Las aguas bajan revueltas tras las paredes de Activision Blizzard. Más allá de la desorbitada operación de compra de Microsoft para adquirir la firma por casi 70.000 millones de dólares o las polémicas que rodean a su CEO, Bobby Kotick, la empresa responsable de franquicias tan exitosas como 'Call of Duty', 'Diablo' o 'World of Warcraft', lleva ya algunos meses encarando turbulencias en su plantilla. Activision ha afrontado una larga huelga y quejas que han acabado cristalizando en un movimiento poco frecuente en la industria de los grandes fabricantes de videojuego de EE. UU: parte de sus empleados han puesto en marcha la maquinaria legal para constituirse en un sindicato.
El movimiento parte del área de QA de Raven Software, uno de los estudios de Activision Blizzard con presencia en el desarrollo de juegos tan exitosos como 'Call of Duty: Black Ops Cold War' o 'Call of Duty: Warzone'. Su decisión llega tras los despidos de 2021, que afectaron de forma especial a su propio departamento. A comienzos de diciembre habían perdido su empleo al menos una docena de los testers del área de QA, que se habría visto así reducida en un 30%.
¿Mediador sí, mediador no?
Como reacción, el personal adoptó medidas drástica: abrió un fondo de donaciones y convocó una huelga que contó con el apoyo de otros empleados y se mantuvo activa hasta hace poco.
Que la huelga se haya desconvocado no significa sin embargo que los empleados de Raven Software hayan visto atendidas sus reclamaciones. Si decidieron dar el paso es porque antes habían creado el sindicato Game Workers Alliance mano a mano con Communication Workers of America y esperaban que la cúpula de Activision los reconociese de forma voluntaria como tal.
Ese paso sin embargo no llegó a darse. Días después del fin de la huelga trascendía que la empresa se negaba a dar su bendición al sindicato, lo que lo aboca a otra vía más compleja para alcanzar un estatus oficial: una votación supervisada por la Junta Nacional de Relaciones Laborales.
“Creemos que todos los empleados en Raven deberían tener algo que decir en esta decisión”, argumentaba Activision en un comunicado en el que informa de su postura sobre el sindicato.
El movimiento, en realidad, tenía muy poco de inesperado. Poco antes, en diciembre, cuando detectó los primeros movimientos para organizar la plataforma obrera durante la huelga, la directiva ya se había dirigido a sus empleados para apelar a un diálogo directo, sin intermediarios. La multinacional llegó a deslizar en una nota que el movimiento sindical impulsado desde Raven busca organizar a solo un par de docenas de los casi 10.000 empleados que tiene la compañía.
A través de Twitter, Communication Workers of America (CWA) denunció también un intento de la empresa de diluir el movimiento sindical con un cambio en el organigrama de la compañía: “Ayer, Activision transmitió sus planes de reestructurar el departamento de control de calidad de Raven Software con el fin de alinear al grupo ‘…con las mejores prácticas de otros destacados estudios de Activision’. Este anuncio, que se produjo tres días después de que los trabajadores de Raven QA solicitaran de forma pública el reconocimiento de su sindicato, no es más que una táctica para frustrar a los empleados de Raven QA que están ejerciendo su derecho a organizarse”.
La negativa de la compañía a reconocer al sindicato Game Workers Alliance (GWA) no supone en cualquier caso más que una traba en su camino. Sus impulsores del área de QA de Raven ya han anunciado su decisión de seguir adelante y presentar una elección sindical ante la Junta Nacional de Relaciones Laborales. Como telón de fondo está el complejo sistema sindical de Estados Unidos, que obliga a GWA a recabar al menos la mitad más un voto dentro de su departamento.
Los 34 empleados involucrados en su puesta en marcha aseguran en cualquier caso que gozan de “una gran mayoría de votos”. Si finalmente logra constituirse el sindicato, Activision deberá negociar con él las condiciones laborales. Sobre la mesa podrían ponerse cuestiones como mejoras salariales y de las condiciones laborales. El organismo impulsado desde las filas de Raven no sería pionero en el sector —hace no mucho se formó en EE. UU.Vodeo Workers United—, pero sí se convertiría en el primero vinculado a un importante fabricante de videojuegos en la industria del país.
Un año marcado por la polémica
El conato sindical no es el único frente de Activison en los últimos meses. Ni siquiera es, con toda probabilidad, el que ha generado mayor polvareda. En 2021 la compañía se ha visto salpicada por polémicas que ponen en tela de juicio su cultura empresarial y el papel de directivos de primera línea. En julio el Departamento de Igualdad en el Empleo y Vivienda de California presentó una demanda contra la multinacional por discriminación, desigualdad y permitir el acoso por razón de género.
El organismo californiano decidió demandar a la multinacional por, supuestamente, discriminar a sus empleadas y crear un "caldo de cultivo para el acoso". En concreto, censura que supuestamente se haya ignorado comportamientos inapropiados y se relegue a las mujeres con salarios inferiores a los que cobran sus compañeros. Incluso se hace eco de denuncias contra uno de los exlíderes por participar presuntamente en el "acoso sexual flagrante con poca o ninguna repercusión".
A principios de año trascendía que, tras el escándalo, la compañía había despedido a 37 empleados desde el pasado verano como resultado de una investigación interna que buscaba precisamente sanear la empresa. A otros 44 se les habrían aplicado además medidas disciplinarias. Las polémicas que sacudieron la firma tuvieron también una respuesta por parte de los trabajadores.
El mayor bombazo que ha protagonizado a Activison en los últimos meses tiene sin embargo un carácter bien distinto y se enmarca en las páginas de la crónica económica. En la que probablemente será una de las mayores operaciones del sector en 2022 —si no en lo que resta de década—, hace unas semanas se hacía público que Microsoft comprará Activision Blizzard por la increíble suma de 68.700 millones de dólares. La operación está sujeta todavía al visto bueno de los reguladores, pero Microsoft confía en que pueda cerrarse a corto plazo, en el año fiscal de 2023.
A la espera de ver si ese movimiento afecta de alguna forma a la cultura empresarial de Activision Blizzard o el conato sindical que se está gestándose con fuerza en sus filas, Phil Spencer, CEO de Microsoft Gaming, dejaba una breve reflexión al anunciarse la operación de compra: "Valoramos profundamente las culturas individuales de los estudios. También creemos que el éxito creativo y la autonomía van de la mano con el tratamiento de cada persona con dignidad y respeto. Este es el compromiso de todos los equipos y de todos los directivos. Estamos deseando extender nuestra cultura de inclusión proactiva a los grandes equipos de Activision Blizzard".
Imagen de portada | Marco Verch (Flickr)
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