Una especie de cactus ha desaparecido en EEUU. Por primera vez, el principal sospechoso es el aumento del nivel del mar

Este fenómeno es el principal sospechoso de la desaparición del el cactus arbóreo de Cayo Largo del suelo norteamericano

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Las presiones ecológicas suscitadas por el cambio climático son abundantes y variadas. El aumento del nivel del mar es solo una de ellas, pero una que podría haber se cobrado su primera “víctima” ecológica en los Estados Unidos.

Extinción local. El cambio climático podría haber hecho desaparecer de los EE UU unidos una rara especie de cactus. Se trata de la primera ocasión de la que tengamos constancia de una especie, animal o vegetal, desapareciendo de los Estados Unidos como consecuencia del cambio climático y, más concretamente, debido a la subida del nivel del mar.

Pilosocereus Millspaughii. La planta en cuestión es el cactus arbóreo de Cayo Largo (Pilosocereus Millspaughii). En la Norteamérica continental, esta planta solo podía encontrarse en el área de Cayo Largo, en Florida, pero ahora su presencia se limita a algunas islas del Caribe como Cuba o las Bahamas.

Este cactus tan solo fue descrito en 1992. El cactus fue descubierto en una zona de manglares y durante años se pensó que se trataba de una subespecie del cactus arbóreo de los Cayos (Pilosocereus robini), una especie protegida de cactus presente en el área de los Cayos de Florida.

Ambas especies comparten algunas características, como la apariencia del cactus y de sus flores (incluso el aroma a ajo de estas, capaz de atraer a los polinizadores), así como la de sus llamativos frutos rojos y morados. La diferencia clave entre las especies son unas marañas de pelo similares a la lana situadas en la base de flores y frutos de este cactus.

Subida del nivel del mar y erosión. Los estudios sobre la desaparición de este cactus en el continente señalan la erosión del suelo como una de las causas. Estos cactus solían crecer en un área con un afloramiento bajo de caliza rodeado de manglares.

Esta área, explica el equipo responsable del último estudio sobre este cactus, contaba con un tipo de suelo particular y materia orgánica que permitía a las plantas crecer. Ahora, la erosión causada por las tormentas y las mareas “excepcionalmente altas” se han llevado consigo esta propicia combinación de factores.

Entre la espada y la pared. En los últimos años, el equipo comprobó que estas plantas, capaces de tolerar cierto nivel de salinidad en el suelo, habían estado desplazándose a mayores altitudes en los últimos años, lo que sería respuesta a un aumento en la salinidad. También se comprobó que los suelos en los que se encontraban cactus muertos solían tener mayor salinidad que aquellos que albergaban plantaciones vivas.

Pero el desplazamiento hacia mayores altitudes vino acompañado de otra presión, la de los animales del área. Durante algunas de las tormentas vividas en los últimos años en la región los cactus se vieron amenazados por numerosos mamíferos sedientos faltos de agua dulce que consumir. Estos diezmaron aún más la población local de cactus.

Estas son algunas de las conclusiones del estudio realizado por un equipo de investigadores locales. Los detalles del análisis fueron publicados en un artículo en la revista Journal of the Botanical Research Institute of Texas.

Una misión complicada. El equipo no es especialmente optimista con respecto a la posibilidad de poder revertir la situación. Si bien se han conservado algunos de los ejemplares supervivientes (seis) ahora protegidos en invernaderos, hoy por hoy se desconocen de entornos en los Estados Unidos donde estos o sus descendientes podrían ser plantados para garantizar la permanencia de la especie.

La historia de este cactus es, además, solo una advertencia de un fenómeno que podría ir a mayores, no solo acabando con especies a nivel local sino extinguiéndolas de la faz de la Tierra. “Por desgracia, el cactus de Cayo Largo podría ser el aviso de cómo otras plantas costeras de baja altitud responderán al cambio climático,” añadía en una nota de prensa Jennifer Possley, caoautora del reciente estudio.

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Imagen | Florida Museum

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