La primera temporada de 'Doom Patrol' acabó, después de alcanzar la inusual cantidad de 15 episodios, delatando algunos problemas derivados de su falta de medida. La punta del iceberg eran conflictos algo repetitivos (¿cuántos flashbacks del pasado de Rita o Larry vimos que, llegado un punto, no aportaban nada nuevo?) y unos personajes menos interesantes que otros (se llevaba la palma Cyborg, que en los comics nunca ha figurado abiertamente como parte del grupo y que encadena versiones fuera de los mismos a toda velocidad -'Justice League', esta y 'Teen Titans Go!' conviven en el tiempo-). 'Doom Patrol' era una serie muy prometedora, pero tenía que analizar sus virtudes y problemas, potenciar unos y solucionar otros de cara a la segunda temporada.
Es pronto para determinar si esta nueva entrega ha encajado bien las piezas del puzle (hay tres episodios ya disponibles en HBO, que los irá estrenando semanalmente en lo sucesivo), pero lo que está claro es que la producción de DC Universe tiene muy claro qué la hace especial, aunque sigan persistiendo algunas flaquezas. Por ejemplo, Cyborg sigue siendo el personaje menos carismático del paquete, aunque el inicio de una relación que se adivina especial con una ex-militar traumatizada promete ser más jugosa (y dramática) que sus traumas paternos de la anterior tanda de episodios.
En esta segunda temporada, la Patrulla ha descubierto que Niles (Timothy Dalton) no los reunió por altruísmo, sino en beneficio propio y para proteger a su propia hija, una niña con rostro de simio cuyos orígenes también conocimos ya y cuyos poderes aún no se han calibrado por completo. Con el equipo desestructurado, pero la mayoría de ellos sin lugar a donde ir, tienen ante sí una buena cantidad de traumas propios que afrontar, rencores que superar y nuevos enemigos a los que curtir el lomo.
De hecho, ese era uno de los problemas principales de la primera temporada: enemigos muy difusos. Mr. Nobody estaba presente desde el primer momento, pero su presencia como inteligencia en la sombra que mantenía retenido a Niles lo difuminaba un poco. Por suerte, ahí estaban sus dos minions, una rata y una cucaracha que acababan viniéndose arriba de forma especialmente gozosa, levantando como un kaiju de cloaca el algo desvaído tramo final de la primera temporada. La agencia gubernamental que aprisionaba fenómenos extraños trazaba tenues líneas de unión entre personajes como Larry, Niles, Danny la Calle y Flex Mentallo, pero también estaba -como no podía ser de otro modo- demasiado en la sombra.
Aquí, sin embargo, los tres primeros episodios están más focalizados en ese sentido. Hay una revelación (Niles es un manipulador), un propósito (relacionado con una recién perdida inmortalidad) y un par de enemigos que salen, al más puro estilo 'Doom Patrol', de la nada. No desvelaremos mucho de ellos, pero uno fue creado en 1964 y otro por Grant Morrison al frente de su legendaria etapa en la serie de los ochenta, y a quien esta producción le debe todo a nivel iconográfico y de tono.
Ambos casos (en principio), adquieren talante de monster of the week, pero sobre todo por lo que respecta al segundo, quizás sea una némesis demasiado importante como para que se le despache tan rápidamente. Si veremos a ese segundo villano convertido en algo más (podría ser, con las mariposas como elemento recurrente en la promoción de la serie) es una cuestión que habrá que esperar para ver respondida, pero desde luego el personaje tiene poder como para poner a la 'Doom Patrol' en serios aprietos.
Mejores y más interesantes apuntes dramáticos
Con los personajes ya presentados, la segunda temporada también puede permitirse dejar de lado las historias de origen y ahondar en conflictos más originales e interesantes, confrontándoles con un par de constantes que parece que marcarán esta temporada: la inmortalidad como maldición y la necesidad de reconciliarse consigo mismos. De este modo, seguimos ahondando en la naturaleza múltiple de Crazy Jane, pero en forma de conversaciones de Jane con sus otros yoes, y ahondando en alguna de las que aún siguen inmersas en el misterio.
También la relación de Cliff con su hija parece haber llegado a un punto muerto, y él se ha convertido en un personaje intratable e iracundo, casi un villano dentro de las filas de Doom Patrol (de hecho, su desequilibrio hace que la credibilidad de la serie como el retrato de un equipo unido pese a todo penda de un fino hilo; esperemos que aguante). Y es el responsable de que la serie se haya convertido en la serie con más palabrotas por segundo de la televisión actual, lo que pone a los guionistas en el trance de necesitar superar el número de groserías verbales casi con cada línea de diálogo, desafío que de momento están superando con nota.
Entre medias, algún personaje que promete tanto buenos como malos momentos (habrá que ver si la hija de Niles es un vehículo para el drama facilón de sentimientos paternofiliales construidos con ideas de segunda mano, como los que lastraron a Cyborg en la temporada 1) y otros (de nuevo Larry y Rita, que están desarrollando una relación bastante poderosa y emotiva) que aún están en la línea de salida. Habrá que ver cómo evolucionan.
'Doom Patrol' se ha convertido, a base de extravagancia, guiones inteligentes e interpretaciones que se salen de la norma, en una de las mejores series de superhéroes del momento, junto a 'The Boys' (con la que tiene abundantes puntos en común), 'Teen Titans Go!' o 'Legends of Tomorrow'. Sus problemas están a la vista, del mismo modo que sus muy obvias virtudes: ojalá esta segunda temporada sea la del encuentro con un tono definitivo, uno que mande a la estratosfera su indiscutible potencial.
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