Hasta hace un suspiro, España era la reina y señora del paraguayo en Europa. El 95% de todo lo que se consumía en la Unión se producía en nuestro país. Sin embargo, en los últimos tiempos ese reinado está en peligro. Países como Grecia, Turquía o Azerbaiyán han iniciado "una guerra" agro-comercial que está haciendo que España pierda posiciones.
El imperio agroalimentario español lleva décadas sin que se ponga el sol, pero la "guerra del paraguayo" es más que un traspié. Es la antesala de lo que está por venir: de un mundo en el que lo tendremos cada vez más difícil.
¿Qué es exactamente un paraguayo? Sé que va a sonar raro, pero un 'paraguayo' es esencialmente un melocotón. Un melocotón con una mutación, eso sí. La variante 'platycarpa' parece que surgió en China y se ha ido extendiendo por todo el mundo desde finales del XIX.
Es un fruto muy interesante porque no admite muchas manipulaciones, ni se conserva demasiado bien. Eso hace que suelan tener un sabor y un aroma más intensos e interesantes. Es decir, tiene un precio más bajo que otras frutas de hueso, pero una calidad media más alta.
Problemas en el paraíso. Sin embargo, según Fresh Plaza, "el paraguayo es la fruta de hueso que más complicaciones está teniendo en estos momentos a nivel comercial". El motivo principal es que las piezas de menor tamaño están quedándose fuera del mercado por la entrada de productos del mediterráneo oriental (sobre todo en países del este de Europa).
Y lo cierto es que no sería nada preocupante, sino fuera porque este año abundan las piezas de calibres más pequeños. Y el responsable de eso no es ni el clima ni la sequía... es la mano de obra.
Aclarando el aclareo. Es algo relativamente desconocido, pero en las plantaciones de frutos como el paraguayo o el melocotón el 'aclareo' es algo fundamental. Se trata de "una técnica que consiste en eliminar del árbol una buena parte de los frutos que han cuajado".
Es algo muy laborioso y "demanda gran cantidad de horas de trabajo": aproximadamente un tercio de las requeridas por el cultivo. Sin embargo, es la única forma de garantizar que los frutos están bien distribuidos, el número es óptimo y se conseguirá un buen tamaño.
Lo que ha pasado este año es que, como ha pasado en otros sectores, no hay mano de obra disponible. Eso ha hecho que "todo el mundo ha ido, por lo general, un poco tarde en hacer el aclareo y eso ha hecho que haya calibres más pequeños" y el tamaño de las piezas se ha reducido.
Y en el peor momento. Porque justo ahora están empezando a entrar en el mercado los frutos de plantaciones de países como Grecia, Turquía o Azerbaiyán que plantaron los paraguayos hace tres o cuatro años.
El resultado es que España pierde cota de mercado en el corto plazo, sí; pero, sobre todo, que va a tenerlo muy difícil en recuperarlo. Sobre todo Turquía y Azerbaiyán (pero también Grecia) tienen costos operativos y laborales mucho menores: sus productos son más competitivos. Una vez inundan el mercado, no es fácil sacarlos.
Camiones en la frontera. Durante décadas, España se ha beneficiado del buen clima, los costes bajos y la legislación europea para crear una potentísima industria agroalimentaria a costa de la de otros muchos países. Hasta hace no mucho, era bastante normal ver cómo los agricultores franceses tiraban fruta en la frontera para quejarse de esto mismo.
Ahora España, inmersa en una crisis medioambiental desde hace una década y con la legislación europea "en su contra", está recibiendo de su misma medicina. Es algo que hemos visto con las sandías marroquíes, con las naranjas sudafricanas y que estamos viendo con los frutos de hueso.
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