'La cura del bienestar' no se parece a otras películas de terror recientes, pero está repleta de referencias

'La cura del bienestar' no se parece a otras películas de terror recientes, pero está repleta de referencias

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'La cura del bienestar' no se parece a otras películas de terror recientes, pero está repleta de referencias

La contradicción que palpita en el seno de 'La cura del bienestar' está presente desde su mismo planteamiento: no se parece a casi ninguna otra película de terror que hayas visto últimamente, y a la vez, recuerda a muchísimas otras. 'La cura del bienestar' es una película trufada de referencias a toda la historia del género de terror, variante gótica, subsección caserones encantados y con puntuales guiños a los coloristas castillos de fuegos artificiales de los sesenta, al terror psicológico de los setenta y a la explosión de efectos especiales corpóreos de los ochenta. Entre otras cosas.

De hecho, la cuestión más asombrosa de la película es… ¿cómo demonios ha convencido Gore Verbinski a una major para que ponga en pie este delirio que, como era de esperar, se ha saldado con un brutal fracaso de taquilla en Estados Unidos (cuarenta millones de dólares de presupuestos, de los que ha recuperado apenas la mitad)? Hay respuesta (con trampa): sí, las productoras TSG Entertainment y New Regency han puesto (y perdido) parte del dinero, pero también buena parte procede del bolsillo del propio Gore Verbinski a través de su compañía Blind Wink Productions, y una cuarta parte estuvo financiada por el gobierno alemán, ya que la película se rodó allí.

En cualquier caso, 'La cura del bienestar' cuenta cómo un joven broker, interpretado por Dane DeHaan, acude desde Nueva York a una clínica de reposo de los Alpes suizos para conseguir que su jefe y dueño de la empresa vuelva al trabajo. Una vez allí tiene un accidente de tráfico que le convierte, a su vez, en paciente del sanatorio, y pronto los acontecimientos extraños comienzan a sucederse: visiones extrañas, intuición de conspiraciones, un pasado trágico para el edificio en el que se encuentra y una joven de singular físico (Mia Goth, que aparte de tener un apellido increíblemente apropiado para esta película, también tiene un físico indescriptible a medio camino entre la Shelley Duvall de 'El resplandor' y la Sissy Spaceck de 'Carrie') que lleva internada allí desde que recuerda.

Hay quien ha echado en cara a 'La cura del bienestar' (y el posible motivo de su pinchazo en taquilla) su dilatadísima duración: dos horas y media en los que la narración serpentea y se permite algo asombroso en el Hollywood actual, obsesionado con los guiones-evento que siempre apuntan en alguna dirección: juguetear con la percepción del espectador. En una trama tan profundamente alucinógena como la que presentan Verbinski y su guionista Justin Haythe (colaborador de Verbinski en 'El llanero solitario', pero también guionista de películas tan dispares como el extraordinario dramón 'Revolutionary Road' y el vehículo al servicio de The Rock 'El mensajero'), lo que se brinda al espectador es la posibilidad de dejarse atrapar por múltiples visiones surreales y secuencias de suspense encerradas en sí mismas, que no aportan al argumento nada más allá de crear una atmósfera claustrofóbica.

Un marco incomparable

Buena parte de esa atmósfera viene dada por el inimitable entorno en el que se enmarca la acción: el hospital de Beelitz-Heilstätten, creado en 1898 como sanatorio para enfermos de tuberculosis y que acabó convirtiéndose en uno de los complejos hospitalarios más grandes de Alemania, con 60 edificios ocupando unas 200 hectáreas. En la Primera Guerra Mundial se convirtió en hospital para heridos de guerra y entre sus 17500 convalecientes acogió en 1916 a un cabo austraiaco de siniestro futuro: Adolf Hitler.

No se trata del único monstruo que descansó entre sus paredes: durante la Segunda Guerra Mundial cayó en posesión del Ejército Rojo y pasó a ser hospital militar soviético. En 1989 los alrededores fueron devastados por el asesino en serie necrófilo Wolfang Schmidt, conocido como “La Bestia de Beelitz”, y que usaba el hospital como refugio y escondrijo, y que mató a casi un centenar de mujeres. En 1990 se alojó en él el exdictador de la Alemania comunista Erich Honecker, huyendo del juicio por sus crímenes. Desde allí fue deportado, un año depués, a Moscú.

