No nos llevemos a engaño: pese a que está pasando algo desapercibido a este lado del Atlántico, El Niño que estamos viviendo es uno de los más intensos que se han registrado. La buena noticia, sin embargo, es que va a durar poco: las aguas del Pacífico ecuatorial ya se están enfriando y, se espera que en cuestión de meses, volvamos a una situación de normalidad.
La mala es que La Niña puede estar a la vuelta de la esquina.
¿Qué es El Niño? Empecemos por lo básico. El Niño es un patrón natural asociado a eso, a la pérdida de fuerza de los vientos alíseos que refrescan el agua y el consecuente aumento de la temperatura de la superficie del océano en el centro y el este del Pacífico ecuatorial. Se trata de un fenómeno que se dura entre 9 y 12 meses y se repite en periodos de entre 2 y 7 años.
Es la parte más llamativa de lo que se conoce como la "Oscilación del Sur" porque suele vincularse a un incremento de las precipitaciones en algunas zonas del Cuerno de África, Asia Central y, sobre todo, América del Sur y el sur de EEUU. Además (y esto sí que afecta a todo el mundo) El Niño tiende a elevar las temperaturas globales de manera significativa.
El Niño aquí. Lo cierto es que los efectos de El Niño en España no son muy evidentes. Lo más interesante (y esto es clave) es que durante estos episodios se pone a España bajo la influencia de una circulación subtropical más intensa de lo normal. Es decir, si el anticiclón de las Azores no nos agua la fiesta, El Niño favorece la llegada de lluvias.
Pero lo que viene es La Niña. Según los informes, las probabilidades de que La Niña se instale entre nosotros en verano son bastante altas. Después de lo que hemos estado diciendo sobre El Niño, podría parecer que el fenómeno contrario es una buena noticia, pero en España nunca llueve a gusto de nadie.
La Niña nos afecta de dos maneras fundamentales: por un lado, esta suele relacionarse con otoños veraniegos ("ambiente más seco de lo normal y temperaturas superiores a las habituales") y, por el otro, con inviernos secos (salvo en el Mediterráneo; porque las DANAs no dejan de descolgarse).
A llover. El motivo es que la península deja de estar "bajo la influencia de la circulación subtropical" de la que hablaba antes, pero este patrón es el habitual. Y, en ese sentido, mucho tiene que llover en lo que nos queda de invierno-primavera para que una nueva La Niña no suponga un palo en las ruedas de la recuperación hídrica del país. Quizás mejore la cosa en el este, pero (en la medida en que no somos capaces de aprovechar bien el agua de las DANAs) tampoco demasiado.
¿El resumen? Que vienen curvas. El cuadro general es, en general, bastante desolador. Las temperaturas del mundo no dejan de subir y los océanos se están metiendo de cabeza en un territorio nunca visto: para ello, La Niña puede venir bien. Al fin y al cabo, un periodo de altas temperaturas demasiado largo es mucho más peligroso que tener un gigantesco "aire acondicionado" en mitad del Pacífico.
Sin embargo, la situación general del mundo es tan complicada que, en realidad, todo tiene costes. Costes que, nos gusten o no, cada vez son más grandes gracias al cambio climático.
¿Qué podemos esperar? En los próximos meses, pocos cambios. El patrón meteorológico que llevamos meses viendo en España (bloqueos anticiclónicos salvajes y breves periodos de borrascas profundas entrando en la Península) no se va a alterar a corto plazo. Pero después vendrá el verano y con él, La Niña.
Antes de este El Niño cortito, enganchamos tres años consecutivos de La Niña y eso nos ha permitido aprender algo: que sí, hay muchos factores en juego, pero las sequías aún más intensas vuelven a estar encima de la mesa. Y eso, claro que no es una buena noticia.
Imagen | NOAA
En Xataka | Los largos periodos de sequía van a ser cada vez más y más normales. Es hora de acostumbrarnos a ellos
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