El sector del transporte va a cambiar de forma radical. No hay aquí probabilidades o incertidumbre. Es un hecho. La cuestión es cuándo lo hará, y ahí es donde empresas como Tesla, Uber o Lyft están tratando de adelantarse a los acontecimientos y convertirse en abanderadas de una nueva forma de concebir cómo nos movemos por calles y carreteras.
En esa revolución habrá un protagonista fundamental: el coche autónomo (y probablemente eléctrico) hará que tengamos que olvidarnos del mundo que conocimos, ese en el que éramos conductores y propietarios, y nos adaptemos a uno en el que compartir coche y pagar una suscripción mensual será la norma. Los beneficios son tantos que ocultan las desventajas, que también las hay. ¿Qué nos espera en ese futuro?
Lyft y el modelo del Transporte-como-Servicio
El co-fundador de Lyft, John Zimmer, nos hablaba de cómo el coche autónomo es para él el detonante de una revolución que cambiará nuestras vidas de forma radical. Esa transición llevará tiempo, pero según Zimmer no será mucho: en los próximos cinco años veremos cómo el conductor humano y el coche humano coexistirán, pero en 10 años el dominio del coche autónomo en nuestras calles y carreteras será total.
Esa transformación también hará que el modelo de transporte cambio. Id diciendo adiós a eso de comprar un coche, porque para este ejecutivo el futuro estará protagonizado por un modelo de Transporte-como-Servicio en el que no pagaremos por el coche, el seguro, la gasolina o las reparaciones.
No tendremos coche propio, así que lo que haremos será utilizar coches autónomos compartidos y pagaremos una suscripción mensual con una cuota de kilómetros. Algo así como los contratos de voz y datos de nuestra operadora telefónica, pero con coches autónomos.
En ese texto se revelan datos muy interesantes, como por ejemplo el hecho de que según algunos estudios de media los coches se utilizan tan solo el 4% del tiempo y están aparcados el 96%. Eliminar todos esos coches infrautilizados de las carreteras nos permitiría tener un mundo con menos tráfico y menos polución, además de favorecer la construcción de más casas y espacios verdes en lugar de aparcamientos. Como dice Zimmer, este sería (o más bien, será) "un mundo construido en torno a las personas, no a los coches". La revolución según él llegará provocada por tres grandes cambios:
Flotas de coches autónomos que se convertirán en la norma: en 5 años serán responsables de la mayor parte de trayectos en Lyft. Aquí el co-fundador de la empresa hablaba de la alianza con General Motors para iniciar ese primer cambio, pero mencionaba algo curioso: esos coches autónomos no serán impulsados por el consumo de particulares que se conviertan en propietarios de estos vehículos, sino porque formarán parte de flotas como la de Lyft.
En 2025 diremos adiós a lo de tener coche propio en la mayoría de los casos: Zimmer habla aquí de los costes anuales que conlleva tener coche -en Estados Unidos se estiman en 9.000 dólares- y de cómo la tasa de gente joven que conduce se ha ido reduciendo porque en su opinión las nuevas generaciones de 'millenials' tienen un 30% menos posibilidades de comprar un coche.
Un cambio radical en las ciudades: la reducción en el número de coches implicará que las ciudades podrán transformarse y beneficiarse de ese nuevo enfoque centrado en las personas y no en los coches.
La revolución del coche autónomo parece inevitable
El debate sobre el futuro del mundo de la automoción se ha vuelto especialmente interesante desde que los avances en el segmento de los coches autónomos han revelado lo cerca que estamos de la llegada de estos vehículos a nuestras ciudades.
Una de las reflexiones que es conveniente hacer es precisamente la transformación que podrían sufrir las ciudades. Como decíamos entonces, la mayor parte del espacio de una calle de cualquier ciudad está ocupado por los coches, incluso aunque estén vacíos, aparcados y sin utilizarse. Algunos estiman que el 80% del viario se dedica al automóvil.
Esa revolución también lleva a un cambio de modelo más que probable que irá del actual en el que los particulares son propietarios de sus coches a otro en el que el coche compartido sería la norma. Casos como el de BlaBlaCar demuestran que esa filosofía tiene futuro, pero los casos son cada vez más y el coche autónomo no hace más que darle más sentido a esa idea.
Las ventajas de ese futuro son inevitables: menor tasa de siniestralidad, menos coches, menos tráfico, menos polución y más espacio para espacios públicos y peatonales que hagan de las ciudades entornos que efectivamente estén más centradas en las personas y no tanto en los vehículos. Puede que ver esos taxis voladores de los que hablaba Airbus sea hoy por hoy difícil, pero esta gran revolución del coche autónomo parece tan inevitable como beneficioso.
Hay también peligros, claro: el hacking de coches y ese papel protagonista de la tecnología en nuestros vehículos debe recordarnos que será muy importante tratar a los coches como lo que cada vez se acercan más a ser: ordenadores con ruedas. Protegerlos adecuadamente es clave.
La pregunta no es si ese futuro llegará, sino cuándo lo hará
Por supuesto los mayores interesados en ese futuro son fabricantes como Tesla, que lleva tiempo marcando la pauta en coches eléctricos y que con su piloto automático -recordémoslo, esto no es un coche autónomo (aún)- nos ha permitido vislumbrar de forma práctica y muy real cuál puede ser el futuro en nuestras carreteras y calles.
¿Cuál es el mayor obstáculo para ese futuro? Nosotros, por supuesto. La resistencia al cambio es algo implícito en nuestra naturaleza, así que habrá que ir asumiendo que esa revolución también nos obligará a cambiar nuestra forma de pensar en muchos ámbitos. Incluido, por supuesto, el de ir abandonando la idea de disfrutar de la conducción.
Entre otras cosas debemos hacernos a la idea de que la llegada del coche autónomo debería ir acompañada de algo que muchos rechazan: el adiós definitivo al conductor humano. Seremos nosotros los que mayor peligro introduciremos en un mundo de coches autónomos, lo que debería obligarnos a ceder ese papel definitivamente a este tipo de sistemas. Y también está el debate ético: ¿quién será el responsable de los futuros accidentes? Este será otro de los temas peliagudos en una revolución sobre la cual ya no cabe preguntarse si se producirá, sino cuándo se producirá.
En Xataka | De Tesla, coches autónomos y pilotos automáticos: confusiones mortales
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