Aunque abandonado desde principios de siglo (se puede ver su estado actual en el estupendo cortometraje 'Malaise'), sus paredes han servido de fondo para varias películas ambientadas en Alemania: 'El pianista' de Roman Polanski, 'Valkiria' de Bryan Singer y ahora 'La cura del bienestar': para simular de nuevo un hospital funcional hubo que reinstalar 750 ventanas, 350 puertas y más de un kilómetro de muros.

Este tremendo escenario propicia uno de los mensajes más interesantes de la película: la crítica a los remedios milagrosos que garantizan una salida fácil, cómoda y sin sacrificio de nuestras muy poco saludables y agotadoras existencias. Un mensaje personificado en el director del centro, el doctor Heinreich Volmer (Jason Isaacs), que en sus primeras apariciones recuerda a Drácula recibiendo a Jonathan Harker en sus dominios, en los primeros compases de la novela de Bram Stoker.

Ese cuidado trabajo de ambientación en el escenario se corresponde con un exquisito cuidado visual que vertebra toda la película, en secuencias pesadillescas que hace que la película entronque con una genuina filosofía gótica: es posible ser macabro y bellísimo a la vez. Se percibe, por ejemplo, en el trabajo como director de fotografía de Bojan Bazelli (habitual del director), que utiliza una proporcion de pantalla (el ratio de 1.66:1) más ancho de lo habitual y que le da a todo un tono onírico, como de ensoñación, ya que los personajes quedan empequeñecidos ante entornos majestuosos e irreales.

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La exquisita preocupación por la imagen y lo que puede transmitir no es algo a lo que Gore Verbinski sea ajeno. El resto de su filmografía, empezando por las tres primeras entregas de 'Piratas del Caribe', que dirigió implantando en la película las constantes visuales que se convertirían en canónicas de la franquicia, están muy cuidadas en lo estético. Su primera película, el extraordinario cartoon con personajes de carne y hueso 'Un ratoncito duro de roer', es una especie de reverso luminoso de 'La cura del bienestar'.

Verbinski comenzó a explorar los límites del lenguaje del horror en el remake americano de 'The Ring', una película infinitamente menos invasiva que esta, pero con momentos inusualmente aterradores en un reboot de un éxito ajeno. Su incursión en el cine animado, 'Rango', es una de las producciones CGI más alucinógenas y desfasadas de la década, lejos también de las (estéticamente) apacibles propuestas de Disney o Dreamworks. Y hasta una película masacrada por crítica y público como 'El llanero solitario' tiene abundantes momentos de genio visual.

El resultado de todo ello no es solo un batiburrillo de influencias y referencias en las que entraremos algo más tarde, sino una auténtica tesis acerca de cómo usar las imágenes para golpear al espectador. Mezclando CGI, tácticas desorientadoras a golpe de montaje tan antiguas como el propio cinematógrafo, soluciones escenográficas y un guion que es una auténtica espiral de descenso en la locura, La cura del bienestar hace todo lo posible para que el espectador se sienta como en unas arenas movedizas.

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Nada de lo que sucede en pantalla es fiable, nada tiene sentido del todo. Se detecta, por ejemplo, en escenas como la primera incursión en las saunas de un malherido DeHaan que aún no ha empezado a sospechar de las siniestras actividades del sanatorio: con la cámara siguiendo al actor por un laberinto de azulejos y vapor condensado, éste pronto se ve perdido en habitaciones vacías, asépticas e idénticas. Hasta que llega un momento en que entra en una en la que no hay entrada ni salida. No sabe cómo ha llegado a ella. Una combinación de triquiñuelas digitales y virtuosismo tras la cámara (todo sucede en un larguísimo plano de seguimiento del personaje) cuya única función es perturbar al espectador.

'La cura del bienestar' es un auténtico festival del desconcierto que se ve puntuado, además, por una verbena de referencias relacionadas con el cine fantástico de todas las épocas. Estas son algunas de ellas.

