'El señor de los anillos' y 'Juego de tronos' cambiaron nuestra forma de ver la fantasía. Y no solo para bien

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Es un hecho incontestable: aquellos días en los que la fantasía y la ciencia ficción pasaron de ser un reducto del fandom a un entretenimiento mayoritario parece cosa de otra era. Sobre todo si lo comparamos con el momento actual, cuando la entrada de corporaciones en el género nos han llevado a una sobredosis de franquicias interminables y secuelas incomprensibles. Y de un tiempo a esta parte hay analistas que están buscando sin descanso el momento exacto en el que todo empezó a torcerse. Pista: 'El Señor de los Anillos' y 'Juego de tronos' tienen parte de culpa.

Hace unos días, el crítico Eckharts Ladder se preguntaba en X acerca del "efecto rodillo" que las películas de Peter Jackson inspiradas en 'El Señor de los Anillos' habían tenido en la percepción que teníamos de la saga. Es muy complicado imaginar la saga de otra forma que no sea la concebida por Jackson debido a su éxito, pero él entresaca algunas visiones de la obra de Tolkien igual de válidas, pero anteriores a los diseños del director neozelandés.

Es un hilo en el que se citan artistas como los Hermanos Hildebrandt, Frank Frazetta o Rodney Matthews, pero que hace pensar sobre todo en cómo el éxito masivo canoniza determinadas visiones y entierra otras. Algo muy singular, sobre todo teniendo en cuenta que las descripciones de Tolkien son muy profusas y en muchos casos no coinciden con la propuesta de Jackson.

La trilogía de 'El Señor de los Anillos' no solo es un punto esencial para entender la actual relación del fandom con las adaptaciones: es el momento en el que las productoras entendieron que, a diferencia de lo que habían estado creyendo hasta entonces, la fidelidad era esencial. El escrupuloso respeto de Jackson hacia Tolkien (aunque tuvo que tomarse, obviamente, sus libertades), convirtieron la trilogía en un éxito, y eso cambió en cierta forma la relación de las majors con el fandom: hasta entonces, las adaptaciones de superhéroes o fantasía no se hacían pensando en quienes exigían fidelidad a las fuentes, sino en el público fuera de los circuitos de fans.

Pero la aceptación masiva de 'El Señor de los Anillos' (no olvidemos que las películas fueron respetadas hasta el punto de arrasar en los Oscar, algo inaudito en una superproducción de aventuras basada en un clásico de la literatura) tuvo su parte oscura. Empezaron a popularizarse prácticas como los montajes del director y las ediciones especiales, que habían existido previamente, pero que aquí adquirieron unas dimensiones (reestreno en cines, repetición de los taquillazos originales) que cambiaron la forma de plantearse las cosas de los estudios para mal. El fandom era una vaca lechera a la que ordeñar sin descanso.

El efecto 'Juego de tronos'

Hace unas semanas, The Verge subía a la palestra otro fenómeno de masas que tuvo su origen como producto para fans: 'Juego de Tronos'. En un artículo titulado 'El invierno del contenido', Kevin Nguyen habla del momento en el que la aceptación masiva, mucho más allá de los círculos de aficionados a la fantasía, hizo que los medios se volvieran locos publicando todo tipo de artículos relacionados con la serie de HBO. "Era una de esas cosas", dice el autor, "de las que la gente nunca tenía suficiente".

El autor recuerda con cierta vergüenza cómo todos los medios comenzaron a producir contenidos clónicos entre sí, sin importar calidad o cantidad, porque todo funcionaba. La atención se mantuvo, afirma, durante toda una década, y 'Juego de tronos' se convirtió en una forma fácil de ganar tráfico para los medios, especialmente cada lunes, cuando absolutamente todos los medios publicaban recaps del episodio de la noche anterior de la serie.

Nyugen describe un callejón sin salida: no había otra cosa que leer, pero lo leía todo el mundo: el efecto secundario es que los medios se homogeneizaban debido al éxito de 'Juego de tronos'... y de los artículos que hablaban sobre la serie. Independientemente del efecto pernicioso que 'Juego de tronos' tuvo en la calidad de la prensa de entonces, y que el autor describe con todo detalle, está la forma en la que la gente (cantidades mucho mayores que nunca antes) se acostumbraron a recibir información sobre lo que les gustaba: continuamente.

Efecto franquicia

El resultado a medio plazo de eso ya lo conocemos: nos gusta hablar de películas y series en píldoras minúsculas. Los recaps (que, por suerte, ya pasaron de moda) son la esencia de esas píldoras: nada de reflexión, nada de chicha, solo un mero resumen de algo que ya hemos visto. Pero son dos fenómenos independientes: la decisión de la industria de homogeneizar la interpretación de una franquicia ata y limita las posibilidades de ser creativos con ella, pero es que a eso se suma la obsesión por generar contenido sin descanso a partir de esas franquicias, lo que nos lleva a una industria más conservadora. El miedo al riesgo y al fracaso.

Por eso, cuando las grandes corporaciones llegaron a apoderarse de personajes e historias que antes solo interesaban a un puñado de fans, las dividieron en la mayor cantidad de porciones posibles, e iniciaron un sistema de dosificación de la información (tráilers cada equis meses, filtraciones, embargos) que no tendría nada de malo por sí mismo si no fuera por la unificación de todo. Ya no hay espacio para la sorpresa (por eso 'Longlegs ha sido el éxito inesperado del verano, con una campaña publicitaria que no ha enseñado la cara de su estrella y ha jugado al despiste) y todo se promociona igual, de lo último en cine apocalíptico a una franquicia superheroica, pasando por producciones más modestas de terror.

Hablamos de ellos continuamente, pero no está de más recordarlo: un efecto secundario de todo ello es que las películas grandes cada vez son más grandes y las independientes, cada vez están más al margen. Los mastodontes de grandes franquicias no se pueden permitir fracasar por miedo al efecto dominó y cada vez se va más sobre seguro. La homogeneización de la fantasía ha dado estos frutos, y aún está por ver si no liquida por completo la capacidad de sorpresa de los grandes géneros.

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