La Universidad de Cambridge ha desarrollado una herramienta online en la que se puede consultar en tiempo real una estimación del consumo energético anual a nivel global que implica la minería de bitcoin.
Según esa herramienta, bitcoin consume ahora mismo 64,15 TWh al año, una cifra superior a la de países como Suiza. El debate sobre su validez se reabre, y desde luego no parece que pueda convertirse en un medio de pago a corto plazo debido precisamente al alto coste energético de cada transacción.
Un consumo brutal (o quizás no tanto)
El llamado Cambridge Bitcoin Electricity Consumption Index o CBECI trata de estimar la cantidad de energía necesaria para que toda la infraestructura de bitcoin siga funcionando (minería incluida).
El cálculo llega a tiempo, tanto por el auge de bitcoin en las últimas semanas como por noticias como la que aparecía recientemente: el consumo de energía en Irán se ha disparado un 7% debido a la minería de bitcoin. El país subvenciona el consumo eléctrico a sus ciudadanos, lo que hace que la factura de la luz allí -como en otros países- sea especialmente atractiva para quienes realizan esta actividad.
El índice es en realidad una estimación muy abierta: aunque da ese dato de 64,15 TW al año, también establece una cifra mínima (22 TWh) y una máxima (150 TWh) que muestran lo difícil que es hacer una aproximación precisa al consumo real que impone esta criptodivisa.
De hecho y como apuntan nuestros compañeros en Magnet, la estimación de este consumo es muy difícil de hacer: cada minero o conjunto de mineros usa hardware de diversos tipos y sobre todo fuentes de energía diversas entre las que están las renovables.
No se conocen cuotas de cada fuente en este sentido, así que es muy difícil ajustar la precisión. Ya en el pasado Digiconomist planteó sus propios criterios a la hora de estimar ese consumo, que estableció en 70 TWh al año.
Ya entonces avisábamos de que esa cifra es enorme pero hay que ponerla en perspectiva: el consumo de todos los iPads que existen en el mercado, por ejemplo, podría ascender según el estudio de Electric Power Research a 1,53 TWh al año, una cifra claramente inferior a la de bitcoin pero que permite establecer una buena referencia.
Problemas medioambientales, problemas para convertirlo en método de pago
El interés por bitcoin como reserva de valor y como excusa para especular es obvio: el mercado lleva ya años viendo cómo el valor de bitcoin pasa por una verdadera montaña rusa. Eso genera interés, y el interés desemboca en esa fiebre por la minería que se intensifica y reduce conforme al valor del bitcoin.
Eso tiene un efecto directo en el consumo energético de bitcoin a nivel global, pero como apuntábamos en febrero de 2018, la consecuencia de este consumo es el impacto medioambiental.
Ya hemos comentado que es imposible saber qué porcentaje de la minería se realiza haciendo uso de fuentes renovables, pero en un artículo previo de Magnet se citaban estudios que apuntan a que el bitcoin sería responsable del 0,17% de las emisiones mundiales. No es una cifra baja, pero tampoco es enorme. O puede serlo, pero siempre dependiendo de la perspectiva, como veíamos con el consumo global de los iPad.
Al potencial problema medioambiental se le suma otro: bitcoin tiene difícil convertirse en un método de pago porque las transacciones son muy caras. ¿Cuánto? El estudio de Digiconomist de agosto de 2018 lo dejaba claro: una transacción con bitcoin consume tanta energía como 100.000 transacciones con VISA.
Hay otras barreras más conocidas a ese hipotético uso de bitcon como moneda de cambio -el número de transacciones por segundo, sobre todo-, pero lo que es evidente es que esos consumos son un claro impedimento para lograr que bitcoin se convierta en algo más de lo que es ahora. Eso no parece importar demasiado, porque el interés por bitcoin (tanto de sus fans como de sus detractores) no para de crecer.
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