bici siguen creciendo, hay un buen número de parques para atravesar y los espacios donde dejar la bicicleta también aumentan poco a poco. Incluso hay garajes privados donde alquilar una plaza con vigilancia continua el tiempo que necesites.
Qué hay que tener en cuenta antes de hacerse con una bici
Como imaginas, pasar de la noche a la mañana del coche o el metro a la bicicleta no es sencillo, y seguramente no sea posible en muchos casos, pero en mi experiencia no ha sido un cambio excesivamente complicado. En primer lugar, debemos analizar nuestros recorridos habituales. En este punto tendría en cuenta tres factores:
- Distancias habituales que recorremos
- Tipo de vías por las que circularemos
- La seguridad que tenemos entre el tráfico rodado
Si tus trayectos son cortos, en un terreno llano y dispones de muchos kilómetros de carril bici, como se pueden encontrar los ciclistas de Valencia o Sevilla, una bicicleta de paseo puede ser muy cómoda y, además, son fáciles de encontrar por poco dinero.
En el caso de que te muevas por calles con mayor desnivel y no te encuentres demasiado seguro junto al resto de coches, valoraría buscar una bicicleta con ayuda eléctrica. De esta manera te ahorrarás esfuerzos en las subidas y, sobre todo, alcanzarás muy rápido una velocidad en la que no supongas un estorbo para otros vehículos, reduciendo la posibilidad de ser acosados por conductores o motoristas.
Por último, si eres un ciclista experimentado y estás habituado a moverte entre coches, no hay nada como una bicicleta urbana y ligera o de ciclocross. Con ellas podrás asegurarte un vehículo no muy pesado pero duro ante los obstáculos que puedes encontrar por el camino.
Un último consejo: la seguridad por encima de todo
El tráfico en una ciudad como Madrid puede ser realmente estresante y es fácil que saque lo peor de nosotros mismos. Por ello, si vas en bicicleta, ten en cuenta que siempre tienes la de perder y que eres, junto a los patinetes, el colectivo más vulnerable que se mueve por la calzada.
Mi experiencia me dice que los primeros días intentes buscar caminos seguros, priorizando los parques, los carriles bicis y las calles de un solo carril por sentido. Si, además, estas últimas calles son de sentido único, mejor, pues reduciremos los riesgos derivados de un adelantamiento.
Que vayas con precaución (y siempre respetando las normas de paso, como los semáforos) no quiere decir que no te hagas respetar en la carretera. En Madrid, por ejemplo, está permitido circular por el centro del carril. De hecho, el propio Ayuntamiento lo recomienda. Puede que algún conductor malintencionado se pegue demasiado y no guarde la distancia de seguridad pero mantén la calma, estaremos haciendo lo correcto. Además, evitaremos que una persona, despistada, no nos vea al abrir la puerta de un coche estacionado y tengamos un accidente.
Por último, invierte dinero en seguridad. Aunque por ciudad se puede circular sin casco, gasta dinero en un buen modelo, pues puede marcar la diferencia. No te olvides nunca de montar una luz delantera blanca y otra trasera roja para alertar de tu situación, además de utilizar siempre que puedas ropa de colores llamativos, deja las prendas oscuras para otro momento. Otra buena solución es utilizar un chaleco reflectante de tráfico sobre la última capa de ropa. Y también es útil invertir en unos pequeños reflectantes con imán, un accesorio con doble función: nos cierra el pantalón, evitando los enganchones con la cadena, y nos haremos más visibles a otros agentes del tráfico.
Espero que estos consejos te sean de ayuda. Por mi parte, sólo puedo confirmar que hacer un poco de ejercicio a diario encima de la bicicleta mejoró mi forma física y, sobre todo, el ánimo con el que me enfrento a la jornada laboral.
Fotos | Snapwire y Daria Shevtsova
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