Aquel 24 de julio de 2013 Google cambió un poquito el mundo (a mejor), y lo hizo con el lanzamiento sorpresa del Chromecast. Aquel dongle HDMI pulía una idea que no era nueva, pero además iniciaba una revolución silenciosa.
Una que hizo que nuestras teles fueran mejores. Por entonces el concepto de Smart TV estaba en pañales y solo las televisiones de gama alta presumían de dar acceso sencillo a todo tipo de plataformas, pero el Chromecast permitió algo singular: convertir cualquier tele (por "tonta" que fuera) en mucho más "Smart".
El Chromecast lo hizo además a un precio casi ridículo: por 35 dólares uno por fin podía enviar cualquier contenido desde su móvil o tableta al televisor y disfrutar en cualquier TV de todo tipo de emisiones por streaming o de información vía el móvil. La historia de su origen la contaron los responsables de Google en 2018, cuando el dispositivo cumplió cinco años.
Apple había dado un paso singular con sus Apple TV de 2007, que ganaron muchos más enteros con la segunda generación que llegaría en 2010 e impulsaría la tecnología AirPlay. Fuera del mundo Apple la opción era Miracast, que a pesar de ser un estándar bastante popular en la industria no acababa de cuajar entre los fabricantes de dispositivos, que lo camuflaban con otros nombres —como hizo Samsung con su AllShare Cast o LG como SmartShare— cuando lo integraban, que no era tan frecuente como parecía.
El Chromecast era uno de esos productos que planteaba una solución mejor a ese problema. Transmitir contenidos desde el móvil a la tele había sido hasta entonces incómodo (cuando no imposible) y difícil, pero el Chromecast, como escribió nuestro excompañero Juan Carlos González entonces, era un fantástico ejemplo de la necesaria simplificación de la tecnología.
Hacía mucho más fácil lo que parecía difícil, aunque ciertamente el Chromecast distaba de ser perfecto. No todas las aplicaciones permitían hacer 'casting', y el rendimiento dependía mucho nuestras conexiones Wi-Fi, aún algo limitadas. Eso daba igual, porque aquel pequeño dispositivo fue el detonante de la aparición de un nuevo segmento: el de los dongles HDMI.
Pronto aparecieron alternativas al Chromecast que iban desde dudosos/curiosos proyectos en Kickstarter o Indiegogo a intentos por rescatar Miracast o, desde luego, a la aparición de rivales que han acabado siendo también referentes en nuestros días. Nos referimos, cómo no, a los Fire TV de Amazon que aparecieron en abril de 2014 y que también evolucionarían mucho y bien en los años siguientes.
Roku es también protagonista, pero solo en EEUU—. Habría otros competidores notables, y por ejemplo NVIDIA tiene uno de los mejores y más ambiciosos, el Shield Android TV, pero aunque lo renovó en 2019 no parece interesada en actualizar mucho más la familia.
El Amazon Fire TV de hecho planteó una propuesta distinta y, hay que reconocerlo, mejor. El dispositivo se independizaba del móvil, y ya no era necesario hacer casting desde nuestro smartphone, porque toda la "inteligencia" estaba integrada en su dongle, que poco a poco fue mejorando. La clave estaba además en el otro componente estrella de aquel producto: el mando a distancia. Pequeño, sencillo, simple y, sobre todo, funcional. Un mando que hasta presumía del control por voz.
Aquel lanzamiento tensó la cuerda entre Google y Amazon, que estuvieron peleados durante años hasta que en 2019 firmaron la paz: YouTube se pudo ver al fin de forma nativa en los Fire TV, y Prime Video añadió soporte para los Chromecast.
Google, eso sí, tardó en apuntarse a ese concepto, y siguió defendiendo el concepto de dongle puro —aquí fue algo cabezona, admitámoslo— que hacía que siguiéramos dependiendo de un móvil (o un ordenador) para emitir los contenidos.
El Chromecast de segunda generación de 2015 mejoraba en muchas cosas, pero seguía demasiado atado a nuestro smartphone y también contaba con limitaciones importantes como la ausencia de soporte para contenidos 4K. El Chromecast de tercera generación fue también conservador, y seguía limitado a emisiones 1080p. Si querías 4K podías tenerlo, pero pagando el doble, que es lo que costaba el Chromecast Ultra.
De hecho, tuvimos que esperar bastante para disfrutar de un competidor de Google que aprovechara ese concepto de independencia del móvil. Ocurrió en 2020 con la llegada del (en mi opinión) excelso Chromecast con Google TV, un producto algo más caro y ambicioso que sus predecesores, pero que llevaba la experiencia a otra dimensión: la interfaz ganaba muchos enteros, y también lo hacía la fluidez de aquel pequeño dispositivo que desde entonces se ha convertido en claro referente.