Guía de referencias de La cura del bienestar

Shutter Island. La primera y más obvia referencia de la película está en una película con la que ya se apresuró a comparar 'La cura del bienestar' la muy banal tuitesfera española tras el pase de prensa. La similitud del punto de partida es indiscutible: un investigador (Leonardo DiCaprio) se adentra en un sanatorio mental para indagar en la vida de una paciente, y descubre, a golpe de alucinación y pérdida de contacto con la realidad que allí se esconde más de un misterio. Sin embargo, y pese a la similitud del escenario, 'Shutter Island' y 'La cura del bienestar' van en direcciones distintas.

Mientras la película de Scorsese habla de lo endeble de nuestras percepciones y qué es la realidad, en la de Verbinski esa pérdida de contacto con lo real es un síntoma que desvela que tras nuestra enfermedad hay algo mucho más terrible: la necesidad de una cura. Claro, que si hablamos de balnearios donde pasan cosas raras no podemos dejar de mencionar como hipotética referencia la reciente 'La juventud' de Paolo Sorrentino, donde Michael Caine y Harvey Keitel dejaban escapar los meses dorados de su vida en una cura de reposo en un balneario de Los Alpes que también propicia inmersiones en la psique, aunque estas de un tono indudablemente más paradisiaco.

La cumbre escarlata. El otro referente ineludible de 'La cura del bienestar', y a su vez otro batiburrillo de referencias góticas y procedentes del horror clásico. En la última película de Guillermo del Toro, la casa donde se encierra un autor de tormentoso pasado y donde empieza a tener delirantes contactos con el más allá es un personaje más, del mismo modo que lo es el hospital de 'La cura del bienestar'. En ambas películas se usa el arranque de thriller para pasar al horror psicológico, y en ambas brilla la influencia literaria de Shirley Jackson, autora de las magistrales historias de casas encantadas 'La maldición de Hill House' o 'Siempre hemos vivido en el castillo'.

Alfred Hitchcock. Hay un claro jugueteo de Verbinski con unas cuantas ideas habituales en el director de 'Vertigo' o 'Recuerda' (por decir un par de películas cuya sombra se proyecta con claridad sobre 'La cura del bienestar'): el pasado y su impacto en el presente, qué es lo que define la identidad y la enfermedad mental como una singular forma de bucear en el subconsciente y nuestros pecados.

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Edgar Allan Poe: No hay fantasía macabra que no esté influída de un modo u otro por la larguísima sombra de Poe, pero 'La cura del bienestar', aparte de en lo obvio, lo está en un inesperado tramo final, perverso, necrófilo y del que no contaremos nada, salvo en que es uno de los elementos que convierten a esta película en algo literalmente único dentro de los vaivenes recientes del género.

Pero hay más: el argumento de la película recuerda a un cuento satírico de Poe, 'El sistema del Dr. Tarr y el profesor Fether', en el que un par de viajeros se adentran en un manicomio privado en el que los cuerdos se comportan como locos y viceversa. Ah, y la épica conclusión recuerda bastante al ciclo de adaptaciones que Roger Corman dedicó a Poe protagonizadas casi siempre por Vincent Price, especialmente la gloriosa 'La máscara de la muerte roja'.

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La montaña mágica: Aunque las intenciones de Thomas Mann y Verbinski no podían ser más dispares, lo cierto es que el misterioso sanatorio de los Alpes suizos que visita el protagonista de este clásico de la literatura alemana de 1929 tiene más de un punto en común con el demencial hospital de 'La cura del bienestar'. No lo decimos nosotros, lo dice el propio Verbinski, que pone a uno de sus enfermeros a leer este libros en un rato muerto. Según Mann, su protagonista Hans Carstop es un “buscador de conocimientos”, lo que sin duda lo emparenta con el protagonista de Verbinski. Hay un castillo misterioso, hay una montaña en la que desaparecen jóvenes en extrañas circunstancias, hay un carnaval ritualístico y el tiempo se percibe de forma distinta, pudiéndose convertir tres semanas en siete años.

Carne para Frankenstein: Una sangrientísima locura italiana producida por Andy Warhol en Italia y cuyas incursiones en la necrofilia, la ciencia tronada y el sexo chungo bien podría ser una de las influencias más inconfesables de 'La cura del bienestar'.

Stanley Kubrick. La influencia de 'El resplandor' es clara, como obra magna del subgénero de las casas encantadas cinematográficas que es. Posiblemente Verbinski estudió esos hipnóticos travellings por los pasillos del Overlook para imitar la estructura de un edificio literalmente imposible de traducir a una planta arquitectónica real. Pero además, también imita los planos de composición desasosegante y marciana que Kubrick dispuso en la tremenda 'Eyes Wide Shut'.

