El juego alrededor de las consolas de nueva generación no es uno cualquiera. Es complicado. Muy complicado. Ya no solo cuentan las máquinas en sí. Hay más pantallas que implican equipo hardware de otras divisiones de la misma empresa, exclusivas que hay que luchar una a una y el negocio del contenido, que queramos o no acabará entrando en la consola de sobremesa.
Porque ese elemento del hogar busca ser el verdadero protagonista, y dada esa importancia, estamos ante un juego de estrategia por turnos donde cada movimiento es vital. Y los acontecimientos acaecidos en estas últimas semanas nos lo demuestran. Por no hablar de la pasión desatada asociada al juego.
El juego del ratón y el gato una y otra vez
Tras una primera presentación allá por febrero de la PS4, tremendamente criticada porque apenas nos dejó unas pinceladas, algunos juegos y el nuevo DualShock, la partida de ajedrez empezaba.
Microsoft tardó unos meses en dar respuesta al posicionamiento inicial de las piezas por parte de Sony, y en mayo, en un evento exclusivo unos días antes del E3, se anunciaba la nueva Xbox One. Microsoft atacó a Sony allí donde más se le había criticado unos meses antes: enseñando la consola real con todos sus detalles. La guerra de consolas estaba servida y el manejo de los tiempos cobraba importancia.
Pero en el camino, en parte por la inminente necesidad de tener algo guardado para el E3 2013 pero también por ver movimientos de la competencia, Microsoft también dejaba en el aire aspectos demasiado importantes, entre ellos los juegos más destacados que tendría en exclusiva y cómo sería la conexión permanente de su consola de la que tanto se había venido hablando. No aclarar todo aquí ya fue un grave error. Dejaba de por medio lo peor que le podía pasar: tiempo para especular.
Donde sí habían coincidido es en esconder el precio y la disponibilidad, aunque hubiera sido una sorpresa la salida a final de año de un modelo y no el otro.
La traición o jugada maestra, tú decides
Y con el momento clave de la partida en sus inicios, llegamos al E3 2013 en Los Ángeles. Le tocaba mover ficha a Microsoft y sobre el escenario puso mucho poder en sus exclusividades, un precio que prometía y … un error grave de comunicación con el tema del juego de segunda mano y la conexión a Internet.
Gustara más o menos su arriesgada apuesta, lo único que tengo claro es que comunicar su decisión con una especie de arrepentimiento previo, con sentimiento de culpabilidad y hasta vergüenza no les ayudó demasiado. Y por fascículos.
Desde fuera todo parecía una decisión que querían que pasara desapercibida y con las menos preguntas posible. Pero no iba a ser así, y las respuestas llegaban de todos lados, en diferentes tiempos y a veces incluso dejando mas dudas de las que resolvían. Un grave error de comunicación que tienen que resolver pronto.
En Sony, cual rival viendo la eliminatoria de Champions del eterno enemigo, me los estoy imaginando abriendo una botella de cava y preparando su golpe definitivo a la Xbox One. Antes de que siquiera saliera al mercado.
Así que llego Sony en su presentación de unas horas después (por fin podíamos ver su consola) y lanzó dos golpes certeros. Uno, el del precio, no me pareció definitivo. 100 euros de diferencia con el accesorio Kinect de por medio al final dejaban el margen en 50 euros. Un juego de desnivel. Y las exclusividades, filias y fobias cuentan mucho en este negocio.
Con el golpe que sí disfrutaron, directo a la mandíbula de Microsoft, fue con el tema del juego de segunda mano. Con la boca grande y sabiendo que la Xbox One se tambaleaba justo enfrente de ellos (más por miedo que por otra cosa) gozaron cada palabra hasta completar la frase clave: con nosotros, podrás prestar, comprar y vender juegos sin limitaciones. Como hasta ahora. Sencillo y arcaico.
Era de locos - locos románticos del futuro - pensar que no habría una vuelta atrás de Microsoft.
Adiós al formato físico, pero hay que creérselo
Con esas palabras y vídeo divertido de por medio de Sony, la gente se olvidó pronto de la valiente propuesta que a mi parecer había hecho Microsoft: dar el paso al formato digital. Pero con ello había que cambiar algunas reglas clásicas de juego y arriesgarse. Pero lo hicieron a medias. El disco físico todavía tenía presencia y eso complicaba la transición.
Microsoft empezaba a recibir golpes por todos lados, y al aclarar por ejemplo el tema de la biblioteca compartida con hasta 10 usuarios (la familia entendida como de jugadores) por fin llegaba una buena noticia. ¿Tener un juego en la nube y que hasta diez amigos puedan jugar a él aunque no más de dos al mismo tiempo? ¡Qué gran idea Microsoft!
Ahora bien, ello llevaba implícito tener que comprobar que esa limitación se cumplía por medio de la conexión a Internet. Y lo mismo con la venta de juegos en formato digital y el traslado de las licencias, la clave de todo el asunto.
Licencia y no propiedad, he ahí la cuestión
Un ejemplo claro lo tenemos con Steam. Goza del respeto de los jugadores porque ha conseguido que el formato digital con muy buenos precios sea una realidad. Ahí no hay segunda mano ni compra-venta, pero gusta. Y va camino de una propuesta que estoy seguro que tiene que llegar al mercado general de las consolas de sobremesa más pronto que tarde: el sistema de alquiler/suscripción para juegos.
Pero para alcanzarlo, hay que dejar de pensar en la propiedad y pasarse a la licencia. Pero debe hacerlo de una manera en que el consumidor no salga perjudicado sino beneficiado. Y creo que en eso se está ahora aunque no se sepa muy bien cómo ejecutarlo ni mucho menos cómo "venderlo". La clave puede estar en las tiendas de aplicaciones para smartphones, donde no hay otra opción que lo digital.
Cuando se pueda traspasar/vender de un usuario a otro o directamente ceder temporalmente esa licencia de uso, se habrá alcanzado el equilibrio. Es en el fondo lo que Microsoft quiere hacer con su Xbox One, pero por ahora ha decidido dejarlo pasar porque no ve el futuro claro si va sola por ese camino. Y mucho menos requiriendo una conexión permanente, por ahora la manera más directa de - casi - comprobar que lo que hemos comprado sin forma física, no está en más lugares de los que debería por su licencia.
En telecomunicaciones ha pasado hasta hace poco lo mismo: las tres grandes en España iban de la mano con las subvenciones. Parecía que el paso a un sistema sin ellas lo darían de la mano, pero finalmente Orange se mantuvo con el sistema anterior.
La apuesta era arriesgada, pero tenía que hacer algo para tratar de mejorar su posición en el mercado. Y ser diferente era la mejor opción. La más dura, la que más riesgo conllevaba pero la única opción.
En este E3 no ha sido posible este cambio de cartas, este órdago que dejara paso a una mayor competencia para cambiar un mercado que sabe que tiene que hacerlo, pero en el que nadie quiere dar el primer paso.
¿Qué hubiera pasado si Sony se hubiera unido a Microsoft en este cambio de dirección? Os aseguro que todo hubiera ido hacia adelante. Hubiéramos tenido una guerra de consolas más divertida.
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