Aquel producto presumía además de dar soporte a emisiones 4K —incluyendo Dolby Vision y Atmos—, y desde su lanzamiento ha seguido mostrando su fortaleza. No se ha renovado como tal, pero Google anunció en octubre de 2022 una versión más modesta y asequible que solo soportaba emisiones 1080p.
La evolución del Chromecast ha ido acompañada de esa misma evolución por parte de sus competidores. El más relevante ha sido sin duda Amazon, cuya familia Fire TV se ha ampliado con el paso de los años para convertirse en una rival formidable: a los Fire TV Stick y Fire TV Stick Lite se les sumaron los Fire TV 4K, los Fire TV 4K Max y los aún más ambiciosos Fire TV Cube. Mientras, Apple ha seguido también planteando mejoras en sus Apple TV, cuyo modelo de 2022 es sin duda una de las mejores opciones del mercado —ese Apple A15 Bionic da mucho margen de maniobra— si uno está dispuesto a pagar bastante más que los tradicionales 'sticks'.
Pero es que además el Chromecast no solo ha hecho que sus rivales directos se pongan las pilas. También ha impulsado la evolución de nuestras Smart TVs, que hace diez años contaban con plataformas muy pobres a la hora de mostrar contenidos en streaming.
Hoy el cuento es muy diferente, y lo normal al comprar una televisión es que ésta cuente con una plataforma de gestión de contenidos más que decente. Aquí las cosas tardaron en cambiar y los fabricantes parecían no querer un Android TV tan fuerte en la tele como en el móvil, pero poco a poco tanto esa plataforma fue mejorando para convertirse en una de las más extendidas entre los fabricantes. No solo eso: el éxito del Chromecast con Google TV hizo que ambas plataformas —qué manía tiene Google de tener varias cosas que hagan lo smismo— se fueran fusionando y ahora sean cada vez más difícilmente distinguibles.
Mientras, por supuesto, algunos fabricantes han ido trabajando más y más en sus propias propuestas porque veían que estaban perdiendo una batalla importante. Tizen, webOS, VIDAA, Fire TV (que algunos fabricantes como JVC o Toshiba también usan) o HarmonyOS han ido ganando enteros y se han convertido en propuestas con un comportamiento más que decente. Todas ellas son un argumento más de venta para los potenciales compradores, y son una opción imprescindible a estas alturas en este segmento.
Pero esas plataformas también tienen su cara oscura, sobre todo en lo que se refiere a la recolección de datos. Algunos fabricantes monitorizan nuestra actividad —LG lo hacía, y Samsung, desde luego, también— y quieren que sus teles sean no listas, sino unas listillas.
Sus interfaces de usuario no siempre son ideales, y algunos incluso abogamos por algo que no es muy intuitivo: que los fabricantes ofrezcan no solo televisiones inteligentes, sino que también nos ofrezcan teles tontas. Ya las volveremos nosotros más o menos listas con un Chromecast, por ejemplo.
No hay muchas opciones, pero existen. El problema es que no solo recortan a la hora de evitar la integración de plataformas inteligentes, sino que también recortan en el resto de prestaciones: los paneles suelen ser más pequeños y de menor calidad, lo que hace que al final lo que muchos acaban (acabamos) haciendo es comprar una Smart TV para, sencillamente, no tenerla conectada a la Wi-Fi o a la red mediante Ethernet. Una encuesta reciente revela que más de la mitad de los usuarios de uns Smart TV acaban usando un dongle HDMI en lugar de la plataforma nativa de esas TVs.
Quien suscribe, desde luego, es de ese grupo: compré una Smart TV de Philips con tecnología OLED y con Ambilight hace dos años. Está basada en Android TV, pero jamás he usado el sistema nativo porque tras probarlo siempre tuve la impresión que no iba del todo fluido. ¿Solución? Desconecté la tele de la red Wi-Fi y de la red de cable, y me compré un Chromecast con Google TV para disfrutar de las plataformas de streaming. No he vuelto a mirar atrás.
Puede que estéis en esa situación y uséis dongles HDMI en vuestra Smart TV, pero también es cierto que para muchos la integración nativa de esas plataformas es suficientemente (o incluso muy) buena y tanto el Chromecast como el Fire TV o sus alternativas son productos redundantes. Hay quien de hecho sigue aprovechando un viejo Chromecast para usarlo de vacaciones, lo que demuestra que lo mejor de todo esto es que las opciones están ahí para quien quiera aprovecharlas.
Y buena culpa de esa situación, yo diría, la tuvo aquel pequeño dispositivo que apareció por sorpresa en 2013. Se llamó Chromecast.
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