Suspiria. Todo Dario Argento, como sucede con el gótico italiano (véase más abajo), tiene un fuerte impacto en 'La cura del bienestar'. Más allá de la estética (Argento es más de colores chillones y pastel, netamente de su época; Verbinski se decanta por una estética más ocre y apagada, afín a las perturbadas personalidades de sus héroes), la influencia de Argento se palpa en una tesis eminentemente romántica (y por tanto, gótica): la psicología torturada impacta en el escenario.

Las casas encantadas pueden entenderse como plasmaciones retorcidas del sufriente ego de los personajes. Una idea clásica que nunca se vio tan bien plasmada en el cine de Argento como en 'Suspiria', su película más perfecta, en la que una casa encantada disfrazada de moderna escuela de danza es un descenso a los abismos de la psique. Por cierto, que 'Suspiria' es también influencia primordial en otra película que, como a 'La cura del bienestar' le auguramos un futuro inmediato como película de culto absoluto: 'The Neon Demon', de Nicolas Winding Refn.

El gótico italiano: Del maestro absoluto Mario Bava a otros directores igualmente básicos pero menos famosos a nivel internacional, como Riccardo Freda, el cine de terror italiano de los cincuenta y sesenta supuso una explosión de comportamientos morbosos y cabecitas locas influídos por los clásicos literarios del horror. Entre los que más fuerte impactan en la historia y los personajes de 'La cura del bienestar' están 'Los vampiros' de Freda (una reformulación de la historia de la Condesa Bathory, con su mujer misteriosa recluida en un castillo y responsable de una serie de sangrientos crímenes locales) y 'La máscara del demonio' de Bava, una historia de venganzas sobrenaturales y escenarios decadentísimos cuya influencia se deja notar muy a fondo en los últimos compases de la historia. Finalmente, otros dos nombres esenciales del gótico italiano, Sergio Corbucci y Antonio Margheriti, son los firmantes de 'Danza macabra', una de castillos encantados, muertos redivivos y atmósfera putrefacta que cita a otro de los referentes esenciales de Verbinski, Edgar Allan Poe.

El fantasma de la ópera: La clásica escena del desenmascaramiento del Fantasma en la película muda de Rupert Julian tiene aquí una reformulación espectacular, en lo que supone una reverencia absoluta de Verbinski a los pilares de la tradición gótica. Los personajes torturados, con un físico que es reflejo de unas psiques monstruosas es también pura épica romántica, y encuentra en 'La cura del bienestar' un apasionante giro de tuerca.

Viaje alucinante al fondo de la mente: Película de culto de los ochenta dirigida por un Ken Russell absolutamente fuera de sí y que presenta a un William Hurt alucinado y explorando los límites de la mente a base de inmersiones cada vez más impredecibles en un tanque de aislamiento sensorial. Los resultados son progresivamente más demenciales y desquiciados, y su punto de partida es citado expresamente en una de las secuencias más memorables, perturbadoras y excesivas de 'La cura del bienestar'.

Marathon Man: Es inevitable pensar en el pobre Dustin Hoffman cuando vemos una escena en la que alguien trajina con los dientes de otro alguien con intenciones aviesas. Pero es que además, teniendo aquí a estos enfermeros rubios, corpulentos e hieráticos, pensar en los nazis como perfecto villano sádico de la cultura pop es inevitable.

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H.P. Lovecraft: Otro inevitable del horror moderno, ejemplificado aquí con unas anguilas paralelas a los ignominiosos terrores acuáticos a los que tan proclive era el genio de Providence. En el tercio final de la película hay además unos ramalazos de espanto cultista que el autor de 'Dagon' habría rubricado sin miedo.

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Roman Polanski: El gran maestro del horror claustrofóbico también se deja notar en el tratamiento de atmósferas opresivas y circulares. Especialmente con 'El quimérico inquilino' en lo ridículamente kafkiana de la peripecia del protagonista y con 'La semilla del diablo' en ciertos ribetes temáticos. Y ya que estamos, también hay un poco de 'Cul-de-sac', aquella 'Esperando a Godot' pintada de negro oscuro que marcó los inicios de la carrera de Polanski.

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