Así es como muere enero, con un estruendoso (e histórico) anticiclón. Y lo hace en un abrir y cerrar de ojos. Porque no ha pasado ni una semana desde que Hipólito, Irene y Juan, las tres borrascas de alto impacto que nos alcanzaron mientras estuvo abierto el 'pasillo atlántico de tormentas', ayudaran a mejorar tímidamente las cifras de agua embalsada.
Y ahora estamos en primavera.
Pero vamos a los datos. Hablamos de anomalías de hasta 15 grados por encima de la media que se traducen en tres cuartas partes del país a 20 grados, todo el sudeste cerca de 25 y algunas zonas de Murcia y la Comunidad Valenciana con muchas posibilidades de alcanzar los 27 ó 28 grados. El peor día será el jueves.
Evidentemente estamos en enero, pero (como digo) estas temperaturas son propias de la primavera.
Una muralla de estabilidad, calor y sequía. A efectos prácticos, la dorsal anticiclónica "de nada menos que 594 dam de altura geopotencial" se ha ido instalando en el país. Eso es lo que garantizará un tiempo extremadamente estable que va a ocasionar que, en los lugares donde no se levante niebla, las temperaturas se disparen.
No es una forma de hablar. Basta con mirar el mapa superior para comprobar que los vientos (algunos bastante intensos) rodean la Península, pero dentro no se va a mover ni la rama de un árbol.
También es lo que provocará que durante los próximos 8-10 días, las previsiones de precipitaciones acumuladas sean desastrosas. Ninguna tormenta va a poder superar la "muralla atmosférica" que formará el anticiclón. Y lo peor es que no hay ninguna certeza de que vaya a disolverse próximamente: febrero tiene fama de inestable, pero llevamos unos años en los que el tiempo no deja de sorprendernos.
¿Qué consecuencias tiene todo esto? Porque, más allá de la falta de agua y la perpetuación de la sequía, todo esto genera problemas en los ecosistemas naturales y, por supuesto, en el campo. Por ejemplo, el agricultor y consultor agrícola, Daniel Trenado, lamentaba en Twitter que todo esto es un signo de mal agüero para el olivar. Queda mucha tela por cortar, pero este anticiclón enorme trae "riesgo de heladas, pérdida de humedad del suelo y desarrollo precoz de la cubierta".
Un 2024 difícil. No hay que olvidar que llevamos 321 días de temperaturas récord continuas en la superficie del océano Atlántico norte y El Niño ya está haciendo de las suyas caldeando el clima de todo el planeta. Es decir, llegamos a el que todos creen que será el año más cálido del registro completamente exhaustos, tras una sequía de 10 años.
Eso va a poner contra las cuerdas todo el sistema. Al fin y al cabo, ya hay amplias zonas del país, especialmente del sur y del este de la península, que llevan meses con declaraciones de "sequía extrema", cortes de agua y racionamientos. Y, por ahora, la predicción estacional de la AEMET para enero, febrero y marzo dibuja el mismo escenario de los últimos meses: lluvias (por encima de la media) en el noroeste y normalidad en el resto del país.
Es decir, no hay solución a la vista.
Imagen | ECMWF
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