He hecho reportajes raros, pero seguramente lo de hoy se lleva la palma: hemos puesto a un granjero español a jugar a 'Professional Farmer', un videojuego sobre la gestión de tu propia explotación agrícola, y el resultado me ha hecho replantearme muchas cosas sobre el mundo digital sobre las que nunca había pensando.
Qué hace un granjero como tú jugando a un juego como este
Por parte de madre, uno de mis bisabuelos era basurero. En aquella época, ser basurero consistía, básicamente, en recorrer con un carro las calles de Granada para recoger todos los residuos orgánicos posibles y, de esa forma, criar cerdos. La logística del emprendimiento lo llevó a mudarse a un pueblo donde poder tener más espacio y, supongo, crecer dentro de lo que se podía crecer en aquellos años.
Eso quiere decir, entre otras cosas, que podría decir que eran ganaderos. Pero mi abuelo siempre me lo explicó claramente: su padre había trabajado en una de las grandes fábricas de la ciudad hasta que decidió 'ponerse por su cuenta' como basurero. Y la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.
Mi otro bisuabuelo era cabrero. Su padre había llegado a ser capataz de los Rodríguez Acosta, una de las grandes familias granadinas, cuando el cultivo de la caña de azúcar cambió industrias, calles y destinos. Aún tenemos el reloj de bolsillo con el que, imagino, frecuentaba el Casino de la capital. Pero la Guerra que no perdona, acabó por dejarles con un hatillo de cabras, un cántaro y dos manos.
Cabreros y porqueros (y charlatanes por parte de padre, pero eso lo dejaremos para otro día). Si cuento esto, no es para presumir de pedigrí, ni siquiera para contaros la historia de amor de mis abuelos como si fuera un Romeo y Julieta entre dos bandas de pastores. Si cuento esto es para que os podáis hacer una idea de cómo me quedé en blanco cuando me senté ante Antonio, un hombre de setenta y muchos años que ha sido pastor durante casi el mismo tiempo, y me preguntó que para qué íbamos a jugar a ser granjeros "en el ordenador" si él lleva toda la vida queriendo dejar de serlo.
En realidad, la pregunta fue algo más parecido a esto: "¿De verdad me estás diciendo que hay un juego de maquinitas que va de ser granjero? ¿De verdad me estás diciendo que la gente juega?". 'Empezamos bien', pienso. Pero al plantearle jugar al juego, se le nota una mezcla entre facepalm, curiosidad y ganas. Más tarde, charlando me doy cuenta de que no es verdad que hubiera querido dejar de ser pastor, le gustaba. Y, en parte, la curiosidad era fruto de la idea de que, si eso funcionaba, podría volver a salir con sus ovejas ahora que las piernas y la edad no le dejaban. Me guardo los spoilers.
Recoger de lo que siembras
Hacemos juntos el tutorial. Antonio fue a unos cursillos del Ayuntamiento donde le enseñaron cosas como abrir un correo electrónico, hacer un powerpoint o tener abierto el microsoft access mucho tiempo para ver si se hacía sola una base de datos. Pero la verdad, como él mismo reconoce, de ordenadores no entiende mucho. 'A la vejez, viruelas', me dice.
Lo primero que le llama la atención es el paisaje mientras se carga el juego. Él nunca ha tenido vacas. Lo siguiente es cuando, ya en el tutorial, los comandos nos indican que podemos correr o saltar. "¿Para qué íbamos a tener que correr?", se ríe a carcajadas.
No sé otras, pero la granja de Professional Farmer 2017 es una señora granja. Tiene medios, instalaciones y recursos que más quisieran muchos. Eso es lo primero que le parece absurdo. ¿Cómo es posible que en un sitio tan grande estemos nosotros solos? Yo no sé cómo funciona el mundillo, pero he de reconocer que sí, que es raro.
El tutorial nos lleva a lo que yo entiendo que es arar un terreno. 'Rotavator' parece que es el término. Aquí ya empiezan los problemas. Primero los de navegabilidad (Antonio no está acostumbrado a jugar a juegos de ordenador y se le hace difícil), luego los de verosimilitud y por último los de aburrimiento. Aramos, plantamos, fertilizamos. Por lo que me dice Antonio, tengo la sensación de que Professional Farmer se queda a medias en todo: no tiene una jugabilidad dinámica por lo que perdemos la sensación auténtica de cultivar pero tampoco es un juego de gestión realista.
"Todo mal"
Por ahora estamos en el tutorial y en la parte de agricultura. Comienza la ganadería. La cosa se pone interesante.
Le divierte la consola donde se explica cómo están los animales. En la parte superior derecha se puede ver si tienen sed, hambre o si necesitan otras cosas. Excepto eso, todo mal. Le explico la lógica del asunto, pero me deja claro que esto se parece al día a día de una granja como un huevo a una castaña. Yo trato de defender el juego pero llega un momento en que se comienza a reír de mis razonamientos. Yo también me río. Total.
Para colmo, cuando acabamos de alimentar 'a las bestias', toca cosechar. Os podéis imaginar: "¡Pero, hijo, cómo va a tardar tan poco en salir el trigo!". Comienzo a explicar que esperar meses haría el juego algo aburrido. Pero lo dejo a la mitad, me parece más interesante dejarlo que juegue él solo.
No tenemos mucho éxito. A estas alturas, Antonio ha perdido las ganas y la curiosidad. Sólo nos queda el facepalm. Y con eso es difícil trabajar. Además, como comentaba antes, no es muy hábil con el ordenador. Pese a eso, dedicamos veinte minutos a dar bandazos en el modo de juego normal sin conseguir absolutamente nada. Y diez minutos más, llevando yo los mandos y siguiendo sus instrucciones.
El final del juego
Ya se ha hecho algo tarde y se nota que no vamos a poder hacer mucho más. Así que cierro y le pregunto por el juego. Tengo que pedirle tres veces que me diga la verdad porque dice los "lo he visto muy bien" con cuidado. Su resumen final es que seguramente que puede ser entretenido, pero que no refleja ni la agricultura ni la ganadería reales. "Es como las máquinas tragaperras que tienen dibujos de casinos. Los tienen pero no se parecen en nada a un casino de verdad". "Al menos con los que salen en la tele", me aclara en seguida.
Le sigue divirtiendo que la gente se dedique a estas cosas. Yo me imagino a mi abuelo y creo que también le divertiría. "Es una pena", me dice cuando ya estamos acabando. "Por un momento, me creía que iba a ser como cuando tenía a las bestias. Hay tantas cosas nuevas. Pero no". Imagino que es como cuando alguien espera ver el mar y, en realidad, le ponen un documental. Y no, no es lo mismo. Ni con 4K.
"El campo se muere", me había dicho al principio. Y mientras vuelvo a casa con el portátil bajo el brazo pienso en que en realidad Professional Farmer no tiene mucho que ver con el campo. No creo que lo pretendan más allá del marketing. Es más bien, la llegada a la industria de los videojuegos de la idealización del mundo rural que ha estado en nuestra literatura desde los poetas griegos. Igual me he equivocado de jugador, pienso. Igual debería de poner a un experto en literatura pastoril a jugar al Professional Farmer. Igual, de repente, todo tiene más sentido.
Ver 33 comentarios